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jueves, 13 de noviembre de 2014

CAPÍTULO XXXVIII - ÉXODO



PERVERT



Como de costumbre, la arrogancia del viejo Gaspar era el plato con el que recibía a todos sus clientes y ella no había sido una excepción. Pervert no comprendía como la gente aun acudía a él para reparar sus armas, tampoco comprendía como ella aun lo hacía. Nadie en el pueblo tenía una habilidad como Gaspar para hacer el trabajo, posiblemente esas fueran las razones por las cuales sus antiguos clientes seguían dándose trabajo.
Por fin, después de muchos días, la servoarmadura estaba reparada. Una buena cantidad de chapas había costado, pero valió la pena. Aquellas armaduras eran de lo mejor que Pervert había visto, tenían un espesor que podría parar cualquier disparo a media distancia y balas de pequeño calibre a quemarropa. La única pega era que aquello pesaba como un condenado.
La tormenta de nuevo había cogido fuerza, no le importaba empaparse, pero caminar entre el barrizal que se formaba cuando llovía en Salatiga y cargada con aquel muerto no era muy recomendable para la salud, así que Pervert se apresuró en regresar a su casucha.
Al llegar comprobó que la puerta estaba medio abierta. Imaginaba que los dos tortolitos estarían dentro y mejor no imaginar lo que pudieran estar haciendo. Era muy extraño, el único sonido que escuchaba era el de los relámpagos y el fuerte viento. Pervert golpeó tímidamente la puerta con los nudillos.
-¿Hola?- nadie respondió. Aquello le pareció aun más extraño, la puerta abierta, silencio absoluto << ¿Estarán durmiendo y el viento habrá abierto la puerta?>>-¿Jacq? ¿Cristine?
Mirando más detenidamente Pervert observó que el cerrojo de la puerta estaba roto. Aquello encendió sus alarmas. Sin pensarlo dos veces dejó caer al suelo la servoarmadura y desenfundó su Magnum. Con suavidad terminó de abrir la puerta con su mano izquierda sin dejar de apuntar con su arma. Troy parecía alterado, empujaba la puerta con sus patas delanteras, Pervert no pudo impedírselo y finalmente le dejó entrar primero. Cuando centró la vista en el interior de la casucha, observó a Jacq tirado encima del colchón, desnudo y lo más preocupante, una fuerte herida en el hombro izquierdo. Pervert inmediatamente se acercó para ver si aun estaba vivo. El colchón estaba lleno de sangre. Aunque sus respiraciones eran débiles aun estaba vivo y aquello calmó un poco su nerviosismo. De Cristine no había ni rastro.
-¡Aguanta!-gritó-¡Te pondrás bien!- ella no tenia los conocimientos ni el material necesario para curar aquella herida. Solo había una persona en todo Salatiga con habilidades suficientes para curar a Jacq, era su única esperanza, ya habría tiempo de hacer pagar al culpable o culpables de aquella atrocidad.
Sin mirar atrás Pervert salió corriendo de su casucha con Troy pisándole los talones, la lluvia era más intensa que cuando entró momentos antes. Cruzó los callejones de Salatiga esquivando la mayoría de charcos embarrados en busca de Yelou. El agua que resbalaba por sus ojos y la oscuridad de la tormenta, dificultaban su visibilidad, aunque Pervert conocía el pueblo como la palma de su mano y podría ir donde quisiera con los ojos cerrados, así que eso no era impedimento para seguir su camino.
No tuvo en cuenta los obstáculos que a traición podría haber dejado el agua a su paso y tropezó con un tablón de madera, cayéndose con las manos por delante en un barrizal. Al levantar la cabeza comprobó que tenía la cara manchada de barro, observó que tenía delante de sus narices la casa del sanitario.
-¡Yelou!-gritaba una y otra vez, mientras aporreaba la puerta con todas sus fueras-¡Abre!
-¿Qué pasa?-preguntó la mujer al abrir la puerta con cara de estar asustada. Yelou era la única persona en Salatiga que tenia conocimientos médicos. Hacía poco tiempo que se había instalado en el pueblo, pero todo el mundo la conocía. Ella evitaba hablar sobre su pasado aunque al final todo se sabe. Los viejos y viejas cotillas decían que perteneció a la Orden de San Juan de Dios y que aprendió allí a curar a la gente, aunque hasta la fecha nadie sabía porque dejó de salió de ella.
-¡Ven conmigo!-gritó Pervert-¡Necesitamos tu ayuda!
-¿De qué se trata?- Yelou parecía querer saber a qué se enfrentaba para poder disponer de lo necesario.
-¡Un herido!-notaba como cada vez estaba más nerviosa-¡No se con que lo han atacado, pero la herida es considerable y ha perdido mucha sangre! ¡Parece un impacto de un arma de energía!
Yelou se quedó pálida y eso que su piel era de un tono bastante oscuro. Sin perder tiempo echó mano de un botiquín y unas cuantas bolsas de plasma sanguíneo artificial.
Actualmente quedaban pocas bolsas de plasma sanguíneo artificial, puesto que se trataba de una tecnología del antiguo mundo y después de la guerra nadie había conseguido sintetizar tal sustancia, bien porque la mayoría de laboratorios habían sido destruidos o por carecer del conocimiento necesario. En cualquier caso el plasma sanguíneo, administrado adecuadamente tenía la propiedad de regenerar la sangre en el cuerpo humano entre otras muchas aplicaciones, aunque el paciente hubiera perdido una cantidad importante.

Una vez Yelou terminó de preparar el material necesario ambas salieron corriendo de regreso a la casucha de Pervert con Troy a la cabeza mostrando el camino. << ¡Que perro más listo!>> Yelou solo tardó unos pocos segundos en prepararlo todo, pero para ella aquel momento fue eterno.
Al llegar, Jacq se encontraba en la misma posición que cuando lo dejó, aunque su rostro estaba más pálido.
-¡Esto no tiene buena pinta!-dijo Yelou nada más ver a Jacq.
-¿Qué hago?-preguntó Pervert desesperada, las palabras de la sanitaria no habían hecho más que aumentar su nerviosismo.
-¡Dejarme sola!-gritó la mujer-¡Sin presión trabajo mejor!
-¡Sálvalo o tú iras detrás de él!- realmente no pensaba lo que decía, sabía de sobra que Yelou haría lo que estuviera en su mano para curar a Jacq. Tantas horas en el bar, tantos días cazando juntos, tanto compartido en tan poco tiempo. Había cogido cariñó a aquel hombre, por otro lado era difícil para ella no coger cariño a las personas. Pero ¿Que había pasado? ¿Dónde estaba Cristine? ¿Sería ella la culpable del ataque? Por mucho que se lo preguntara no encontraría respuesta, aunque dudaba mucho que la muchacha fuera capaz de algo similar.
Haciendo caso a Yelou, Pervert salió a las afueras de la casa con una botella de Whisky casi vacía y un cigarro. La servoarmadura aun estaba allí tirada donde la dejó, sin hacer mucho ruido la dejó dentro de su casucha a un lado de la puerta de entrada. Yelou al verla entrar, asintió con la cabeza y acto seguido con un movimiento de mano la hizo entender que esperara fuera. Necesitaba calma mientras esperaba, al menos la tormenta parecía haberse calmado definitivamente y aquello era de agradecer.
Abrió la botella y de un trago terminó su contenido. El sabor de aquel Whisky quemaba la garganta, ya ni recordaba de donde lo sacó. Tampoco importaba, al menos ahora se sentía más tranquila.
Con una cerilla encendió el cigarro, era el último que le quedaba. En el cielo las únicas nubes que quedaban eran las procedentes del humo de su boca. Había estado toda la tarde diluviando y ahora comenzaba a anochecer. Al final por un motivo u otro había sido un día bastante oscuro.
En medio de aquel paisaje donde las estrellas tímidamente comenzaban a dejarse ver, apareció surcando los cielos de Salatiga un misil para acabar explotando en una de las casas al otro extremo de poblado.
-¿Que cojones ha sido eso?-gritó Pervert. La tranquilidad entre los habitantes que había dejado la tormenta una vez finalizada, se vio alterada por aquella repentina explosión. Gritos y murmullos comenzaron a escucharse por doquier.
El proyectil debía proceder del exterior de las murallas, no había otra explicación. Pervert tiró el cigarro al suelo y se dirigió hacia las planchas metálicas que daban acceso a la parte superior de las murallas. Quería comprobar que todo iba bien y que aquello había sido un accidente, pero el sonido de proyectiles impactando en el metal que servía de protección al pueblo hizo pensar todo lo contrario.
Al comenzar el ascenso, Pervert vio caer de la torre de vigilancia a uno de los guardias de la puerta, abatido por un disparo desde el exterior. El cuerpo sin vida rebotó en el suelo como una pelota de trapo para terminar precipitándose por la rampa que daba acceso a la plaza central de Salatiga.
Un segundo misil impactó en la puerta principal quedando seriamente dañada. Como consecuencia, toda la estructura que componía la muralla recibió una fuerte sacudida que a punto estuvo de hacer caer a Pervert. Casi había llegado a la cima, pero aquel contratiempo la hizo descender unos centímetros.
Una vez en lo más alto de la muralla, Pervert levantó ligeramente la cabeza por encima de esta. Observó como un pequeño ejército vestido con servoarmaduras blancas, atacaba a los guardias y centinelas de Salatiga. Habría como un centenar de ellos, todos bien armados con rifles de largo alcance. Parecían bien entrenados en el campo de batalla, utilizaban pocos disparos para alcanzar al los hombres que defendían la entrada. Los guardias, iban cayendo abatidos uno a uno con suma facilidad. Era cuestión de tiempo que se hicieran con el control de la entrada.
Pervert divisó como uno de los soldados de servoarmadura blanca preparaba un nuevo misil dispuesto a derribar por completo la puerta principal de Salatiga que aun les mantenía a salvo. Desenfundó su Magnum sin pensárselo dos veces, con sumo cuidado apuntó al soldado que continuaba preparando el Toro.
Toro era el nombre que recibía el arma con el que disparaban aquellos proyectiles, un potente lanzamisiles que era utilizado en el antiguo mundo para destruir vehículos militares, aunque hoy en día se le daban unos usos bastante diferentes para los que fue diseñado. Su tamaño era tal que para poder dispararlo en condiciones había que sujetarlo entre dos personas.
No había tiempo que perder. El soldado terminaba de preparar el dispositivo mientras un compañero lo aguantaba en posición vertical. Pervert tenía a tiro al soldado, con su dedo índice apretó el gatillo.
-¡Joder!-El disparo no alcanzó a su objetivo. La oscuridad de la noche y el alcohol no eran muy buenos aliados a la hora de dar un tiro certero. << ¡Concéntrate cazurra!>>, de nuevo apuntó, los dos soldados se echaban al hombro el Toro, preparándose para dispararlo. Esta vez no falló, pero el disparo llegó tarde, el misil ya se dirigía ferozmente hacia la marchita puerta con intenciones de hacerla volar en mil pedazos.
El soldado que sujetaba la parte delantera del Toro cayó fulminado al suelo con la bala de Pervert alojada en el cuello. El proyectil finalmente hizo añicos la puerta principal de Salatiga. Fue todo cuestión de segundos pero ella lo vio todo a cámara lenta sin poder hacer nada por evitarlo.
Esta vez la sacudida fue lo suficientemente violenta como para hacer que Pervert perdiera el equilibro y cayera de espaldas al suelo desde lo alto de la muralla. El barro que se había creado a causa de la tormenta amortiguó bastante el golpe, pero no lo suficiente como para salir ilesa.
-¡Hijos de Perra!-gritó. La pierna le dolía horrores. Debía ser fuerte y superar el dolor, su pueblo estaba sucumbiendo ante aquellos mal nacidos y su nuevo amigo agonizaba en su casucha.
<< ¡Hay que salir de aquí como sea!-pensó al ver que ya no podía hacer nada por salvar Salatiga>>
Ya no quedaba nadie que defendiera la entrada y los primeros soldados comenzaban a entrar en el pueblo disparando a cualquier habitante que se cruzara en su camino. Pervert se levantó con dificultad y con la pierna entumecida se dirigió hacia su casucha para avisar a Yelou que tenían que abandonar el lugar.      
De un golpe abrió la puerta de su casucha, entonces un rayo de esperanza entre el caos que se estaba formando se levantó ante sus ojos. Yelou había conseguido reanimar a Jacq. El hombre llevaba puesta la servoarmadura, algo que a Pervert no le parecía muy normal, menos aun la luz brillante que emanaba del centro de la armadura, a la altura del pecho. Era un círculo redondo del tamaño de la palma de su mano, de color azul fluorescente. Parpadeaba como si del latido del corazón de Jacq se tratara.
-¡Tenemos que salir de aquí!-gritó Pervert nada más entrar.
-¡He conseguido estabilizarlo pero aun está muy débil!-replicó Yelou refiriéndose a Jacq. Razón no le faltaba, aun tenía bastante mala cara pero si se quedaban allí serían carne de cañón para los asaltantes.
-¡No hay tiempo que perder! ¿Crees que podrás caminar?-preguntó al hombre. Sea cual fuera la respuesta, le tocaba levantar el culo.
-¿Pero qué pasa?-preguntó Yelou exaltada.
-¡Estamos siendo asediados por un ejército de desconocidos! ¡Ayúdame!
Tanto ella como Yelou ayudaron a Jacq a levantarse. Con la servoarmadura puesta pesaba casi el doble que sin ella, pero parecía como si aquel artefacto le ayudara a mantenerse firme.
-¡Sus constantes vitales alimentan la servoarmadura y la servoarmadura suministra compuestos adicionales para curarlo!-Yelou se encogió de hombros-¡Sin reposo no se cuanto tiempo aguantara sin desfallecer, es un proceso un tanto delicado!
<< ¡Esperemos que el suficiente como para salir de aquí!>>
-Luego me explicas que has hecho, ahora vámonos-ordenó Pervert-Yo despejaré el camino, tú ayúdalo a caminar.
Elí estaba encima de la mesa del salón, en el último momento decidió llevársela, no tenía munición pero la sierra sería de gran ayuda. Quizás con ella podría abrir una vía de escape en la zona opuesta de la muralla por donde estaban entrando los asaltantes.
Fuera de la casucha los habitantes de Salatiga continuaban resistiendo los ataques de los soldados de armadura blanca, pero cada vez las fuerzas estaban más mermadas. Pervert observaba como algunos vecinos terminaban presos, otros con menos suerte acababan aniquilados a manos de los asaltantes. Sea como fuere aquello se había convertido en una carnicería humana. Al menos la resistencia de los habitantes de Salatiga servía para que tanto ella, como Yelou y Jacq que la seguían unos pasos más atrás, tuvieran el camino despejado mientras bordeaban la muralla en dirección opuesta a la salida del pueblo.
-¿Sabes utilizar esto?- preguntó a Yelou mostrándole su Mágnum.
-¡Es difícil sobrevivir en este mundo si no sabes utilizar un arma!-respondió la mujer confiada de sí misma.
-¡Toma!-Pervert lanzó el arma arrastrándola por el suelo-¡Vigila que nadie se acerque y no dudes en disparar!
Yelou asintió con la cabeza. Pervert confiaba en que Elí tuviera potencia suficiente como para atravesar la plancha metálica. Al apoyar la sierra contra la muralla las chispas comenzaron a saltar de manera exagerada. Era mucha la fuerza que tenía que ejercer para que el arma fuera rasgando el duro metal, pero poco a poco parecía que su plan daba resultado.
Comenzaba a sentir debilidad en sus brazos, solo esperaba que aquello acabara pronto porque no sabía cuánto tiempo mas podría resistir. << ¡Vamos hijo de perra ábrete!>> Finalmente sus suplicas se hicieron realidad y el muro cedió. Un pequeño boquete que daba camino a la libertad se abría ante sus pies.
Pervert por nada del mundo hubiera abandonado Salatiga en aquella situación, no lo hacía por gusto si no por obligación. Debía buscar ayuda para expulsar aquel grupo de malnacidos y entregar de nuevo el control del pueblo a sus habitantes como hasta ahora.
Ella fue la primera en salir por el agujero, luego Troy, Yelou y finalmente con algo más de dificultad Jacq. El perro comenzó a gruñir cuando ya estaban al otro lado de la muralla, señal de que el animal observó algo que no le gustaba. Cuando quiso levantar la vista para ponerse en pié, se vio sorprendida por un grupo de soldados de armadura blanca que la estaban esperando, agazapados, apuntando con las armas hacia su persona.   
-¿Que tenemos aquí?-pregunto uno de ellos. Parecía el cabecilla del grupo, puesto que el resto de soldados no llevaban casco y este sí. Uno muy feo, como el de una motocicleta, al parecer hecho a mano con un cráneo de vaca en la zona más alta.
-¿Quien cojones sois?- preguntó en tono amenazante, aunque imaginaba quien podría ser. Parecía que Troy en cualquier momento iba a saltar al cuello de aquel tipejo, Pervert le dio una palmada en el hocico. No sabía si eso lo calmaría porque no entendía demasiado de animales, pero en aquel momento es lo único que se le ocurrió. <<Si ataca lo matará, pero el resto nos matará a nosotros. Quieto ahí Troy. Hazme caso. >> Le dio la sensación de que el perro le había leído el pensamiento y aunque continuaba gruñendo, se escondió detrás de ella.
-¡Aquí las preguntas las hacemos nosotros!- eran seis contando al cabecilla y ninguno de los allí presentes dejaba de apuntarles con el arma. Llevaban unos rifles de alta tecnología, ella no los había visto jamás pero visto que todos llevaban el mismo modelo debían ser bastante comunes- Al moribundo terminar de rematarlo, a las zorras llevarlas con el resto de esclavos. El rey Penalba se pondrá muy contento con el género que le vamos a llevar.
<< ¡Es el fin!-lamentó en su interior. Con Jacq en perfectas condiciones y la ayuda del perro, quizás hubieran tenido alguna oportunidad, pero su amigo bastante tenía con mantenerse en pie-¡Son demasiados y no podemos ganar!-cada vez se sentía más impotente-¡Pero a mí no me cogerán con vida!>>
Pervert cerró los ojos y activó la sierra de Elí. Aquel día cuando despertó nunca habría imaginado que fuera a pasar algo así.
-¡Acabad con ella!- gritó el cabecilla. El sonido de los disparos con ritmo constante era como si fuera una última melodía antes de irse al otro mundo, una marcha fúnebre de esas que no había escuchado en su vida aunque imaginaba como debían sonar. Solo esperaba a que uno de ellos la alcanzase y todo acabara allí mismo.
De repente todo estaba en calma, no se escuchaba nada y tampoco le dolía ninguna parte de su cuerpo.
<< ¿Tanto miedo a morir y esto es lo que pasa?-pensó-¡Si lo llego a saber lo hago antes!>>
Cerró los ojos con tanta fuerza, que al abrirlos solo veía sombras a lo lejos. Parecía que aquellos hijos de perra estaban jugando con ellos y que solo querían acojonarlos. Poco a poco fue recuperando la vista. Las sombras tomaban forma, comprobó que tanto Yelou como Jacq, también continuaban vivos. Este último parecía no haberse dado cuenta de nada. Los que yacían muertos en el suelo eran sus enemigos, aquellos que momentos antes habían intentado quitarles la vida. Troy mordía el cuello del cabecilla, arrancándole un trozo de carne para terminar comiéndoselo.
-¡Benditos robots!- Yelou rompió a llorar.
-Que cojones...- al ver lo que tenía delante suyo Pervert no tuvo valor para terminar la frase. Una decena de robots de la serie Orión de Only Tec con las armas humeantes aun en posición de ataque, habían sido los causantes de su liberación. No entendía nada, por lo que ella sabía, los robots solo atendían las órdenes que llevaban integradas en el código con el cual habían sido programados. Tales como la defensa de algún lugar o alguna persona. Pero aquellos androides actuaban como si alguien los estuviera controlando.
A la otra parte de la muralla, aun se escuchaban los gritos de dolor, pero allí fuera no quedaba ninguna amenaza. Los robots rompieron la fila que formaban delante de ella y sus compañeros, situándose la mitad a un lado y la mitad al otro formando un pequeño pasillo.
-¡Vamos chicos!-dijo Pervert dirigiéndose al resto del grupo-¡Creo que quieren que les acompañemos!
Troy se adelantó a todos recorriendo el pequeño pasillo, los robots a su paso fueron rotando sobre sí mismos, al parecer, indicando hacia donde había que dirigirse.
Salatiga estaba cada vez más lejos y Pervert cada vez mas confundida, los robots les custodiaban sin romper las dos filas que conformaban el estrecho pasillo. Al menos tanto ella como sus compañeros seguían con vida. Lo que si tenía seguro, era que aquello no sería un adiós si no un hasta luego.

sábado, 30 de agosto de 2014

CAPÍTULO XXXIII - NIÑERA





JAMES BLACK



-¡Ponme otra!-gritó al camarero, un hombre mayor que intentaba ligar a la otra punta de la barra con una de las prostitutas del local. James Black buscaba consuelo en el fondo de un vaso de Whisky vacío. Cada vez estaba más convencido de que no encontraría lo que buscaba en ese antro, y mucho menos emborrachándose hasta perder la conciencia. Pero el olor a mujer y el alcohol, ayudaban bastante a olvidar el mal trago que supuso ver como todas aquellas personas desaparecían engullidos por la nube que generó la explosión del cohete. El cohete que aquel malnacido soldado del Notocar disparó contra el grupo.
<< ¡Espero que ese hijo de puta muriera también en la explosión!>>, se repetía una y otra vez refiriéndose al soldado.
Un grupo de personas incluyéndole a él y tres niños que a la postre, serían los niños que tanto interés tenían en encontrar Jacq y el necrófago quedaron aislados en aquel oscuro túnel. La explosión hizo que un aluvión de escombros bloqueara el acceso, por lo que les fue imposible buscar más supervivientes. Solo les quedó cruzar los dedos para no tener que vérselas con ninguna criatura e intentar salir por el otro lado del túnel.
James Black lideró la expedición de regreso a la superficie, pero la suerte no estaba de su lado ese día. Dos moradores de las cloacas les atacaron por sorpresa, la escasa munición y los palos que muchos de los supervivientes llevaban por armas no fueron suficientes para repeler la amenaza. Las abominaciones hicieron presa a un pobre desgraciado que por mucho que el resto de humanos intentaran ayudarle golpeando a las bestias, no pudo escapar de sus garras. James Black nunca olvidaría el sonido de la piel desgarrándose y los gritos de aquel hombre a manos de los moradores mientras el resto de supervivientes corrían sin mirar atrás.
-¿Aun no has bebido suficiente forastero?-preguntó el camarero con el ceño fruncido.
-¡Tengo mucho que olvidar!
Una vez en la superficie y gracias a la buena orientación de Perfecto, uno de tantos habitantes de Mostonia que había sido víctima de las capturas de la banda de los Trajes Grises, encontraron una senda segura evitando cualquier posible amenaza. Aquel hombre, un mercader en decadencia a causa de las drogas, conocía la zona como si fuera la palma de su mano.
Por las historias que contaban los supervivientes, aquel pueblo había sufrido el azote de la codicia de la banda de los Trajes Grises. Todos ellos eran habitantes de este pueblo levantado de la nada, que por desgracia estaba demasiado cercano a la prisión donde los malnacidos integrantes de la banda habían decidido asentar su base.
-¡Mientras pagues no tengo nada que objetar!-dijo el camarero mientras rellenaba el vaso. James había perdido la cuenta, ya no sabía cuántos vasos había tomado aquella solitaria noche, en aquel antro de mala muerte. Tampoco sabía cuántas meretrices habían intentado seducirle para cobrarle por echar un polvo, aunque ninguna lo había conseguido. Aquella noche no se sentía atraído por ninguna mujer.
-¡Menos mal que te encuentro!-dijo Gala Macarra a sus espaldas, al principio pensaba que era otra de las prostitutas, pero rápidamente reconoció su voz-¡Pensé que te habías marchado del pueblo!
-¿Y a donde voy a ir?-dijo con tristeza-¡No tengo dinero, no tengo amigos, no tengo casa donde cobijarme!-dio un largo trago al Whisky-¡Que cojones hago yo en este puto mundo!
-¡Todos tenemos alguna función en este mundo!-Gala lo miró con cara de sentir lástima-¡Gracias a ti los pequeños volvieron sanos y salvos!
-¡Pero murió mucha gente en aquella encrucijada!
-No te tortures de esa manera. No fuiste tú quien apretó el gatillo, no tuviste nada que ver con la muerte de aquellas personas, y tampoco fuiste quien los hizo presos- las palabras de Gala aliviaron su pesar.
Al llegar a Mostonia la alegría inundó las calles de aquel decadente poblado, abrazos, besos, lágrimas de felicidad para los que volvieron a su hogar y para sus familiares, excepto para los tres niños. Después de tanto tiempo alejados de los brazos de su madre, estaban como locos por volver a ver a Rose, pero los cálidos abrazos como solo una madre sabe darlos nunca llegaron. Se quedaron horas y horas delante de la pensión, acompañados por James esperando a una madre que nunca llegó. Gala se enteró tarde de la noticia al estar en su puesto del mercado, en cuanto se hizo sabedora cerró la tienda de inmediato y fue en busca de los pequeños. A partir de ese momento Gala se hizo cargo de ellos, con la esperanza de que Rose volviera pronto, pero habían pasado varios días y nadie parecía saber nada de su desaparición.
-¿Cómo te han dejado entrar aquí?-preguntó James extrañado. En la puerta había un cartel en el cual se especificaba que solo estaba permitido el acceso a mujeres que trabajaran en aquel local, las palabras exactas eran "Solo pueden entrar las putas". Que el supiera Gala no trabajaba como prostituta por lo que su presencia en aquel antro no le cuadraba.
-No lo sabe casi nadie, pero el dueño es mi hermano-respondió Gala con voz bajita-Aunque no sea una furcia yo si puedo entrar.
-¿Y porque me buscabas?
-Los mercaderes ambulantes andan diciendo que el Notocar ha sido reducido a cenizas, pensé que te alegraría saberlo.
La noche mejoraba por momentos, las palabras de Gala le hicieron ver que aun existía la justicia en el mundo y avivaba esperanzas de que sus compañeros Jacq y Hueter, después de todo sobrevivieran y fueran los causantes de impartir tal correccional.
-¿No se ha sabido quien fue?-preguntó con intriga.
-¡No!-Gala se encogió de hombros-¡Tampoco de las personas que estaban presas!
-¡Ya entiendo!-James sabía que Gala no le buscaba solo para darle la buena noticia-¡Lo que queréis es que vaya allí en busca de Rose! ¿No es así?
Gala asintió con la cabeza. Levantó la mano y pidió otras dos copas de Whisky a su hermano. James Black sin darse cuenta, había agotado hasta el último sorbo de su copa.
-¡La última y os dais el piro que me espantáis a la clientela!-protestó el camarero mientras servía las copas en dos vasos limpios.
-¡Descuida, que ya nos vamos!-dijo Gala dejando caer un montón de chapas sobre la barra, suficientes para pagar el gasto en Whisky de James-Nuestro pueblo necesita guerreros como tú, echa un vistazo y corrobora la información de los mercaderes. A cambio, construiremos una bonita choza para que puedas formar parte de nuestra pequeña comunidad. 
Una casa, aquello era el regalo más bonito que le podrían haber hecho después de que Jacq le regalara la libertad.
-¡Trato hecho!-era la primera vez en toda la noche que James Black sonreía.
De repente un ensordecedor grito seguido de múltiples disparos interrumpió aquel agradable momento.
-¿Que cojones ha sido eso?-protestó el camarero.
-¡Ha venido de fuera!-gritó Gala. Aquello alertó a todos los presentes en el prostíbulo, sacaron sus respectivas armas y salieron a las afueras para ver que había pasado.

Solo las prostitutas quedaron adentro, James miraba con preocupación cuanto le rodeaba, al ir desarmado se sentía como si fuera desnudo. Todo estaba demasiado tranquilo, hasta que un hombre vestido con una extraña servoarmadura blanca, apareció en una esquina de la calle principal del pueblo.
-¡Rendíos en nombre de la Pena del Alba!-gritó el extraño a lo lejos.
-¿Y si no lo hacemos que pasara?-preguntó uno de los parroquianos del burdel.
-¡Lo haréis a la fuerza!
No debió pensarlo detenidamente aquel desgraciado, la muchedumbre procedente del prostíbulo abrió fuego sin darle tiempo a reaccionar.
-¡Valiente imbécil!-espetó otro de los parroquianos.
-¡James ahí tienes un arma!-dijo Gala señalando hacia el hombre muerto.
La esquina estaba lo suficientemente cerca como para no separarse mucho del grupo. James seguía sin fiarse de la situación, seguramente habría más locos como aquel hombre, sueltos por el pueblo. Cuidadosamente se acercó hacia la posición del extraño acribillado a balazos. Al coger el arma, un rifle táctico SVU, James Black comprobó que estaba fría, no había sido disparada recientemente por lo que aquel desgraciado no era el causante de los disparos que escucharon en el bar.
De la nada amaneció otra bala pasando a escasos centímetros del brazo con el que sujetaba el arma e impactando en uno de los tablones de madera, que constituían la pared de una de las casas cercanas.
Asustado y con claros síntomas de embriaguez corrió dando tumbos sin saber hacia dónde se dirigía, para ponerse a cubierto. En su carrera tropezó con un viejo coche abandonado, empotrándose contra el asiento del copiloto.
Pataleó durante un breve periodo de tiempo hasta que pudo quedar sentado. Desde el interior del coche observó detenidamente por la mira telescópica del rifle que le había sustraído al cadáver momentos antes. Comprobó como dos hombres, vestidos de igual forma que el anterior, disparaban desde el tejado de una de las casas colindantes a la calle del burdel. Tenía un buen ángulo y si no fuera por la borrachera que llevaba encima lo más seguro es que ahora mismo ya estuvieran los dos muertos.
Tranquilamente dejó caer el rifle en el salpicadero del coche, apoyado sería más fácil que centrara el disparo. James Black volvió a observar por la mira telescópica y centró el disparo en la cabeza de uno de los atacantes del tejado. Apretó el gatillo, la explosión sonó con contundencia en el cañón del rifle y el hombre se precipitó desde lo alto de la casa. James no pudo ver como se estrellaba en el suelo porque la fachada le tapaba la vista, en cualquier caso el alcohol no había mermado tanto su puntería.
El otro individuo inmediatamente se puso a cubierto. Desde su posición se hacía imposible que James Black pudiera alcanzarlo.
<< ¡Porque te escondes capullo!>> Sigilosamente salió del coche, la tensión del momento estaba haciendo que la borrachera pasase más rápido de lo que lo habría hecho en condiciones normales. Pegó su espalda contra la pared de una casa en ruinas al lado del coche abandonado. Sin separarse un milímetro de la pared se deslizó poco a poco hacia la casa donde se encontraba el segundo individuo. Conforme se acercaba a la zona James Black escuchaba cada vez más fuerte los disparos, seguramente Gala y el resto de parroquianos del prostíbulo estarían en un fuego cruzado con aquellos indeseables desconocidos.
Al asomar la cabeza por la esquina de la casa, donde supuestamente estaba el compañero de su víctima, James vio que estaba en lo cierto. Algunos parroquianos yacían muertos en el suelo, otros, entre los cuales se hallaba Gala se atrincheraban en las inmediaciones del burdel y resistían como podían los ataques de cinco hombres vestidos con aquella extraña armadura blanca.
Parecían iguales, todos calvos, vestidos igual y con las mismas armas. Lo único que los diferenciaba era el tono de su piel, algunos eran más oscuros que otros aunque se hacia difícil distinguir con la oscuridad de la noche. Los extraños estaban en inferioridad numérica, pero su potencia armamentística era diez veces la de Gala y el resto del grupo. Lanzaban granadas aunque con poca puntería, ninguna llegaba a alcanzar la posición del grupo de Gala, que esperaba agazapado la oportunidad contraatacar.
<< ¡Solo no voy a poder con los cinco!-James tenia buen ángulo de tiro, aunque en su posición actual era un blanco fácil, podría matar a uno, quizás dos, pero acabaría acribillado por el resto-¡Si consigo acceder al tejado y acabar con el otro ganaré una posición muy ventajosa respecto a los enemigos!>>
El acceso a la casa estaba en la misma calle donde tenía lugar el tiroteo, los hombres de servoarmadura blanca habían avanzado su posición dejando la puerta sin cubrir. Aquella circunstancia la aprovechó James Black, que sin llamar la atención entró a gatas en la casa.
Allí vivían personas, había restos de comida sobre una mesa de plástico en medio del salón. La escalera en uno de los laterales de la casa daba acceso a la planta superior, con sumo cuidado James comenzó a subir, intentando no pisar demasiado fuerte para no hacer el más mínimo ruido.
En el siguiente piso contempló con horrores los cuerpos sin vida de un matrimonio sobre una vieja cama grande. Habían muerto abrazados, de un balazo el hombre y de otro, la mujer. La sangre aun era fresca, seguramente aquellos malnacidos fueran los causantes de tal asesinato.
<< ¿Hasta cuándo voy a tener que ver tanta maldad?-se repetía una y otra vez-¡Seguramente hasta el fin de mi existencia!>>
Desde el tejado se escucharon varios tiros, el otro individuo seguía allí arriba. No podía arriesgarse a asomar la cabeza, seguramente el asesino estaría agazapado vigilando la salida. Al comprobar que el techo era de madera le vino una idea a la cabeza.
<< ¡Te vas a enterar!>>, armó el rifle y apuntó hacia el techo, James esperó a que el asesino disparara de nuevo o hiciera algún ruido para poder localizar su posición. El disparo no se hizo esperar, inmediatamente James apretó el gatillo varias veces hacia el origen del sonoro disparo. El asesino gritó de dolor y la parte del tejado donde estaba situado cedió a causa de los grandes agujeros creados por el arma de James.
El cuerpo sin vida del individuo yacía entre los escombros, con varios impactos en las piernas y otro certero en la cabeza a la altura de la nariz, el único lugar donde carecía de protección, << ¡Ni hecho aposta!>>, vaciló. Registró a conciencia el cadáver en busca de más munición u otras armas. James no tuvo que esmerarse mucho, aquel tipo tenía munición de sobra como para acabar con todo el pueblo, granadas y un machete bien afilado.
Al ver la coraza con la que vestía aquel hombre una idea le vino a la cabeza. Todos vestían con la misma servoarmadura, era como un uniforme, podría vestirse con la misma para así confundir al enemigo.
Cuando intentó desprender al cadáver del uniforme, James Black se dio cuenta de que no tenía ni la más remota idea de cómo funcionaba aquel artefacto. No parecía tan sencillo como bajar una cremallera o desabrochar unos botones. Nada indicaba como desenfundar aquel traje. Cansado de darle vueltas al cadáver James Black desistió, limitándose a meterse en los bolsillos tanta munición y granadas como pudiera.
Cargó las dos armas y con los bolsillos repletos de balas y unas cuantas granadas subió al tejado de la casa. Rápidamente se asomó a una barandilla la cual daba a la calle donde estaba teniendo lugar el tiroteo. Los atacantes habían adelantado aun mas su posición, uno de ellos había sido abatido, yacía muerto en medio de la calle con un disparo en la cabeza. Por el bando de Gala, parecía que solo quedaban con vida su hermano, un parroquiano de barba y pelo canoso y la misma Gala. James desde su posición divisaba varios cuerpos sin vida pertenecientes a hombres del prostíbulo, pero faltaban algunos.
El tiempo apremiaba y no era momento de contar cuantos faltaban, inmediatamente apoyó las dos armas en la barandilla. No tenía suficiente fuerza para sujetar ambos rifles cada uno con una mano y mucho menos para disparar, aquella era la mejor manera de utilizarlos a la vez. Apuntó como mejor pudo hacia el grupo de bandidos que acechaba el pueblo, sin pensarlo dos veces, apretó los gatillos de ambos rifles. El retroceso del primer disparo a punto estuvo de desmontarle el tinglado y tirar la barandilla abajo, pero pudo sacar fuerzas y mantener la posición.
Todas las balas impactaban en el suelo, al darse cuenta, los asaltantes intentaron esconderse, pero al desplazarse se cruzaron con la línea de tiro de James. Uno a uno fueron cayendo, los trajes protegían casi la totalidad de los impactos, aunque no eran de acero. James disparaba sin contemplaciones, una bala alcanzó la yugular de uno de los atacantes que murió desangrado en el acto. Después de varias decenas de balas la servoarmadura de otro terminó por ceder y este acabó acribillado. El hermano de Gala alcanzó a otro con su Mágnum de un disparo certero en la cabeza.
Finalmente el último individuo que quedaba en pie consiguió esconderse detrás de un contenedor de basura. El rastro de sangre que dejó a su paso revelaba que estaba herido. Era mucha sangre por lo que no duraría mucho con vida.
James Black soltó uno de los rifles y bajó a toda velocidad a la calle para buscar al individuo y acabar con él de una vez. Gala y su hermano se acercaban caminando, mientras el tercero se había quedado agazapado detrás de unos bancos metálicos con su pistola en la mano.
Al llegar al contenedor James Black lo apartó de una patada, el hombre quedó tendido en el suelo. Tenía una bala en una de las axilas y varios impactos en la servoarmadura.
-¡No me matéis!-gritó con voz temblorosa-¡No por favor noooo!
James puso el rifle en la frente del hombre, en medio de sus ojos, sin dejar de mirarlo a la cara apretó el gatillo. El impacto hizo saltar por los aires los sesos de aquel desgraciado.
-¡Que has hecho!- grito Gala corriendo hacia él.
-¿Tu qué crees?-pregunto con voz vacilante-¡Acabar el trabajo!
-¡Podríamos haberle hecho cantar y que nos dijera quien le envía!
-¿Y que mas da eso?-protesto el hermano de Gala-¿Vas a ir a matarlos con tus propias manos Gala?
-¡No Yoyo pero...!
-¡No hay peros!-interrumpió el hermano que al parecer se llamaba Yoyo-Este maldito pueblo está acabado, cuando parecía que nos habíamos librado de unos aparecen otros y así desde que existe. Creo que la mejor opción sería mudarse a otro sitio.
-¿Estás loco?-preguntó Gala con los ojos llenos de ira.
-¡Calmaos por favor!-James intentó quitarle hierro al asunto-¿Habéis pensado en buscar ayuda?-antes del ataque Gala le había dicho que en este pueblo hacia falta más gente como él y no se refería a esclavos precisamente. Lo que Gala buscaba eran soldados, mercenarios quizás.
-¡Ayuda dice!-bufó Yoyo.
-¡James tiene razón!-el rostro de Gala se iluminó de repente-¡Seguro que si pagamos debidamente al Ejército del Pueblo Libre nos mandaran soldados para protegernos!
-¿Y vas a poner tu el dinero para pagarlos?-Yoyo parecía no querer entrar en razón-¡No estoy dispuesto a gastar mis chapas por proteger esta mierda!-escupió al suelo-¡Mis putas pueden follar donde sea, por ahí no paso!
-¡Tranquilo, tengo la solución!-dijo Gala, James se había convertido en un mero espectador en aquella conversación-¡Hay alguien que se molestara por eso, siempre y cuando vuelva!-recapacitó durante unos momentos-¡Que cojones! ¡Si ya no lo necesita! ¡James acompáñame!