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martes, 28 de julio de 2015

CAPÍTULO XLVI – CAMBIO DE ROSTRO



MOSARRETA


-¿Qué coño ha pasado?-se preguntó al mismo tiempo que abría los ojos. La cabeza le dolía horrores, como si tuviera la peor de las resacas. Recordaba una fuerte explosión y a Cristine volando a su lado. Seguramente esa era la causa del molesto zumbido que no paraba de machacarle los oídos. Mosarreta miraba a uno y otro lado buscando respuesta a sus preguntas, pero solo alcanzaba ver un par de ruedas antiguas de madera y el seco y pedregoso suelo desplazándose a gran velocidad, a ritmo de lo que parecía ser un burro de carga. Intentó mover los brazos y las piernas para darse la vuelta, pero sus esfuerzos fueron en vano. Algo lo estaba reteniendo contra aquella estructura-¡Ayuda!-gritó-¡Soltadme!-repitió una y otra vez-¡Soy de los buenos!
-¿Has escuchado eso?-gritó una voz desconocida para él en un tono un tanto irónico- ¡Mira lo que dice el robot putero!- aquellos extraños no paraban de hacerle burlas una y otra vez.
Cánticos, carcajadas, el cristal de las copas chocando entre sí, eructos, pestazo a alcohol, desde luego tenían una buena fiesta montada. Ni los negreros, la peor escoria de toda la región, eran tan osados como para emborracharse durante una travesía y por lo que escuchaba, más de uno parecía tener claros síntomas de embriaguez.
Mosarreta notó como el carro poco a poco, se detenía, y cuando este estuvo totalmente parado, el jolgorio dio paso al más absoluto de todos los silencios.
-¡Los conquistadores!-escuchó gritar a lo lejos-¡Han llegado los conquistadores!- el carro volvió a ponerse en marcha, al mismo tiempo que el griterío y el sonido de múltiples disparos inundaba el ambiente. Parecía como si estuvieran dándoles la bienvenida a sus captores en forma de fuegos artificiales. El carro avanzaba lentamente, sonaban tambores a su alrededor interpretando una melodía un tanto pegadiza, “tan tan”, “tan tan”. «¿Dónde cojones estoy?-pensaba-¿Quién es esta gente tan extraña?»
Un fuerte golpe sonó en la parte posterior de su cabeza y antes de que pudiera notar dolor alguno, la calma más absoluta invadió su ser.
Despertó con la agradable sensación que solo podía proporcionar un buen cubo lleno de agua fría, corriendo por su rostro.
-¡Joder!-gritó nada más notar el agua. Tenía la sensación de estar aun anclado a la estructura que le retenía momentos antes de perder la conciencia. Aunque esta vez estaba en posición vertical y podía ver cuánto tenía delante de sus ojos. Una habitación oscura, iluminada solo por la luz que entraba a las espaldas de Mosarreta. Seguramente detrás de él estaba la puerta de acceso a aquella sala. Repleta de cortinas decoradas con bordados hechos a mano, bordados que representaban escenas de animales mutantes enfrentándose a un hombre cubierto por una extraña armadura, o al menos eso le parecía a él, ya que no estaban muy bien definidos, más bien parecían los dibujos que haría una persona que no sabe coger un lápiz.
-¡Montón de mierda!-gritó enfrente de él, un soldado vestido con servoarmadura blanca. Al parecer era el que le había tirado el cubo de agua fría y no tenía cara de querer hacer nuevos amigos-El rey solicita tener una reunión privada contigo. Estaremos fuera, así que no intentes nada raro o serás carnaza para los perros-paró un momento mientras miraba fijamente su cuerpo-Veo que llevas incorporado un exoesqueleto prototipo Bilk III-paró un momento el discurso para encender un cigarro liado a mano-Se que arrancarlo del cuerpo humano sin anestesia alguna hace mucha putita. Intenta algo raro y yo mismo me encargare de que lo notes en tus apestosas carnes montón de mierda-el soldado apoyó el cigarro entre sus labios y ya con las manos libres, liberó a Mosarreta de la estructura que le tenía retenido-¡No te muevas de aquí montón de mierda!
El soldado salió de la habitación sin hacer demasiado ruido. Al rato otro hombre entró en la sala, este caminó en silencio hasta el medio de aquella estancia, allí había un butacón cubierto con mas cortinas decoradas. El extraño llevaba una capucha que no dejaba ver su rostro, vestía una extraña armadura muy parecida a la de los bordados de las cortinas. Seguramente aquella persona era el tan famoso rey. Este al llegar al butacón se sentó dejando caer lentamente sus reales posaderas sobre el asiento. Una vez acomodado levantó la capucha dejando ver su rostro. De larga melena blanca y piel rojiza, como si hubiera pasado largos periodos de tiempo al sol sin protección, un ceño tan fruncido como si se lo hubieran colocado a martillazos y ojos inyectados en sangre, era lo único que la espantosa mascara no cubría de la cara del rey. Una máscara decorada con dientes humanos, amarillentos, con alguna caries que otra. De esa monstruosa boca emergían dos tubos de color gris que conectaban directamente con la parte posterior de la servoarmadura. Una servoarmadura blanca, pero no porque ese fuera su color, la tonalidad semitransparente de esta dejaba entrever el torso de aquel ser, lleno de llagas, rojizo como su rostro y bastante musculoso.
-Deja de mirarme el careto-dijo con voz enlatada el supuesto rey-¿O es que acaso nunca has visto un monstruo?
-No era mí…
-¡A callar!-interrumpió-¡Nadie te ha dado permiso para que abras tu apestosa boca-«No quiero ni saber a lo que apestará la tuya-pensó Mosarreta al imaginarse que escondería detrás de la máscara»-Los sabios del consejo dijeron que te parecías mucho a mi hijo y quise verlo con mis propios ojos.
-¿Tu qué?- «¿Esto tiene hijos?»
-¿Cuántas veces tengo que decirte que no interrumpas?-el rey se detuvo un momento para coger aire. Al inspirar la máscara hizo el mismo sonido que un aspirador industrial-Ambos sabemos que no lo eres, porque él hace décadas que murió. Aunque por lo que me han dicho eres un putero igual que lo era él, pero con mejor gusto por lo que se ve. La zorrita joven medio desnuda que te acompañaba, es de lo más hermoso que he podido ver por esta región.
-¿Cristine?-espetó-No era mi zorra ni mucho menos, era mi rehén.
-¡Muchacho si quieres ser mi hijo tendrás que cuidar tus modales!-respondió el rey.
Imagen del rey penalba

-¿Tu qué?
-¡Que te calles o haré que te empalen!-gritó el hombre-Necesito un heredero, un varón que capitanee mis ejércitos cuando yo ya no esté. Mis mujeres solo me han proporcionado mutantes-«Igual el mutante eres tu-pensó Mosarreta mientras el rey no dejaba de hablar»- así que ahora tu zorrita, esa tal Cristine, es una de mis esposas.-se señaló a sí mismo, dando unos toquecitos con el dedo índice sobre la coraza-Hasta que ella pueda concebirme un heredero, tú serás el encargado de llevar a mis solados hacia la victoria.
-¿Y si me niego a tal propósito?-aquello era lo más absurdo que le habían ofrecido hacer en su vida.
-¡Veo que sigues sin tener modales muchachote!-respiró de nuevo-Tú eliges, o gloria o muerte. Mis científicos han conseguido adaptar un collarín de esclavos a tu exoesqueleto. Si te niegas o intentas huir, este como bien sabes explotara y tu torso se hará añicos-el rey intentó reírse o al menos eso quiso pensar Mosarreta, pero lo que parecían ser carcajadas sonaban como cortos y agudos pedos-¿Y bien has tomado ya una decisión?
-¿Y qué pasará conmigo cuando nazca tu heredero?-respondió Mosarreta.

lunes, 20 de abril de 2015

CAPÍTULO XLV – MENSAJE


 

GRAN JOHN


El camino hasta llegar a aquel montón de chatarra fue corto y al contrario de lo que había pronosticado Hestengberg, sin sobresalto alguno.
-¿No te parece lo más hermoso que hallas visto jamás?-repetía una y otra vez mirando embobado la enorme torre metálica que se levantaba ante sus narices.
-¡Discrepo amigo!-espetó. Seguramente, en el antiguo mundo aquel lugar fue una mina de tecnología y comunicaciones, pero en el actual estado Gran John, tenía sus dudas acerca del funcionamiento de esta. Gran parte de la base octogonal del edificio estaba cubierta por enormes planchas de metal oxidadas, las cuales habían sido puestas a posteriori. En lo más alto de la base, sobresalía una gigantesca estructura. Por su aspecto parecía una especie de articulación, algún mecanismo que él no entendía por más que lo mirara, pero que con toda certeza debía ser utilizado para orientar el satélite que se apoyaba sobre ella. Un armatoste casi más grande que el resto del edificio, del cual colgaban atados a cuerdas y alambres, varios cadáveres humanos y otros restos de casquería difícilmente reconocibles-¿Y eso?-preguntó extrañado, señalando los cuerpos con su dedo índice.
-¡Necrófagos muertos!-respondió Hestengberg con una sonrisa un tanto nerviosa-Los utilizamos para asustar a los negreros y el resto de chusma que pueda merodear por la zona. Aunque no lo creas, aquí dentro hay mucho valor tecnológico. Después de la gran guerra, tanto este como el resto de satélites-señaló otros dos que había un poco más alejados-fueron víctimas de múltiples saqueos y batallas. Una vez no quedó en ellos nada más que saquear, cayeron en el olvido, siendo presas del tiempo y las abominaciones-suspiró-hubo un tiempo en el que los habitantes del pueblo trabajaron para limpiar este sitio y restaurarlo. Un día de tantos un grupo de saqueadores, atacó a los obreros, acabando con todos ellos, incluidos los vigilantes dejándolo todo de nuevo hecho una pena. Se llevaron cuanto pudieron cargar en sus espaldas. A partir de aquel fatídico día, los habitantes del pueblo decidieron abandonar el proyecto. Solo mi padre, junto con su hermano y mi abuelo, trabajaban esporádicamente intentando acabar lo que un día el pueblo comenzó-se encogió de hombros-la vida…-suspiró-la vida solo les dio para reparar este… por eso ahora es mi deber defenderlo de cualquier invasor. Es la única familia que me queda, el último recuerdo que me queda de mis padres.
-¿Y tus secuaces?-preguntó extrañado-¿No te ayudan en tu misión?
-¿Esos fuma yerbas que encontraste a la puerta de mi local?-sonrió de nuevo-Su adicción paga mis gastos, nada más. En fin…-el silencio se hizo por unos segundos en aquel lugar-será mejor que entremos a ver qué cojones le pasa al pequeñín-Hestengberg se dirigió hacia la puerta de entrada, Gran John le seguía de cerca, mirando cuanto había a su alrededor-¡Mierda!-gritó el locutor de radio.
-¿Qué pasa?-preguntó extrañado.
-Parece que alguien ha forzado la puerta-respondió Hestengberg entre maldiciones-Prepara las armas, creo que tenemos compañía y no de la buena precisamente-el hombre hizo un gesto con su boca para tragar saliva, mientras Gran John desenfundaba el Mágnum de Plasma que le había prestado Hestengberg antes de partir. Aquel arma parecía más bien de juguete << ¡Esperemos que esto dispare cuando sea necesario!-pensó al verla por primera vez, y en aquel momento, el mismo pensamiento volvió a su mente>> El locutor de radio abrió lentamente la puerta metálica de la torre, inmediatamente algo, un animal volador quizás, salió disparado del interior como si estuviera huyendo de algo. Del susto, Hestengberg soltó la puerta, pero sea lo que fuere aquello, golpeó con rabia la puerta, dejándola abierta de par en par.
-¿Qué cojones era eso?-gritó Gran John, al que la velocidad del animal no le dejó reaccionar, cuando quiso percatarse, este ya estaba demasiado lejos.
-Un acosador nocturno-dijo el locutor un tanto dubitativo-creo, porque no me ha dado tiempo a verlo bien. Nada de lo que debas preocuparte, estos bichos son ciegos.
-¡Ciegos pero no tontos!-a Gran John le vino a la mente, las decenas de bocados que recibió en la vieja fábrica de embotellado de refrescos abandonada, donde en una de tantas misiones, lo que debía ser una tarea sencilla, se convirtió en una tortura por culpa de aquellos malditos bichos.
-¡Tranquilo!-el hombre quiso quitarle leña al fuego-Esas ratas no suelen merodear por aquí.
-¡Acabemos con esto cuanto antes!-espetó Gran John. Entraron en la estación sin hacer mucho ruido. No parecía haber nadie dentro del edificio, aunque también era difícil ver unos metros más allá de sus narices, ya que allí había de todo menos luz. Lentamente, ascendieron por unas escaleras que recorrían las paredes de la base, dando vueltas en forma de espiral.
A simple vista, no parecía haber tecnología alguna, nada de ordenadores, puntos de emisión, solo cables y más cables que ascendían en línea recta. Algunos clavados en la pared, otros que parecían haberse soltado y ahora colgaban por doquier.
-¡Ahí arriba!-dijo Hestengberg en voz bajita. Al levantar la vista, Gran John comprobó que lo que aquel hombre señalaba, eran varios necrófagos que correteaban de un lado a otro por la zona superior de la base, persiguiendo a lo que parecía ser otro Acosador Nocturno.
-¡No dispares!-susurró, haciendo bajar a Hestengberg el arma. Por la forma que tenían de actuar, debían ser necrófagos locos-No malgastes balas con esa escoria, ya nos encargaremos de ellos allí arriba. El locutor asintió con la cabeza y le dejó pasar a él delante. Siguieron subiendo sin dejar de mirar hacia el lugar donde estaban las criaturas. Una de ellas consiguió atrapar al Acosador. Durante unos instantes se vio una pequeña pero sangrienta batalla a mordiscos. Mientras el necrófago intentaba arrancarle un ala al Acosador Nocturno tirando fuerte con los dientes clavados en ella, este se defendía hincando los colmillos en el cuello del necrófago y perforándole la yugular. Inmediatamente comenzó a salir sangre de los dos agujeros que habían dejado tras de sí, los colmillos del Acosador. A los pocos segundos, el necrófago yacía muerto en el suelo, y el animal hacia esfuerzos en vano por volar, ya que el ala le había quedado inutilizada a causa del forcejeo-¿Con que eran inofensivos eh?-bromeó Gran John al ver la escena.
-No era exactamente lo que yo quería decir…
-Eso será… ja… ja… ja…
Al llegar a la zona superior, la que daba acceso al siguiente sector de la estación de comunicaciones, los otros necrófagos se quedaron mirándoles con rostro amenazante. Eran tres, y uno de ellos intentaba comerse lo que quedaba del Acosador Nocturno.
-¿Seguro que no hay que disparar?-preguntó Hestengberg con voz temblorosa.
-¡Espérame ahí atrás!-gritó Gran John. Los necrófagos al oír el grito se dieron por amenazados y comenzaron a correr hacia su posición. Eran feroces, si, pero también muy torpes. Uno de ellos voló por el hueco de la escalera, quedando sus sesos esparcidos por la planta baja al impactar el cuerpo de este contra el suelo. El otro, acabó con la cabeza del revés y el cuello roto. Gran John se había enfrentado en multitud de ocasiones a este tipo de abominaciones, sabía de sobra como acabar con ellos. El último que quedaba en pié seguía torturando al Acosador, parecía no haberse percatado aun de su presencia. Cuando quiso reaccionar, el enorme zapado de John lo impactó en la mandíbula. El cuello de la criatura sonó como un tronco de leña al hacerse astillas-¡Te dije que no hacía falta disparar, que estaba todo controlado!-vaciló una vez pasó el peligro.
-¡Estas como una puta cabra!-gritó Hestengberg-Pero me gusta tu manera de actuar, se nota que estas bien adiestrado en el arte de matar bichos.
-No creas, esto solo lo enseña la escuela de la vida-nadie le había enseñado nada, en el Ejército del Pueblo Libre, apenas había entrenamiento para los soldados y los pocos que había, eran para unos cuantos elegidos para ser guardias de Pececito.
-Déjame pasar por favor, tengo que ver el cuadro de mandos que hay ahí delante-el locutor, señaló unos paneles raros que había al otro lado del pasillo donde momentos antes, los necrófagos campaban a sus anchas. Hestengberg miró detenidamente los paneles-¡Hijos de perra!-maldijo-Los putos necrófagos han debido golpear los mandos y han cortado el sistema de suministro eléctrico… ¡Toma!- echó mano del bolsillo y sacó algo envuelto en un plástico-Te lo has ganado. Esto me llevará un rato ponerlo en marcha. Sube por aquí- el locutor señaló unos peldaños hechos con trozos de metal clavados en la pared-estas escaleras dan a la zona media de la estación, vigila que no se acerque ningún indeseable.
Gran John acató las órdenes del locutor de radio, la sensación de que aquello iba a venirse abajo, aumentaba a cada paso que daba en aquella improvisada escalera. Al acceder a la zona media, sus miedos desaparecieron. Desde allí había una vista maravillosa. A juzgar por la verticalidad de los rayos de sol debía ser mediodía. Gran John buscó un sitio con sombra, se sentó y abrió la pelota envuelta en plástico que le había regalado su compañero. Efectivamente era lo que él pensaba y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro sin casi el querer hacerlo.
En un abrir y cerrar de ojos tenía el porro apoyado en sus labios, saboreando el dulce fuego que entraba en sus pulmones y dejándose llevar por los efectos de bien estar que le producían aquella droga en el organismo.
Aquel placentero momento acabó en el mismo momento que Hestengberg hizo acto de aparición.
-¡Funciona!-dijo el locutor entusiasmado-Vamos, ya que estamos aquí enviare la señal de socorro desde el terminal que tenemos ahí arriba. No hay tiempo que perder.
-¿Y no puedes mandarla tú solo mientras yo me acabo esto?-protestó Gran John, señalando el pequeño canutillo que colgaba de entre sus dedos.
-¡No amigo mío!-sonrió-Vista tu destreza con los bichos, mejor vente conmigo por si las moscas.
Accedieron al terminal de comunicaciones por un pequeño tramo de escaleras que comenzaba justo donde John, había aposentado sus nalgas para tener su momento de gloria. En el interior, una sala similar a la del locutor de radio se levantaba ante sus ojos. Aunque esta, a diferencia de la otra, estaba mucho más ordenada y limpia. Y qué decir del olor, el cuchitril de Hestengberg olía a una mezcla de pies sucios y maría, sin embargo esta, tenía el típico olor a ordenador.
-¡Estaba equivocado colega!-exclamó Gran John-Nunca había visto nada tan bien conservado-mentía. Le vino al recuerdo el búnker Ghenova, este le daba mil vueltas, pero seguía pensando en que todo aquello había sido un mal sueño. Igual que Monique.
-¡Les habla Facundo Poderoso emitiendo desde Rock Radio!-
Hestengberg comenzó su discurso como tantas veces hacia en los programas de radio que a Gran John, tanto le gustaban. Aquella voz le había acompañado en infinidad de guardias. Resultaba extraño, pero el cálido tono grave de la voz de aquel loco, era mucho más agradable a los oídos desde el transistor que al escucharle en vivo-Mientras la música fluya por nuestros corazones, la esperanza en la humanidad no estará perdida. Hoy fieles oyentes, no os hablo para soltaros uno de mis sermones, sino para avisaros de una terrible amenaza que está azotando los pueblos del sur. Se hacen llamar “La Pena del Alba”, militares bien adiestrados en el arte de matar vestidos con servoarmadura blanca. Si tú, soldado de la Hermandad del Rayo o tú, soldado del Ejército de Pueblo Libre escuchas este mensaje, por favor hazlo llegar a tus superiores, el pueblo necesita vuestra ayuda ahora más que nunca-Hestengberg grabó aquel mensaje en un archivo de sonido y lo introdujo en el aparato emisor para que se enviara infinitas veces por la señal de radio.
-¿Crees que servirá de algo?-preguntó. Gran John tenía la sensación de que era demasiado tarde, y aunque no fuera así, dudaba mucho que la Hermandad y el ejército de Pececito se unieran por un bien común.
-¡No lo sé amigo!-el locutor se encogió de hombros-¡Acompáñame quiero que veas algo!-<< ¿Esta torre no tiene fin?-se preguntó a sí mismo al ver como Hestengberg tocaba unos botones y una escalera, procedente de la zona alta de la sala, hacia acto de aparición delante suyo. Esta daba acceso a la parte interior de la parabólica, la zona más alta del satélite. Desde aquella altura, gracias a unos agujeros estratégicamente colocados, se podía ver casi toda la región. En el centro, apoyado sobre una caja de municiones, un viejo rifle francotirador. Gran John tenía pequeños orgasmos cada vez que veía un arma similar-¡Mira a tu alrededor!-dijo el locutor con voz tenue-¿Qué ves?
-¡La posibilidad de reventar cabezas con el rifle!-Gran John dejo escapar una gran risotada.
-¡A parte de eso amigo!
-¡Lo que llevo viendo desde que nací!-lamentó-¡Un paisaje hostil donde nada merece ser salvado!
-Amigo, en ese paisaje vive la amistad, vive el amor de una madre hacia sus hijos, vive el amor de un hombre hacia una mujer, o viceversa, o dos… bueno tú ya me entiendes. Hay gente buena ahí fuera que merece ser salvada y tener la esperanza de un futuro mejor.
-¡Para mí eso acabó hace mucho tiempo!-espetó John cabizbajo.
-¡Te equivocas una vez más!-Hestengberg, le dio la espada, agachándose para buscar algo en la caja de municiones-¡Toma!-gritó lanzándole una botella de cristal de color anaranjado-A ti te tocó ser el tipo duro-Gran John cogió la botella al vuelo. No podía creer lo que estaban viendo sus ojos. Tenía una botella de cerveza en sus manos, allí arriba en el quito coño del mundo-Un día recibirás una grata recompensa por todos tus esfuerzos. Ahora esto es lo que hay-él no estaba tan convencido como el locutor, pero ver el mundo con los ojos de su compañero, hacía que un ápice de esperanza creciera en su interior-¡Veamos qué tal te manejas con esta preciosidad!
-¿A qué quieres que le dispare?-preguntó mientras habría la cerveza con los dientes.
-No sé qué cojones es pero ahí abajo se mueve algo-Hestengberg señaló con un leve movimiento de cabeza. Gran John sin pensárselo dos veces, cogió el rifle y apuntó donde momentos antes había señalado el locutor. Al enfocar con la mira telescópica vio un grupo de hombres, soldados al parecer, parecidos a los descritos por Hestengberg en su mensaje radiofónico. Avanzaban lentamente intentando esconderse por los pequeños montículos de tierra y rocas. Desde lo alto del satélite podía verles perfectamente sin temor a ser descubierto, ya que los rayos del sol a aquellas horas del día incidían de tal manera sobre la superficie reflectante de la parabólica, que era prácticamente imposible que nadie les viera desde abajo.
-¿Son estos?-preguntó señalando la mira telescópica con el fin de que el locutor, se lo confirmara.
-¡Déjame ver!-dijo con algo de nerviosismo-¡Joder! ¡Sí! ¡Son ellos!
Gran John cogió de nuevo el rifle, al enfocar de nuevo, contó hasta cinco soldados. En ese momento le vino el recuerdo de la última vez que vio a sus amigos con vida, Potito aplastando abominaciones con sus poderosos puños y Glanius cortándolos en pedazos con su catana afilada, mientras él acababa con el resto desde la base con su cañón en la noche de la lluvia de luces. Una pequeña lágrima escapo de sus ojos, y con esta corriendo lentamente por su mejilla apretó el gatillo. El disparo sonó como si en aquel momento el mundo se hubiera quedado mudo << ¡Hasta cuando!-pensó>> momentos después, uno de los soldados yacía muerto en el suelo con la cabeza atravesada por la bala de su rifle. El resto del grupo buscó refugio entre la maleza del lugar. Gran John observaba como los soldados intentaban averiguar su posición, pero sabía de sobra que desde allí no le podían ver. Se tomó toda la paciencia del mundo en preparar el segundo disparo, y al igual que el primero tampoco falló. Detrás solo escuchaba la agitada respiración de Hestengberg, parecía asustado. Apoyó el rifle y tomó un gran trago de cerveza. Estaba caliente y el gas le haría soltar un eructo de competición de un momento a otro, pero por dios como echaba de menos aquel sabor.
Volvió a enfocar con la mira telescópica, solo quedaban tres. Uno de ellos disparaba sin mirar, escondido detrás de una roca. Gran John esperó y cuando tuvo la mano del soldado a la vista disparó y esta voló en mil pedazos. Los gritos de dolor eran tan fuertes, que tenía la sensación de que era el locutor quien le gritaba al oído. Aquello desconcertó a los otros dos soldados, acto que aprovechó para disparar dos veces más y acabar atravesando la armadura uno de ellos, aunque no fue suficiente para acabar con él.
-¡Necesito munición!-le susurró a su compañero. Hestengberg asintió con la cabeza y se dirigió rápidamente a la caja, mientras él tomaba otro largo trago de cerveza. Esta vez no pudo retener el eructo. Sonó como si estuviera hablándole su amigo Potito. El locutor de radio no pudo dejar escapar una tímida sonrisa, mientras corría de nuevo para surtirle de balas.
Con dos heridos desangrándose, era el momento de centrarse en el tercero y rematar la faena. Este había avanzado su posición respecto al resto, parecía haber descubierto su posición, pero a juzgar por la forma que tenía de cubrir los rayos del sol con la mano, continuaba sin poder verles. Cargó el rifle, apuntó y disparó de nuevo. La bala no alcanzó su objetivo, pero pasó tan cerca de la cara del soldado que le rasgo la mejilla derecha. Los gritos del soldado con la mano mutilada eran cada vez más débiles y dejaron paso a los del compañero de la mejilla rasgada. Gran John comenzaba a estar cansado de escuchar tanto gritó, así que disparó varias veces más y acabó con el sufrimiento de todos ellos.
-¡Creo que ya pasó todo!-dijo orgulloso de su cacería, sin dejar de vigilar con el rifle.
-¡Esperemos que sí!-respiró Hestengberg.
-¡Un momento!-gritó Gran John-¡Veo otro!-estaba muy lejos, demasiado para poder distinguir si era otro soldado. Era un hombre, de eso estaba completamente seguro, al fondo detrás del extraño parecía haber unas cruces un tanto raras << ¡Serán árboles secos!-pensó>>. Esperó unos minutos a que aquel tipo se acercara-¡Es un puto necrófago!-advirtió una vez tuvo al ser lo suficientemente cerca como para verle el rostro-A ver de qué pié cojea…-esta vez disparó a fallar. La bala impactó en el suelo, cerca del necrófago.
-¡No disparéis!-gritó el necrófago a pleno pulmón, mientras aguantaba en alto el cadáver de uno de los soldados, al parecer para protegerse-¡Vengo en son de paz!
-¿Acabo con él?-preguntó Gran John, mirando de reojo al locutor.
-¡No!-respondió bruscamente. Durante unos momentos el silencio los invadió, el necrófago avanzaba lentamente y Gran John daba el último sorbo a la cerveza-¡No vamos a matar a todo ser viviente que campe por aquí!
-¡Está bien!-suspiró-Tú hablaras con él, yo no le quitaré el ojo de encima. Y esto…-dijo dando unos toquecitos al cañón del francotirador-…me lo llevo. Si tenemos que protegernos de esos indeseables, cualquier arma será agradecida-colgó el rifle de su espalda y cargó con toda la munición que pudo-¡Bajemos a ver que nos ofrece tu amigo!

miércoles, 17 de diciembre de 2014

CAPÍTULO XLIII - ADIOS MI HOGAR



FUENTE



Tenía la sensación de estar más drogado que de costumbre. La sangre de la abominación, no le dejó ver nada mas allá de su mano aferrada al cuchillo, mientras ambos se precipitaban al vacío. De pronto despertó en aquel extraño lugar. Un sitio oscuro, lleno de aparatitos por doquier, con varios robots diminutos. Volaban alrededor de su cabeza, haciendo a saber que con ella, pero a él no le importaba lo más mínimo. Al fin y al cabo no notaba nada en ninguna parte de su cuerpo.
Miraba a uno y otro lado en busca de alguna referencia que le indicara donde podía estar, pero no podía ver con claridad más allá de su nariz, y la potente luz blanca, que alumbraba la mayor parte de su cuerpo, más que ayudar, entorpecía.
Solo podía mover los ojos, el resto de su organismo no respondía a ningún estímulo.
De repente, los diminutos robots dejaron paso a un tercero de dimensiones grotescas, si lo comparaba con aquellas moscas cojoneras.
Cada vez lo veía con más claridad, tenía un parecido similar al de la extraña nave que posó sobre el edificio, a la bestia que acabó con su amigo, pero aunque allí dentro parecía gigantesca, esta era mucho más pequeña que la que vio en aquel fatídico instante.
-¿Que tenemos aquí?-la voz que emitía aquel extraño robot parecía real, como si tuviera cuerdas vocales humanas, nada que ver con los sonidos enlatados que proyectaban los robots normales-Ah sí. Es el protector de la metrópolis. El matagigantes-Fuente intentaba responderle, pero su boca no conseguía articular sílaba alguna-No te esfuerces, no podrás moverte hasta que yo lo ordene. Mírate y dime si te gusta tu nuevo aspecto.
Fuente bajó la vista haciendo caso a las órdenes del robot. Comprobó que no era su cuerpo, parecía más bien el de un supermutante. De un color amarillento, con venas prominentes y una musculatura digna de las revistas de culturismo del antiguo mundo.
-¿Que mierda es esta?-preguntó desconcertado por su nueva imagen.
-Tu cuerpo no es este, está en otro lugar, un lugar cuya ubicación no te será revelada por seguridad. Mataste a mi Goliat, así que ahora me perteneces. Tienes que saldar tus deudas- <<Sea lo que sea esto, se droga mucho más que yo-pensó al escuchar las palabras del robot>> - Tienes la ubicación de un lugar el cual debes destruir. Mas te vale seguir mis instrucciones, de lo contrario pasarás la eternidad siendo un vegetal.
Inmediatamente después de escuchar aquellas palabras, todo lo que le rodeaba comenzó a sumirse en la oscuridad más absoluta. Momentos después, despertó de nuevo. Esta vez, estaba situado en lo más alto de los restos del edificio, en el que se enfrentó a la bestia.
<< ¡Que rallada por dios! >>
Fuente miró sus manos, continuaba siendo un supermutante. No entendía el porqué, pero los supermutantes no se atacaban entre si, al menos ser un monstruo podría ayudarle a salir de la gran metrópolis, no todo iban a ser malas noticias.
Miraba y miraba sus manos, como si de un niño con un juguete nuevo se tratara. Eran enormes y poderosas, comprobó que en su muñeca izquierda, portaba una especie de reloj con una pantalla llena de pequeñas grietas. Esta mostraba un punto específico en el mapa. Fuente imaginó que era el lugar que debía destruir según las órdenes del chiflado robot, pero ¿Como se supone que iba a hacer tal tarea?
Conforme caminaba en una dirección u otra, variaba la posición que marcaba el reloj. Fuente decidió seguir la trayectoria que marcaba aquel artilugio, quizás fuera la tan ansiada ruta de salida de la maldita metrópolis.
Como de costumbre, todos los edificios parecían iguales. La sombra que proyectaban era cada vez más pronunciada. Esta vez, no se detendría por nada, aunque ello implicara caminar a oscuras por la noche. Siendo un supermutante, no tenia porque tener miedo de posibles amenazas por parte de otros mutantes. De todos modos, si algún descerebrado intentaba atacarle, sería una buena opción para probar la fuerza de sus enormes puños.
La ciudad era deprimente, y cuanto más tiempo pasaba en ella más deprimente se volvía. A menudo, cuando Fuente llegaba a lo más alto de los edificios y contemplaba el paisaje, imaginaba como sería la metrópolis antes de la guerra. Llena de vida, gente paseando por cualquier lugar, coches volando, millones de lucecitas que iluminaban las calles y los edificios por las noches, creando un espectáculo de colores inimaginable. Pero ahora, lo único que veía eran montones y más montones de escombros.
El sol casi había desaparecido por completo, los últimos rayos aun bañaban la parte superior de los edificios más altos, pero a ras de suelo, parecía ya de noche. Solo la tímida luz que emanaba de la pantalla del reloj, mostraba a duras penas el camino que se supone, debía seguir.
Tan concentrado estaba en no perderse entre la oscuridad, que no pudo evitar chocar con otro supermutante de dimensiones similares a las suyas. Este giró levemente la cabeza mirándole de reojo, a duras penas se le veía el rostro. De mirada penetrante, y con esa característica sonrisa agresiva, de dientes grandes, que todos los supermutantes tenían grabada a fuego en la cara. Fuente no tenía medio alguno para ver su nueva jeta, pero estaba convencido de que la suya sería igual. Al verle, el supermutante pareció no tomarle como una amenaza gracias a su nuevo cuerpo, y se limitó a seguir comiendo casquería, que sacaba de un viejo saco empapado de sangre.
<< ¡Qué asco por dios!-pensó al verlo meterse restos de sesos en la boca>>
Era una sensación bastante extraña estar delante de un monstruo de esos, y que este no quisiera matarle, aunque por otro lado, nunca se había sentido tan seguro dentro de aquella maldita ciudad.
<< ¡Aun tendré que darle las gracias y todo al chiflado del robot!>>
Cada vez se adentraba más en la penumbra absoluta que imperaba en las calles. Las bestias raras comenzaban a tener más presencia en el lugar. Aquel era el sitio más inhóspito que podría haber en toda la región. Cada vez, era más notable la sensación de que aquella ruta, no le permitiría salir de la metrópolis.
Poco a poco comenzaba a ver los edificios, los escombros, las ruinas y los engendros con más claridad. Parecía como si el color de las cosas se hubiera disuelto en tonalidades grises. Por lo visto, los ojos de aquella bestia tenían la gran virtud de adaptarse a situaciones con escasez de luz. Un paisaje en blanco y negro se levantaba ante sus narices.
Se escuchaban disparos a lo lejos, seguramente hombres batallando contra alguna abominación, caza tesoros quizás, nadie en su sano juicio se adentraría tanto en la ciudad, si no fuera para conseguir un buen botín, repleto de riquezas o tecnología del antiguo mundo. Era muy difícil ver un mutante armado con metralleta, aunque en aquel lugar era más fácil que se diera el primer caso.
Rastreando el sonido de los disparos, Fuente se dirigió al origen de estos. Cada vez los escuchaba con más intensidad, incluso voces de alarma y gritos de dolor.
-¡No dejéis de disparar!
-¿De dónde ha salido esa cosa?
-¡Mierdaaaa!- Fuente se apresuró por llegar a la zona de acción, pero una vez allí, solo encontró los cuerpos descuartizados de cuatro hombres. Al parecer, habían topado con algún Behemoth. Tenían las extremidades desgarradas como hojas de papel, algo que solo una abominación de un tamaño similar a los Behemoth era capaz de hacer.
-¡Joder nunca conseguiré salir de aquí!-quiso decir, pero de su boca solo salieron gruñidos. Aquellos desgraciados iban muy bien armados, pero ello, no fue motivo suficiente para evitar acabar como la mayoría de sus compañeros. De entre todas las armas que dejaron esparcidas por el suelo, Fuente fijó la mirada en una Gatling pesada, una ametralladora plasma de gran calibre. Los mutantes no le atacarían, pero los hombres si lo harían, motivo por el que era mejor estar lo mejor protegido posible. Así que sin pensarlo dos veces, cargó con el arma y siguió el camino que marcaba el reloj.
Conforme avanzaba, los edificios parecían más pequeños. Era un buen indicador, de que cada vez estaba más cerca de salir de la metrópolis o al menos eso quería pensar. Pero seguía sin estar totalmente convencido.
<< ¿Como acabamos tan lejos?-pensó al darse cuenta de todo lo que había recorrido>>, no sabía cuántas horas había caminado, ni cuantas horas le quedarían hasta salir de allí. De lo que si estaba seguro, era de que nunca podría haberlo hecho siendo un humano, y menos aun, teniendo que volver noche tras noche al gigantesco estadio de futbol, donde se había establecido el campamento.
-¡Por fin!-quiso gritar, pero de su boca emanó un estruendoso rugido. A lo lejos, casi en el horizonte, reconocía las ruinas de aquellos edificios, los cuales no tenían una altura superior a la de dos plantas. Eran los límites de la ciudad, lugar por donde meses atrás, tanto Fuente como sus compañeros de escuadrón, habían comenzado su misión. Pronto, comenzaría a ver los barracones habitados, en las cercanías de la base del Ejército del Pueblo Libre.
La euforia del momento, desapareció de un plumazo, al darse cuenta que con aquel aspecto, no podría regresar a la base. No era él, era un mutante que no podía articular ninguna palabra armado con una ametralladora.
<< ¡Me cago en mi mala suerte!-pensó-¡Tanto tiempo buscando salir y cuando lo consigo no sirve de nada!>>
Cruzar la zona habitada por civiles era tarea fácil. Fuente conocía hasta donde se extendía aquel sector, podría bordearlo y así evitar ser visto por nadie. Pero no podía dejar de preguntarse para que iba a querer hacer eso. Una vez a las puertas de la base, sería atacado y él no podría hacer nada para dar a entender a sus antiguos compañeros, que no era una amenaza para ellos.
-¡Mierda, mierda, mierda!-gruñía una y otra vez, dándose cabezazos contra los restos de una pared. Por el reloj, comprobó que no se había desviado tanto de la trayectoria inicial. Al menos si seguía la nueva ruta, podría ver de lejos la base y recordar viejos tiempos.
Caminó por los límites del territorio ocupado por los civiles, los primeros rayos de sol de la mañana, bañaban las sucias aguas del rio y Fuente volvía ver el paisaje a todo color. A lo lejos vislumbraba la base, aunque aun podía acercarse un poco más sin correr el peligro de ser visto y así lo hizo. Pero una vez alcanzó el límite de seguridad, percibió una amenaza, pero no para él, sino para sus compañeros de la base.
Un pequeño ejército de unos cincuenta soldados, se organizaban escondidos entre las ruinas, al parecer se preparaban para asaltar el fuerte. Vestían una extraña servoarmadura de un blanco impoluto. Iban muy bien armados y por cómo se movían, parecía que sabían bien por donde tenían que atacar.
Fuente se sentía con la obligación de hacer algo para alertar a la base, fueran cuales fueran las consecuencias. Corrió bordeando el río para no ser visto por los atacantes. Una vez accedió a la zona de seguridad de la base, armó la ametralladora y comenzó a disparar, fijando su objetivo en el lugar donde se escondían los asaltantes de servoarmadura blanca. Aquella acción pareció dar sus frutos de inmediato, puesto que la alarma de la base comenzó a sonar. Cuando era humano, odiaba aquel estridente sonido, pero ahora era como una melancólica melodía para sus oídos.
El ejército enemigo comenzó a salir de su escondrijo, tomando una posición estratégica en el campo de batalla. Fuente pronto se vio envuelto en medio de un fuego cruzado, con escasas posibilidades de ponerse a salvo. La mayoría de las balas acababan impactando en su cuerpo, haciendo saltar por los aires, pequeños trozos de carne amarillenta y salpicones sangre, pero él no sentía daño alguno. Lo que si comenzaba a percibir era la fatiga que acumulaba aquel cuerpo, conforme los proyectiles le alcanzaban.
Consiguió acabar con tres de los soldados, pero aquello le costó toda la munición que disponía para el Gatling. Con una rabia desmedida lanzó el arma a varios metros. Esta no llegó a alcanzar a ningún enemigo, acción que Fuente lamentó en su interior.
Con los puños de supermutante como único armamento, Fuente caminó con paso firme en dirección opuesta a la base, allá donde había mayor número de soldados enemigos. Sentía que cada vez sus movimientos eran más lentos. Todas las armas enemigas y parte de las amigas, tenían puesto el punto de mira sobre su cuerpo, disparando sin miramientos. Pero por mucho que dispararan, no conseguían que él se detuviera.
Cuando ya casi había alcanzado al pelotón enemigo, sus piernas dejaron de responder. Se dio cuenta de que estaba con las rodillas clavadas en el suelo, a pocos metros de sus presas y no podía hacer nada por levantarse. En ese momento, uno de los soldados enemigos, aprovechó para armar un Toro.
<< ¡Mierda!-pensó al ver el arma-¡Si consigue disparar esa bestia saltaremos todos por los aires!>>
El soldado tuvo toda la tranquilidad del mundo para cargar el arma, o al menos eso le pareció a Fuente. Una vez equipado y con la ayuda de un compañero, apuntó hacia la base del Ejército del Pueblo Libre y disparó el proyectil.
Fuente estaba en medio de la trayectoria del misil, al parecer el soldado quería matar dos pájaros de un tiro. Con la poca fuerza que aún le quedaba en los brazos, consiguió interceptar el misil abalanzándose sobre él. Este lo arrastró varios metros, hasta que finalmente se detuvo amarrado entre sus brazos y en ese preciso instante, un zumbido ensordecedor inundó sus oídos. El zumbido paró de inmediato y todo cuanto le rodeaba volvió a la más absoluta oscuridad.