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martes, 15 de abril de 2014

CAPÍTULO XXI - POR LOS PELOS



CRISTINE




Recordaba la cara de aquel necrófago al que sus compañeros llamaban Hueter. Era aquel tabernero borracho, que días antes estuvo contándole el inicio de una historia en su bar cuando Cristine realizaba una de sus visitas de incógnito para la Banda de los Trajes Grises. ¿Que hacia en aquel lugar tan alejado de su hogar? ¿El la reconocería?

Cristine había conseguido escapar momentos antes de aquellas malditas alcantarillas.

Bárbara Virtuoso, una mujer de avanzada edad le había facilitado una máscara hecha con el rostro de un necrófago muerto. Decía que los necrófagos y los Moradores de las cloacas tenían una vista muy distorsionada, con una simple mascara una podía hacerse pasar por uno de ellos y evitar ser atacado.

-¿Y porque sigues aquí y no escapaste?- la pregunta de Cristine hizo sonreír a la mujer.

-¿Tu me has visto bien hija? ¿Donde va a ir una vieja chiflada como yo?- la señora Virtuoso el estrechó fuertemente la mano-¡Vete! ¡Escapa de este nido de muerte y no mires atrás!

-¿Por qué yo?- Cristine no entendía que aquella mujer a la que acababa de conocer tuviera tanta amabilidad con ella.

-Mira a tu alrededor, los que no son niños son viejos que apenas pueden mantenerse de pié. Tu amigo el de la silla de ruedas quizás levantaría demasiadas sospechas si desapareciera y Neil el necrófago puede escapar cuando quiera puesto que es uno de ellos. Recemos para que no lo haga, es el único que mantiene la poca esperanza que queda en este agujero.

-¡Buscaré ayuda en la superficie!

-No te preocupes por nosotros, si no nos matan esos bichos lo hará el hambre. Ve con cuidado hija.

La amabilidad de la señora Virtuoso dio de lleno en el corazón de Cristine. No podía dejarles allí sin más. Tenia que conseguir ayuda como fuera, hombres de algún ejército, mercenarios, alguien que le ayudara a sacar a todos los fugitivos que había en aquel rincón de las alcantarillas, pero ¿Como les pagaría?

Aprovechando que Mosarreta hablaba con tres niños al fondo de la estancia y el resto de personal estaba revuelto, salió sigilosamente de aquel refugio improvisado. Una vez fuera se puso la máscara, esta apestaba a podrido, motivo por el que Cristine apunto estuvo de vomitar la poca comida que aun le quedaba en el estomago después del desayuno.

Llegó de nuevo a la estancia donde se cruzaban los túneles, donde momentos antes habían sido atacados por una decena de necrófagos. Los cuerpos inertes de aquellas criaturas yacían en el suelo, uno de ellos aun estaba vivo. Se arrastraba torpemente con sus manos hacia Cristine, no mostraba una actitud amenazadora como en el ataque anterior.

<< Esta sufriendo >> Cristine observaba la expresión de dolor que reflejaba el necrófago en su rostro. Parecía que buscara ayuda en ella.

<<Solo hay un modo de acabar con tu sufrimiento>> Cristine rodeo con sus manos la cabeza de la criatura y con un movimiento seco le retorció el cuello. El necrófago quedó muerto en el suelo con la cabeza del revés mientras ella se adentraba en aquel oscuro túnel sin volver la vista atrás.

A pocos metros el paisaje cambió por completo, el suelo y las paredes del túnel estaban cubiertas de una sustancia azul fluorescente, bastante resbaladiza. Caminaba entre necrófagos, moradores de las cloacas, cada criatura que se cruzaba en su camino la miraba fijamente, pero ninguno descubría el engaño. El corazón le latía a toda velocidad, estaba perdida, aquel nido de mutantes era inmenso, caminaba y caminaba hacia el norte conforme le explicó Mosarreta el día anterior, pero cuanto mas caminaba menos esperanzas tenia de encontrar la salida.

<< ¡Estoy perdida!>>

En ese momento de desesperación escuchó el sonido de una explosión. Parecía proceder de la superficie, quería creer que procedían de la superficie. Corrió lo más rápido que pudo por aquel oscuro y resbaladizo túnel.

El sonido de la explosión desapareció dejando paso a lo que parecían ser disparos.

<< ¿Que hago corriendo hacia los tiros? >> Al darse cuenta de su estupidez intentó parar pero el suelo le jugó una mala pasada y terminó cayéndose arrastrando el culo por el suelo varios metros.

Desde el suelo alzó la vista para ponerse de nuevo de pie y comprobó que delante de sus narices tenía una escalera que daba a la superficie. Los disparos habían cesado, el silencio volvía a imperar en aquella zona.

Lentamente ascendió por aquella escalera de metal oxidado, algunos peldaños estaban rotos y en uno de ellos Cristine sufrió un pequeño corte en su brazo izquierdo desgarrando parte de la manga de la camiseta, nada que le impidiera continuar con su ascenso pero que sin embargo sangraba, dejándole una mancha roja.

La trampilla estaba a medio cerrar, podía observar como la pequeña abertura dejaba entrar la luz del sol. Cristine deslizo sus pequeños y delicados dedos por aquella ranura, el metal de la trampilla estaba ardiendo producto de todo un día recibiendo el calor de los rayos de sol. Retiró la mano rápidamente al notar el calor en sus dedos y apunto estuvo de caer. <<No puedo rendirme ahora por mucho que duela>> Cristine cogió de nuevo la tapa que cerraba la trampilla, esta vez con mas fuerza y intentó no pensar en el dolor.

Empujó con todas sus fuerzas, la tapa comenzó a moverse, esta chirriaba acorde a su movimiento. El dolor vencía por momentos a sus fuerzas, se estaba quemando la palma de su mano. Dejó escapar un fuerte grito en un gesto de rabia para acabar de mover la tapa hasta dejar un hueco lo suficientemente ancho para poder salir.

Antes de realizar el salto definitivo hacia el exterior Cristine miró fijamente su mano. A simple vista parecía estar intacta, aunque sentía como si le hubieran echado por encima un cazo de agua hirviendo.

En la superficie el sol agotaba los últimos rayos del día. La tímida brisa secaba las lagrimas de alegría que corrían por su mejilla, alegría por volverse a sentir libre.

-¿Que cojones...?- escuchó, Cristine miró a uno y otro lado pero no vio a nadie, la voz sonaba cerca, tan cerca que parecía tener a alguien a su lado -¿Quien eres tu?- inmediatamente una luz brillante pasó cerca de su cabeza perdiéndose en el cielo. Tumbado boca arriba en el suelo había un hombre de pelo largo, vestido con una abultada coraza apuntándole con un arma. Cristine mantuvo la respiración y se quito la mascara levantando los brazos en señal de rendición. Aquel hombre se levantó sin dejar de apuntarla con aquel extraño fusil y sin mediar palabra.


Momentos después llegaron otros dos hombres que posiblemente fueran los compañeros de aquel desconocido.

Hablaban entre ellos, debido al miedo que corría por todo su cuerpo Cristine no llegaba a escuchar nada de lo que decían. Había estado apunto de ser aniquilada por un disparo del arma de aquel hombre de pelo largo.

Tapa de alcantarilla oxidadaUno de ellos, un hombre de piel negra vestido de forma diferente a los otros dos se acercó a su agresor y con un suave movimiento de mano hizo que su este dejara de apuntarle con aquella extraña arma.

-¡Dinos quien eres!- las palabras del hombre de piel negra hicieron que Cristine se asustara y dejara caer la mascara al suelo-¡Tranquila no te vamos a hacer nada! Haz el favor, baja los brazos.

No le quedo mas remedio que hacer caso y lentamente bajó los brazos hasta su posición natural <<Por fin, me estaban empezando a doler los brazos>>. Los tres hombres la miraban fijamente con el ceño fruncido.

-No seas tímida mujer que no mordemos- bromeo el mas extraño de los tres, parecía ser un necrófago aunque con aquel atuendo era difícil distinguirlo si no lo mirabas fijamente de cerca.

-Tu igual no pero tú compañero casi me vuela la cabeza- protestó Cristine.

-¡Te voy a despertar yo con esa mascara a ver si te gusta!- gruño su agresor.

-Tranquilo hombre tampoco es para tanto. Tendrías que estar acostumbrado que llevas todo el día viéndole la jeta a Hueter- Cristine miró fijamente a Hueter, recordaba la cara de aquel necrófago. Era aquel tabernero borracho, que días antes estuvo contándole el inicio de una historia en su bar cuando Cristine realizaba una de sus visitas de incógnito para la Banda de los Trajes Grises.

-¡Oye tu negro! ¡No te pases o te rajo!- las palabras del necrófago sonaban a indignación. En medio de aquella pequeña discusión Cristine dejo escapara una pequeña pero tímida sonrisa.

-Disculpad que os interrumpa-los tres hombres se quedaron mirándola fijamente al escucharle-Me llamo Cristine.

-¡Un momento! ¿De que te conozco yo a ti? tu cara me suena, pero no recuerdo de que- dijo Hueter. Era mejor que no la recordara, su pasado en la banda de los Trajes Grises podría traerle graves consecuencias.

-¿Y que mas da eso? La pregunta es de donde cojones ha salido- aquel hombre de pelo largo no decía tres palabras sin que dos de ellas fueran mal sonantes.

-Escapaba- respondió Cristine en voz baja- buscando ayuda- añadió -Estaba presa en el Notocar.

-¿Que es el Notocar?-pregunto el hombre negro.

-¡Es el lugar donde nos dirigimos!- respondió Hueter.

-Mi compañero de celda, un hombre en silla de ruedas y yo conseguimos escapar por las alcantarillas. Todo iba bien hasta que nos topamos con un campamento formado por otros presos que también habían conseguido escapar, pero que no habían logrado salir de las alcantarillas puesto que la única salida estaba bloqueada por criaturas extrañas.

-¿Y si acabamos con aquellas criaturas podríamos acceder al Notocar?- preguntó el necrófago.

-Así es- la mentira que Cristine estaba contado a aquellos desconocidos parecía tener el efecto deseado.

-¿Y por eso te pusiste la mascara? ¿Para hacerte pasar por uno de ellos?- preguntó su agresor.

-Si. Me la dio una mujer en el campamento.

-Esto cambia por completo la historia, Cristine llévanos hasta allí. Este será el trato, acabaremos limpiaremos la salida y tu a cambio nos guiaras para acceder al Notocar por donde tu escapaste- las palabras de Hueter le producían tranquilidad, había obtenido la ayuda de aquellos desconocidos, aunque por otra parte tenia que volver al lugar de donde estaba escapando. Quizás fuera una buena oportunidad para acabar definitivamente con sus problemas. Si conseguía hacer saltar por los aires aquel sitio y encargarse de Mosarreta su pasado quedaría borrado por completo.

viernes, 28 de febrero de 2014

CAPÍTULO XIV - EL MUNDO AL REVÉS



MOSARRETA




Soñó que volvía a caminar. Campos de hierba verde, un sol radiante y al fondo el amor de su vida. Corría hacia el, tan bella, con el pelo negro caoba, esas caderas que tanto recorría con sus labios, beso a beso, subiendo poco a poco por su cintura, sus pechos y finalmente besar aquellos labios carnosos y ver aquella cara de pánfila que tan cachondo le ponía -¡Yejova!- repetía una y otra vez -¡Yejova!- gritaba con mas fuerza, el campo cada vez era mas gris, la imagen de su amada mas difusa.

-¡Mierda!- despertó con el ruido de las gotas cayendo constantemente al suelo encharcado de las alcantarillas. Cristine estaba en la misma posición que la noche anterior, inmóvil <<¿Se habrá intoxicado con la carne del hombre pez?-pensaba mientras observaba como la chica dormía- Estará cansada>>.

Maldecía cada mañana al despertar el día en que intentó violarla y esta le dejó tullido. Le dolían aunque no pudiera moverlas. Siempre se preguntaba porque quiso hacerlo. Era feliz, tenia una mujer bonita que le amaba, un trabajo que le reportaba grandes sumas de chapas, pero todo cambió de la noche a la mañana. El alcohol, las drogas, prostitución y por último violador en serie <<¡Menudo currículo!¡Normal que mi mujer me abandonara!>> Sentía una sensación extraña, tenia mucho que agradecerle a Cristine, se había convertido en un gilipollas integral, pero gracias a ese cuchillazo dejo de serlo, hizo verle que lo había perdido todo, hasta las ganas de vivir. Después todo cambió, quería volver a ser el mismo de antes y recuperar a Yejova, aunque sin pelo y en silla de ruedas y sobretodo después de lo que había hecho, iba a ser tarea difícil

-¡Gracias!- dijo en voz alta, pero la chica no respondió seguía dormida -¡Venga despierta!- gritó - es hora de ponerse en marcha, no tenemos todo el día.
Alcantarillas posguerra


-¿Que hora es?- respondió Cristine mientras se desperezaba.

-¡Y yo que cojones se!¿Tengo cara de tener un Rolex?

Aun quedaban brasas en la hoguera, medio consumidas después de muchas horas encendida. Aprovecharon para prepararse el desayuno, y una vez fritos los restos del hombre pez, comieron un poco para llenar el estomago.

Mosarreta llevaba varios días comiendo lo mismo, pero aquella carne tan tierna era de las mejores que había probado nunca y hasta ahora no se cansaba de comerla. Tenia la sensación de que era adictivo puesto que cuanto mas la comía mas le gustaba, y a su compañera parecía pasarle lo mismo <<Mejor ser adicto a esto que no morir de hambre>>.

Una vez terminaron de comer Mosarreta guardo el resto en una mochila que llevaba colgada en la parte trasera de su silla de ruedas. Esta era automática, pero la falta de luz solar en las alcantarillas mermaron las baterías, así que no tenia mas remedio que empujar las ruedas con sus manos.

-¡En marcha!-ordenó. Mosarreta conocía algunas zonas del alcantarillado, había pasado las ultimas semanas vagando sin un rumbo claro buscando una salida, con tan mala fortuna que sin darse cuenta acabó volviendo al lugar por donde había entrado. Al menos ahora volvía a estar orientado y sabia que dirección tomar.

-Tranquila estas zonas están limpias. Al menos lo estaban cuando pasé por aquí hace unos días- los túneles parecían todos iguales, apestaban todos igual.

Mosarreta iba delante, empujando la silla con sus manos, apoyada en las piernas su fiel arma. Cristine de vez en cuando le ayudaba a sortear algún escalón mas alto de lo normal.

-¿Como acabaste aquí abajo?¿De quien huías?- quiso saber. Le extrañaba que el ojito derecho del jefe de la banda de los Trajes Grises andara por aquellos agujeros.

-Arnazi intentó violarme, pero le paré los pies a tiempo rajándole la garganta con el mismo cuchillo que utilice para...

-No sigas. Entiendo que quieres decirme. Vaya... vaya... la niña nos ha salido guerrera. Así que el jefe esta muerto- aquellas noticias le dejaron petrificado. Sin un líder la banda de los Trajes Grises acabaría por desaparecer. Arnazi no había elegido ningún sustituto para relevarle en el puesto, ninguno de los integrantes de la banda aceptaría la autoproclamación de nadie como nuevo jefe y mucho menos les veía lo suficientemente inteligentes como para echarlo a votación.

-¡Aquí es donde cometí el fallo!- llevaban un buen rato caminando por un túnel amplio, este a su final se dividía en otros dos mas estrechos, pero perfectamente transitables. La vez anterior Mosarreta eligió el camino de la derecha, estuvo casi una semana explorando pero no encontró ninguna salida. Túneles inundados, otros bloqueados y mas de una abominación como la que atacó a Cristine.

Cuando escapó del calabozo con su compañero, este le dijo que tenían que dirigirse en la medida de lo posible siempre hacia el norte y a pocas horas caminando encontrarían la salida. Lo que su compañero no le informó es que en la bifurcación los dos túneles tomaban dirección norte.

-Tenemos que ir por la izquierda. Aunque te advierto que a partir de aquí podemos toparnos con cualquier cosa- aquella zona no estaba explorada.

El túnel parecía inacabable. Metros y metros de húmeda oscuridad Sin previo aviso una de las trampillas de la parte superior del túnel cedió, cayendo con ella un montón de basura precedida por una criatura. Entre tanta oscuridad y salpicaduras de agua sucia Mosarreta no lograba ver bien que tenia enfrente, pero por la silueta y el inconfundible chascarrido procedente de la boca de aquel ser, se trataba de un hombre pez. Rápidamente echó mano de su viejo rifle, demasiado tarde, la criatura le propinó un fuerte zarpazo y lo tiró de la silla.

Mosarreta intentaba arrastrarse con sus manos pero resbalaba cada dos por tres debido al agua. El arma estaba muy lejos, detrás de la criatura, esta no debía ver muy bien puesto que no paraba de lanzar golpes al aire. <<¡Maldita zorra!-pensaba con rabia, mientras seguía arrastrándose con dificultad- ¡Ha huido!>>.

Escuchó un disparo, el sonido retumbó en las paredes del estrecho túnel, un poco de sangre salpicó a Mosarreta pero la criatura seguía dando golpes al vacío. Otro disparo impacto contra el abdomen de la abominación, esta cayó al suelo de rodillas <<¡Mierda me ha visto!>>, arrastrándose hacia el la criatura le cogió de un tobillo, intentó cogerle del otro pero un golpe la apartó. En ese momento Mosarreta vió que era Cristine, estaba de pie delante suyo apuntando fijamente al hombre pez. Respiró y disparó, la abominación pataleó y poco después dejo de moverse. El último disparo de la chica había impactado de lleno en la cabeza del hombre pez dejando un agujero enorme en el ojo.

Mosarreta observaba desde el suelo como Cristine seguía apuntando firmemente al cuerpo sin vida de aquella criatura.

-¡Déjalo, ya esta muerto, no desaprovechemos munición!- dijo mientras jadeaba, le costaba hablar-¡Gracias!¡Pensé que te habías marchado!

-¿Porque?¡Tu me salvaste la otra vez!¡Ahora estamos en paz!

-Una cosa- Mosarreta hizo una observación-La próxima vez dispara directamente a la cabeza.

Con la ayuda de Cristine volvió a sentarse en la silla, y siguieron por el túnel, dejando atrás el cadáver del hombre pez.

Le dolía el costado, el golpe de la criatura había sido muy fuerte, mas aun el sucio suelo lleno de agua sucia y putrefacta donde impacto de lado. Aun sentía el olor a rancio <<Debo apestar a podrido>> aunque no sabia bien si era solo él o el aroma de las alcantarillas. Podría pasar meses en aquel agujero que nunca se acostumbraría a aquellos olores.

El final del túnel desembocó en un gran espació donde cruzaban cuatro túneles, uno de ellos bloqueado por lo que debía ser un derrumbamiento.

-Debemos seguir al norte, ya estamos cerca creo...

Aquel lugar estaba poco iluminado, pequeños rayos de sol se colaban por rendijas y pequeños agujeros en la parte superior. En el centro unos barriles de metal tirados en el suelo medio cubiertos por el agua. Alrededor ningún indicio de amenaza.

Siguiendo las indicaciones de su compañero muerto continuaron hacia el norte dejando a su derecha otro túnel a simple vista similar al que habían venido.

-¿Donde creéis que vais?- alguien les interrumpió cuando ya habían cruzado casi por completo aquel lugar. La voz procedía del otro túnel, de entre las sombras salió un hombre alto y delgado vestido con bata médica, amarillenta y llena de manchas de sangre y barro. Tenia el pelo sucio y enmarañado, una larga y espesa barba canosa le cubría el rostro, sus pequeños ojos negros estaban acompañados por grandes ojeras fruto de muchos días en la oscuridad o de un deficiente descanso.

-¿Quien eres tu? ¿Que haces aquí?- preguntó Cristine, pero antes de obtener respuesta un grito atroz se escuchó retumbando en las paredes de aquel lugar. Una manada de necrófagos salvajes, apareció entre la oscuridad del túnel situado al norte. El hombre misterioso desenfundó una pistola de plasma y abrió fuego a discreción contra los necrófagos.

El hombre vestido de medico no parecía ser muy hábil con las armas puesto que alcanzaron rápidamente a Cristine. Uno de ellos se abalanzó sobre la chica de un gran salto. Los dos cayeron al suelo forcejeando, el necrófago intentaba morderla en el cuello, pero de un codazo se lo quito de encima.

<< ¡Cuanto bicho!>> pensaba al mismo tiempo que disparaba su viejo rifle, con poco acierto. Los necrófagos no paraban de moverse y eran muy ágiles.

Un grupo de personas salieron del túnel donde estaba el hombre de la barba canosa, armados con palos metálicos, cuchillos o cualquier cosa contundente para golpear. Niños y adultos inundaron aquel lugar, redujeron los necrófagos a un montón de carne y huesos.

-¡Rápido todo el mundo adentro!- gritó el hombre vestido de medico, haciendo un movimiento con su mano señalando el túnel por donde habían salido.

Como un rebaño de ovejas todos acataron las ordenes de aquel hombre, incluidos Mosarreta y su compañera.

-¡Gracias!- agradeció Cristine.

-¿Quienes sois?- había estado muchos días vagando por las alcantarillas y en ningún momento vio señales de vida humana. No obtuvo respuesta, todos allí presentes caminaban en silencio por el túnel, Mosarreta al igual que Cristine iba un poco mas rezagado, todo aquello le pillaba por sorpresa.

Pocos metros después, llegaron a otro espacio similar al anterior. Tenia todas las salidas bloqueadas a excepción del túnel por donde habían venido. Iluminado por hogueras encendidas dentro de bidones de metal, causaba un efecto amarillento intermitente en las paredes. El suelo seco, lleno de objetos, camas improvisadas. Colchones viejos, sabanas sucias, esterillas de playa rotas, neveras desconectadas emulando una despensa y taquillas metálicas oxidadas. Daba la sencación de que toda la mierda de las alcantarillas la hubieran llevado a aquel lugar para crear un hogar.

-Perdonar pero no había tiempo que perder, podrían habernos seguido- murmuró el médico- Soy Neil Tarzard, seguidor de la "Orden de San Juan de Dios" y antiguo doctor del Notocar cuando este era un laboratorio para investigar necrófagos.

-Soy Mosarreta y esta es mi compañera Cristine, ambos fugitivos del Notocar.

-Como todos los aquí presentes- respondió Neil Tarzard.

-¿Y que hacéis aquí? ¡La salida esta al norte!

-Ya lo sabemos, todo el mundo lo sabe, pero no hay salida- se encogió de hombros- La salida esta siguiendo el túnel por donde salieron los necrófagos, pero aquella zona esta infestada de Moradores de las Cloacas y algunos necrófagos, lo que hace imposible llegar al destino.

-Entiendo- Mosarreta cruzó los brazos y se frotó la barba, un trozo de barro seco le cayó a las piernas- ¿Entonces vivís aquí y ya esta?

-Mejor dicho morimos aquí- Neil señaló unos cuantos cadáveres descuartizados al fondo de la sala. Por su apariencia parecía que estuvieran alimentándose de ellos. Mosarreta frunció el ceño extrañado al ver aquel cuadro.

-¿Estáis..?

-... si comiéndonos a los muertos- interrumpió - No se si lo habrás notado pero la carne de Morador es adictiva a parte de tóxica. Puedes alimentarte unos días, pero cuanto mas la comes mas quieres hasta convertirse en una droga.

-¿Como sabes tu todo eso?¿También los habéis estudiado?- aquella historia le resultaba muy extraña. El laboratorio hacia décadas que había sido cerrado y aquel hombre parecía demasiado joven para ser un extrabajador del mismo.

-Nosotros creamos a los Moradores de las Cloacas- respondió Neil mirando al suelo, dándole una patada a una lata vacía- fue un error. Inoculamos un virus en varios sujetos necrófagos creyendo que habíamos dado con la cura. Pero no fue así, al tercer día de incubación comenzaron a mutar, algunos de ellos murieron pero otros se convirtieron en esas criaturas diabólicas..

-Un momento- interrumpió Mosarreta- Si eras trabajador del laboratorio ¿como es que eres tan joven?

-No soy joven, soy necrófago, tengo tantos años que ya perdí la cuenta. La barba y el pelo largo me camufla un poco mi condición- había que fijarse mucho para comprobar que en aquellas zonas donde Neil carecía de pelo también carecía de piel, aunque a lo lejos era casi imposible diferenciarlo- Aquello fue un poco caótico, murieron dos compañeros pero conseguimos reducirlos.

-¿Y como acabaron aquí abajo?

-Los teníamos sedados y atados a las camas del laboratorio, pero una noche escaparon unos cuantos por las alcantarillas y otros por la superficie. Los de la superficie murieron achicharrados por el sol, sin embargo los de las alcantarillas sobrevivieron, y eso no fue lo peor, aprendieron a reproducirse.

-Basta ya de historias, llevo todo el día de camino ¿hay cerveza? Me muero por una buena cerveza- entre el tiempo que Mosarreta había pasado en prisión y los últimos días en las alcantarillas, hacia meses que no probaba otra bebida que no fuera agua sucia. Por primera vez se sentía libre.

-No tenemos muchas, pero sírvete una. En la nevera al lado de donde están los tres hermanos que llegaron hace dos días- Neil Tarzard señaló una de las neveras, estaba a medio cerrar, al lado sentados en el suelo jugando con un balón hecho de trozos de tela tres niños. Mosarreta se acercó a la nevera para coger una cerveza. Les miró detenidamente mientras estiraba el brazo para coger una de las botellas.

-¿Y vuestros padres?- preguntó al ver sus caras de tristeza.

-Unos hombres malos nos cogieron hace mucho tiempo y nos llevaron lejos de mamá- respondió el mas pequeño de todos-Mamá nos está buscando, pero no sabe donde estamos.

lunes, 27 de enero de 2014

CAPÍTULO VIII - NO, POR FAVOR



CRISTINE




No sabía cuántas horas habían pasado desde su entrada en las alcantarillas. Le dolía la cabeza, sentía frio, los ojos rojos como la sangre de tanto llorar y el brazo inmóvil.

No tenia a donde ir, tampoco conocía el camino para salir. Estaba desorientada las alcantarillas eran un laberinto. Desde estas se podía ir a cualquier sitio, algunas incluso conectaban con estaciones de metro abandonadas en su mayoría. Las guerra y el paso del tiempo habían provocado derrumbes en algunas zonas que bloqueaban los caminos y accesos.

<< Si me quedo aquí moriré de hambre >> Temblorosa Cristine se puso de pie. Apunto estuvo de volver a caer, pero finalmente pudo mantener el equilibrio. Tenia sed y el único agua lo tenía situado a sus pies. Delante de ella pasaba un riachuelo por el cauce de la alcantarilla. El agua era marrón y no sabía de su procedencia, pero tampoco podía permitirse el lujo de buscar agua embotellada por aquellos lares.

Con dificultad consiguió agacharse, sentía todo el cuerpo magullado. Se acercó un poco de agua a la nariz, el olor era nauseabundo, debía de proceder de algún desagüe. Tomó el primer sorbo, no sabia tan mal como olía.

Antes de poder tomar el segundo observó como una sombra se acercaba hacia ella a gran velocidad. Pasó por debajo de uno de los focos que iluminaba la alcantarilla y pudo comprobar que no se trataba de una persona. Era un humanoide de unos dos metros de altura, complexión fuerte, manos grandes con los dedos unidos por ancas, ojos de reptil y ausencia de nariz, piel húmeda y escamada color azul marino, muy parecido a un pez pero con silueta humana.

Se acercaba a Cristine a gran velocidad emitiendo constantes chasquidos que hacia al golpear la lengua con la parte superior del paladar.

- ¿Que quieres de mi? - grito Cristine al humanoide. La respuesta que obtuvo fue un fuerte golpe con la mano aleteada que la dejó aturdida y la mando a unos metros de distancia.

No había tregua, ella estaba tirada en el suelo, inmóvil, el humanoide emitía el chasquido cada vez con más intensidad. Le puso un pié en la garganta y empezó a estrangularla. Notaba la angustia, la presión que el enorme pie ejercía sobre su pequeño cuello. Le faltaba muy poco para perder el conocimiento, la vista se le nublaba cada vez más, sentía como el fin de sus días estaba cerca. Finalmente lo único que alcanzaba a ver era una nube blanca delante de sus ojos. No sentía nada.
Hombre pez


Estaba todo oscuro, sentía pequeños golpecitos en el pecho, estos eran cada vez más intensos, hasta que empezaron a producir dolor. Despertó de un sobresalto, estaba tirada en el suelo y lo único que podía hacer era toser, pero los golpes habían cesado.

- ¡Dichosos los ojos que te ven!- escuchó. Tenia la vista nublada, la voz era de varón, le resultaba familiar pero no recordaba quien podría ser. << Genial, me han pillado>> fue lo primero que se le pasó por la cabeza.

-¿No me recuerdas?- decía una y otra vez el hombre desconocido. Cristine pronto recuperó la vista y pudo ver a la persona que tenia enfrente.

-¿Tu? ¡No por dios! ¡Esto debe ser el infierno!- gritó. Aquel hombre no era un desconocido.

-¡Tranquila no voy a hacerte daño! ¡Esta vez no! Mira- señaló a su derecha. Allí yacía el cuerpo inerte del humanoide que había intentado acabar con la vida de Cristine. Tenia un agujero enorme en el pecho, sin duda un balazo había acabado con la vida de aquel ser.

-¿Que haces tu aquí? ¿Porque me has salvado?- aquella misterioso personaje era Mosarreta, el hombre que antaño intentó violar a Cristine y que ella le dejo parapléjico de cintura hacia abajo de un cuchillazo en la columna. Sentado en silla de ruedas, tenía un rifle viejo apoyado en sus piernas. Nunca olvidaría aquel rostro, calvo, cejas pobladas, ojos marrones, aunque llevaba una barba bastante poblada, la vez que intentó violarla iba bien afeitado. Vestía un jersey antiguo de rayas coloreadas con pantalones vaqueros desgarrados y sucios.

-Eso mismo me preguntaba yo - fue la primera respuesta de Mosarreta - Eres la última persona a la que me gustaría ver, pero me vales mas viva que muerta. Vamos que la cena se enfría, la tienes ahí en el suelo- señaló el cadáver del humanoide.

- ¿Quieres que me coma eso?-

- ¡Nooo! Primero hay que cocinarlo, lo que quiero es que lo cojas y me sigas.

El humanoide debía pesar más de cien kilos, aunque hubiera estado en plenitud de sus fuerzas Cristine no podría levantarlo, menos aun con un hombro dislocado.

-¿Y como voy a levantar eso?- preguntó Cristine.

- Si no puedes lo arrastras - una risa burlesca se le escapó. No se fiaba un pelo de aquel hombre aunque estuviera en silla de ruedas, aunque era mejor opción intentar arrastras aquel peso muerto y seguirlo que quedarse allí sola, así que cogió con su mano sana por uno de los brazos del cuerpo y empezó a arrastrar como pudo.

- Tranquila esta zona esta asegurada, tengo marcados todos los pasillos que he recorrido y estamos cerca del ultimo campamento donde estuve - aquellas palabras la tranquilizaron, aunque seguía sin fiarse. No pasaron ni diez minutos cuando llegaron a lo que debía ser el campamento antes mencionado. Parecía un antiguo trastero para guardar herramientas de mantenimiento del alcantarillado, un rincón cerrado con verjas metálicas al cual se accedía por una puerta central del mismo material. Había sillas de metal oxidado por la humedad, una hoguera apagada, escobas, conos de plástico, aspiradores llenos de polvo y telarañas, estanterías metálicas vacías, cajas contenedoras de munición, una esterilla acolchada de playa que parecía ser la cama, cajones de metal y unos cuantos tablones de madera.

Estaba todo bastante ordenado.

-¡Bienvenida a una de mis humildes moradas!- le hizo un gesto a Cristine con la mano para que entrara. Todo aquello le resultaba extraño ¿Como había acabado un hombre en silla de ruedas en aquel lugar? La ultima vez que tuvo noticias suyas estaba encerrado en uno de los calabozos del Notocar ¿Habría conseguido escapar?

Cristine entró primero, arrastrando el cadáver con sus últimas energías, acto seguido el hombre en silla de ruedas. Una vez dentro cerró la puerta y con dificultad puso dos tablones de madera cruzados a modo de barrera en la puerta.

-Así estaremos a salvo- explicó, acto seguido se dejo caer en el suelo y se sentó al lado del cadáver - Vamos a hacer la cena, coge el Zippo y enciende la hoguera.

Estaba tan cansada que tenía dificultad para encender el mechero, la hoguera estaba empapada así que cogió un papel de periódico antiguo que había por el suelo y le prendió fuego. No quitaba la vista de encima a aquel hombre, mientras ella encendía la hoguera Mosarreta destripaba el humanoide con suma facilidad.

- Ahí van dos solomillos, pínchalos con esos palos y apóyalos en la hoguera - le tiró dos pedazos enormes de carne de humanoide, y las puso conforme las instrucciones que había recibido. A simple vista tenían un aspecto horrible, pero conforme se cocinaban al fuego desprendían un aroma agradable cada vez más fuerte.

Pasaron unos momentos sin mediar palabra, Mosarreta no le prestaba atención, solo se dedicaba a masajearse las piernas sentado en el suelo - Cuando quieras puedes servirte - dijo señalando los trozos de carne.

Cristine cogió uno de ellos, estaba cansada y muerta de hambre. El primer bocado le supo a gloria, era la mejor carne que había probado en mucho tiempo, tierna, jugosa y con un toque agridulce.

- ¿A que esta cojonudo? - Mosarreta interrumpió el silenció con aquella pregunta, pero ella solo asintió con la cabeza - Seguramente te preguntaras como acabe aquí ¿verdad? - Cristine volvió a asentir con la cabeza, estaba demasiado ocupada devorando aquel jugoso trozo de carne y le era difícil responder con la boca llena - Con la ayuda de mi compañero de celda conseguimos escapar una noche aprovechando el cambio de guardia. Entramos aquí por el mismo agujero que tu supongo. El murió a manos de una de las abominaciones que intentó acabar con tu vida. Ya no se ni el tiempo que llevo atrapado aquí en este puto agujero. Si es de noche o de día, y todo por tu culpa, gracias a ti soy un puto tullido atrapado en una silla de ruedas metido en un puto agujero sin salida.

-¡Tu intentaste violarme dos veces! ¿Que esperabas que me quedara de brazos cruzados?- la carne le había hecho recuperar las fuerzas casi por completo.

-¿Que te pasa en el brazo?- fue la respuesta que recibió.

- Me di un golpe y creo que lo tengo dislocado.

- Ven y te lo pondré en su sitio, ya no puedo hacerte nada este ya no funciona - señaló sus partes intimas - Visto lo visto nos necesitamos el uno al otro si queremos salir de aquí.

Cristine se acercó con cuidado, sin dejar de mirarle, seguía sin confiar en aquel hombre.

- Esto te va a doler - esas palabras le generaban aun mas desconfianza, pero no le faltaba razón, sabia que dolía mucho porque no era la primera vez que se dislocaba un hombro. Con un tirón seco colocó el hueso en su sitio. Cristine dejo escapar un pequeño gemido fruto del dolor que sentía en ese momento - Ya está.

-¡Gracias!- dijo agradecida, era un alivio volver a poder mover el brazo, aunque lo tenia un poco entumecido.

-¡Me debes tres favores!- fue la respuesta de Mosarreta con tono serio– El primero será ayudarme a salir de aquí, y no intentes escapar, aunque puedas correr la bala es más rápida que las piernas. Ahora a dormir, mañana será otro día.