Menu
Mostrando entradas con la etiqueta Traisa. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Traisa. Mostrar todas las entradas

lunes, 12 de mayo de 2014

CAPÍTULO XXV - CAPRICHOS



TRAISA



El capitán general de la Hermandad del Rayo Sejo, convocó a todo el personal a excepción de los guardias en la sala de actos. Traisa había asistido a reuniones similares anteriormente pero no de tanta urgencia. Las reuniones solían convocarse con días de antelación a unas horas prudenciales.
Sejo un hombre alto, con calvicie prominente y barba, esperaba sentado ocupando su asiento en lo alto del escenario, rodeado por todos los altos cargos de la base.
El general del ejercito Andrian Bastao bastante conocido por su afición a la bebida y las prostitutas, hacia honores a su reputación bebiendo un vaso de Whisky. Natan Mano teniente general y el mas veterano de todos miraba fijamente la puerta de entrada, por donde a cuenta gotas, accedían todos los soldados de la división en el Odín, tomando asiento con el  murmullo constante de la sala como sonido ambiente. El general de división Megias y el general de brigada Perales, aun no habían hecho acto de presencia, solían matar el tiempo jugando al ajedrez en un viejo ordenador que Perales guardaba como un tesoro en su habitación privada.
Traisa sentada en primera fila, miraba el escenario donde se encontraban los tres mandamases sentados detrás de una mesa alargada de madera. Desde pequeña siempre quiso llegar a ser uno de ellos, aunque con el paso del tiempo y la política machista de la Hermandad a la hora de elegir a sus generales habían mermado las sus esperanzas de conseguir tal fin, nunca antes una mujer había alcanzado un cargo de semejante responsabilidad.
Conforme se llenaba la sala el murmullo se iba convirtiendo en griterío, Perales y Megias aumentaron más el volumen de la sala al entrar dando voces sobre el resultado de su partida.
-¡Que suerte has tenido! ¡Me has obligado a sacrificar la reina!- protestaba Perales ante la risa burlona de Megias. Tomaron sus respectivos asientos en el escenario y acto seguido la reunión comenzó.
-¡Silencio todo el mundo!- grito Sejo dando un fuerte golpe sobre la mesa. La sala entera enmudeció-Como todos sabréis la guerra con el Ejercito del Pueblo Libre no ha hecho mas que empezar. Hemos recibido una comunicación encriptada por radio del grupo As. El mensaje contenía información acerca del emplazamiento de una base militar abandonada al norte escondida entre las montañas. La base contiene toda clase de tecnología militar- el griterío de se apoderó de nuevo en toda la sala-¡Silencio cojones!
-Bien un nuevo lugar lleno de armamento pre-guerra-interrumpió Natan Mano-No creo que nos hayas convocado de urgencia para decirnos que han encontrado tecnología-su expresión en todo momento era la de una persona seria.
-A parte del armamento la base tenia guardado un pájaro en perfecto estado- Traisa había oído hablar de los pájaros, eran vehículos fabricados antes de la gran guerra utilizados para transportar soldados vía aérea a las zonas conflictivas, con potencia de fuego para ataques desde el aire. Traisa había tenido la suerte ver alguno con sus propios ojos, aunque ninguno de ellos llegó a funcionar. La noticia de Sejo animó la mermada moral de toda la sala, fruto de años y años de batallas perdidas contra sus enemigos. Este hallazgo habría nuevos horizontes en su constante lucha.
-¿Un pájaro que funciona?- Perales parecía no creer la noticia.
-Según la transcripción del mensaje se dirigen hacia nuestra posición. Gracias al simulador de vuelo, el comandante Campos tiene nociones de pilotaje. Él es el encargado de hacer llegar la maquina intacta a nuestra base- Sejo parecía nervioso, tenia la cabeza mojada del constante sudor y se le notaba un pequeño balbuceo al hablar-Debemos asegurar la zona, no sabemos si los agentes del ejercito del Pueblo Libre han interceptado el comunicado.
-¿Que sugieres?- preguntó Andrian Bastao levantando levemente una ceja.
-El plan es el siguiente. Grupo Trébol, grupo Espárrago y grupo Girasol saldréis al exterior- los soldados de la Hermandad del Rayo se agrupaban en diferentes grupos de acción todos con nombres escogidos al azar, Traisa al no ser soldado, no pertenecía a ninguno pero conocía a soldados de casi todos los grupos. Al mando del grupo Trébol estaba el sargento Querol, del Grupo Espárrago el sargento Burroni y del Girasol el sargento Ríos mas conocido como la cosa amarilla por su particular bello rubio.
-¡A la orden general!- dijeron todos los componentes de los grupos nombrados al unísono.
-Para no levantar sospechas vestiros de incógnito, posiblemente haya espías de nuestros enemigos ocultos entre la población del Odín y Penélope- era lógico, los soldados de la Hermandad solían salir a cuentagotas del cuartel y un despliegue tan multitudinario podría hacer saltar todas las alarmas entre los espías del ejercito del Pueblo Libre- Grupo Ron, grupo Vodka y grupo Whisky infiltraos de incógnito entre la población de Penélope, manteneros informados en todo momento si veis algo sospechoso. Grupo Delta y grupo Bravo patrullar por las calles de Penélope con vuestro mejor arsenal asegurando que vuestros compañeros de incógnito estén a salvo. El resto aseguraos que dentro del Odín nadie se acerque a menos de 50 metros de la base bajo ningún concepto. ¡Ahora todo el mundo a sus puestos!- todos los soldados presentes fueron abandonando la sala-¿Traisa?-el general Sejo la llamo justo antes de abandonar la sala-Ven tenemos ordenes especificas para ti.
Traisa nunca había participado en ninguna misión militar, no esperaba tampoco que esta fuera la primera vez. Lentamente subió al escenario donde aun aguardaban sentados todos los generales.
-¿Que se les ofrece?- preguntó, aunque se imaginaba que podría ser. Otra vez esperar en la sala médica junto al doctor Robot a que soldados heridos reclamaran sus servicios médicos.
-Traisa, prevemos que será una operación sencilla. No hemos encontrado rastro alguno de espías peces- peces, así es como llamaban a los integrantes del ejercito del Pueblo Libre-sin embargo necesitamos de tu experiencia médica por si los planes sufren alguna modificación y hay que atender a heridos-<<Genial-el sarcasmo recorría cada rincón de su cabeza>> las palabras del general Sejo confirmaban las sospechas de Traisa-Coge todos los medicamentos que puedas y ve con el grupo Delta. Atiende tanto a soldados como a civiles.
<< ¿Como?>> la Hermandad del Rayo nunca había atendido a civiles, de esa tarea siempre se encargaban los seguidores de la Orden de San Juan de Dios, una institución que luchaba por la salud de toda persona.
Sin mediar palabra Traisa asintió con la cabeza, dio media vuelta y se dirigió rápidamente hacia la sala médica. Poli parecía estar dormida, al encender la luz despertó de un salto.
-¿Que pasa? ¿Ha vuelto ya mi hermano?- preguntó al ver entrar a Traisa por la puerta.
-No cariño, solo vengo a por unos medicamentos. Tú sigue descansando te vendrá bien. Es muy tarde- las palabras de Traisa parecieron tranquilizar a la muchacha pelirroja, esta cerró de nuevo los ojos y continuó durmiendo.
Con un botiquín cargado de estimulantes, vendajes y drogas para el dolor entre otros Traisa salió corriendo de la sala en busca del grupo Delta.
El corazón le latía a toda velocidad, no sabia si era por la emoción de salir al campo de batalla, aunque fuera una misión sencilla, por ir corriendo de un lado a otro o la suma de los dos.
-¡Esperarme!- el grupo Delta se disponía a cruzar las puertas para salir a Penélope. Traisa sentía que le faltaba el aliento de tanto correr, pero el sargento Algaba pareció escucharle y dio la orden de parar al resto del grupo.
-¿Donde vas Traisa?-el sargento parecía extrañado al verla en las afueras de la base.
-Tengo órdenes del general Sejo de acompañaros y proporcionar asistencia médica a todo soldado o civil- respondió. Jadeaba como un perro en celo y le costaba articular las palabras.
-¡Tranquila niña que esto aun no ha empezado!- bromeó Velasco, un hombre bajito y rechoncho. La servoarmadura le quedaba demasiado ajustada y parecía una salchicha embutida en aquel traje.
Cruzaron las puertas de acceso a Penélope, hacia mucho tiempo que no visitaba aquella ciudad de delincuencia y drogadicción. Visto el paisaje no parecía haber cambiado en nada. Gente desnutrida fumando metanfetaminas en pipas improvisadas, otros moribundos con las jeringas de antagoína aun colgando del brazo luchando por no ahogarse con su propio vómito. La antagoína era una droga de diseño mucho más potente que la heroína, esta se diseñó después de la gran guerra por laboratorios clandestinos. A raíz del descubrimiento de la antagoina la heroína dejó de diseñarse, ya que a causa de las fuertes exposiciones a la radiación la heroína ya no hacia el efecto deseado entre los adictos a este tipo de drogas.
-Menudo panorama-lamentó Traisa al ver aquellas personas luchando por no morir- ¿De verdad vale la pena?
-Vivimos constantemente al borde del abismo-respondió el sargento-Esta gente hace lo mismo que tu y yo, escapar de la dura realidad en que vivimos.
-Discrepo sargento. Pero respeto su opinión- Traisa comparaba los drogadictos con los necrófagos, personas sin conciencia alguna buscando un nuevo chute para calmar su adicción un día mas, unos de carne otros de antagoina.
Una luz en el cielo similar a la que reflejaría una estrella se acercaba hacia Penélope a poca velocidad, debía ser el esperado pájaro. Las noches claras aun se podían divisar algunos satélites que no habían sucumbido al paso del tiempo recorriendo la orbita terrestre, pero esta luz era mucho mas grande y la manera en que se movía no era la de un satélite.
-Ya llega- dijo el sargento en voz baja - ¿No te parece lo mas bonito que hayas visto jamás?
-¡Peceeeeesss!- el grito era de algún compañero perteneciente a otro de los grupos de apoyo, parecía estar cerca de su posición. Sin tiempo a reaccionar multitud de explosiones invadieron las calles de Penélope.
Los compañeros del grupo Delta incluido el sargento Algaba habían desaparecido. Traisa estaba desorientada, mirara hacia donde mirara solo veía gente corriendo hacia sus hogares, negocios o estructuras cercanas que sirvieran de cobijo. Otros no habían tenido tanta suerte y yacían muertos en el suelo, algunos de ellos compañeros de la Hermandad del Rayo.
<<¿Que ha pasado aquí?>> uno de sus compañeros muertos tenia el cañón Gauss con el que iba equipado cerca, tirado en el suelo, Traisa se apresuró a cogerlo para poderse defender en caso de amenaza. Registró de arriba a abajo el cadáver en busca de munición para el arma. Finalizado el registro levantó la cabeza y vio a uno de los integrantes de los peces. Estaba de espaldas apuntando, preparado para disparar al sargento Algaba sin que este se diera cuenta de su amenaza. Traisa no dudó ni un minuto y apuntó con dificultad a su enemigo, rápidamente apretó el gatillo del cañón. El retroceso del arma la hizo caer de espaldas a varios metros de su posición, era inexperta utilizando armas, el disparo impactó en el pescuezo de aquel desgraciado acabando de inmediato con su vida, era la primera vez que le quitaba la vida a una persona. El sargento Algaba ni se percató de lo sucedido y salió corriendo en busca de más peces.
Los disparos, las explosiones no cesaban. Los gritos de pánico de la gente se escuchaban por las calles de Penélope.
Una mujer desangrándose a causa de su pierna mutilada lloraba sin consuelo acunando a su bebé entre sus brazos, resguardada entre los escombros de un edifico abandonado.
<<A esto se refería Sejo, el lo sabia desde el principio>>
Traisa corrió hacia la mujer, tenia que ayudarla o moriría en breve. Dejó cuidadosamente el arma en el suelo mientras observaba la pierna de la mujer. No tenia buena pinta pero quizás con un estimulante y unas vendas cortaría la hemorragia.
-¡Tranquila!- intentó calmar a la mujer desconsolada- Estoy aquí para ayudarte.
<<Tendría que haberme traído al doctor Robot>>
Con un gran trozo de venda hizo un torniquete en torno a la pierna de la mujer, con sumo cuidado pinchó en varias partes de la herida conforme le había enseñado la anterior encargada de la sala clínica. El líquido estimulante parecía hacer efecto, notaba como la herida del miembro mutilado se cerraba, formándose la típica costra al aplicar el estimulante.
-Ya está, te pondrás bien- la mujer había dejado de llorar, pero seguía sin decirle una sola palabra- Te vendare la pierna. Tomate esto te aliviara el dolor- le dio una pastilla de Medcodeína, un derivado de la codeína diez veces mas potente-¡Quédate aquí y no te muevas, no te pasara nada!-después de aplicarle el vendaje la mujer le dio las gracias, los ojos de Traisa estaban empañados en lágrimas al ver tanto sufrimiento.
Corrió en busca de más heridos, pero solo encontró cadáveres. El pájaro estaba cerca, había detenido su vuelo. Desde el suelo Traisa distinguía a Mompo y Chavo disparando hacia los enemigos con las armas que llevaba incorporada el pájaro.
La nave era de color negro, con hélices a los lados en posición horizontal que se inclinaban levemente para modificar la dirección de desplazamiento. Los soldados del ejército del Pueblo Libre disparaban con lanzacohetes hacia el pájaro pero por fortuna la oscuridad de la noche y la lejanía de la nave hacían que los intentos de sus enemigos por derribar la nave cayeran en saco roto.
Poco a poco los peces supervivientes fueron en retirada, huyendo del campo de batalla. El pájaro pilotado por el sargento Campos sobrevolaba el Odín para aterrizar en la base de la Hermandad ante el griterío de victoria de los soldados.
Robots en llamas sin control, centenares de personas muertas por las calles de Penélope y el Odín, otros tantos heridos, Traisa nunca se habría imaginado que aquello terminara en semejante masacre.

Mientras curaba a los heridos lo comprendió todo. Aquello no fue más que un pulso entre Pececito y el general Sejo por el dominio del Odín. Sejo sabia de sobra que el ejército del Pueblo Libre había interceptado el mensaje. Las comunicaciones se realizaban por emisora de radio cualquiera podría haberlas escuchado. Aun así Sejo decidió continuar con la adquisición del pájaro por ello, hizo un despliegue tan multitudinario de sus tropas, sabia que los soldados de Delfín Junior les estarían esperando y decidió contraatacar sin pensar en las consecuencias.
Esta vez la estrategia funcionó y la batalla cayó del bando de la Hermandad, pero el preció fue demasiado alto. Civiles que solo buscaban sobrevivir un día más en sus tristes vidas, habían sucumbido en medio de una batalla capricho del general Sejo. Traisa no estaba dispuesta a que aquella artimaña se quedara en el olvido. Aquello le revivió las ganas de ser general, Sejo acababa de ganarse un peligroso enemigo entre sus filas.

viernes, 21 de marzo de 2014

CAPÍTULO XIX - TRAICIÓN



ACERO




Había perdido la cuenta. Acero no recordaba cuantos días llevaba encerrada en aquella pequeña habitación, lejos de sus compañeros de escuadrón. El cuchitril donde se encontraba cerrada no parecía formar parte del cuartel general, paredes con manchas de humedades, suelo de metal oxidado, solo disponía de una cama con un colchón de muelles que debía tener mas años que el polvo que cubría la mayor parte de la habitación. Carecía de ventanas, la única iluminación que tenía era una lámpara fluorescente haciendo equilibrios por no descolgarse del techo. La ausencia de ventanas le hizo suponer que en verdad si estaba en el cuartel, aunque no recordaba haber pasado por una zona así <<Puede ser la tercera planta>>, un lugar inhabitado dentro del cuartel de la Hermandad del Rayo, de todos modos la puerta que cerraba aquel habitáculo no dejaba ver más allá de la pared de enfrente. El resto estaba todo oscuro.

Tenia serias dudas de que sus compañeros la quisieran tanto como ellos decían, puesto que ninguno se había dignado a visitarla para ver que tal estaba. ¿No les dejaran venir? ¿Pasan de mi? se preguntaba una y otra vez, pero ninguna respuesta le convencía.


El silencio que imperaba en aquella habitación y los alrededores se vio interrumpido por el sonido de unos pasos. <<Si fuera alguno de mis compañeros estarían gritando mi nombre>>. El sonido de los pasos era cada vez más cercano, hasta que cuando parecía estar detrás de la puerta cesaron. Acero observó como por la rejilla que había encima de la puerta asomaba una cabeza, solo se le veía un trozo de frente y el pelo. Un pelo rizado y enmarañado inconfundible para ella. Sabia quien le estaba esperando en silencio detrás de la puerta.

-No te quedes ahí callada como si no hubiera nadie, te veo. ¿Que quieres?- bufó al mismo tiempo que se levantaba de la cama. Los viejos muelles de aquella cama destartalada sonaron como si una pareja estuviera practicando sexo en ese momento.

-Si haces lo que te digo te dejaran salir de aquí- fue la respuesta que obtuvo.

-No tendría que estar aquí y lo sabes, yo no hice nada solo me defendí.

-¿Te parece poco romperle el cuello a dos personas?

-Traisa ya estaban muertos cuando les rompí el cuello, yo solo los estrangulé. Ya sabes que me cuesta controlar mi fuerza.

Noches atrás Acero aprovecho su día libre, para asistir a uno de los espectáculos de variedades que ofrecían en el casino Adagio, cerca del cuartel de la Hermandad del Rayo. Le encantaban los absurdos monólogos relacionados con la vida en el antiguo mundo y los cuentachistes como Eugenio, un imitador de un narrador de chistes que siempre empezaba los mismos con la misma frase <<Saben aquel que diu...>>, este siempre actuaba con un cigarro en una mano y el cubalibre en la otra, sentado en un taburete con el micro perfectamente enfocado a su boca.

La velada fue agradable, Acero se permitió el lujo de tomar dos licores mientras duraba la actuación, risas aplausos, aquel humorista tenía gracia de verdad en la sangre. El problema surgió a la finalización de la actuación. Saliendo del casino para volver al cuartel Acero observó como dos compañeros de su escuadrón que también disfrutaban de un día libre, estaban envueltos en una pelea a pocos metros del casino con dos desconocidos, ella se interpuso en medio de la trifulca para poner paz con tan mala fortuna que uno de los desconocidos le rompió una botella vacía de Whisky en la cabeza. El desconocido pidió perdón, pero Acero no soportaba ver sangre suya y esta corría como un río caudaloso por su frente. En un acto de extrema rabia cogió a su agresor por el cuello con su mano izquierda levantándolo dos palmos del suelo, este se tornaba cada vez más morado signo del estrangulamiento que provocaban las poderosas manos de Acero en su cuello. El otro desconocido quiso ayudar a su amigo a librarse de Acero, pero fue en vano, este corrió la misma suerte que su compadre.

Acero tenia a los dos desconocidos cogidos por el cuello, uno en cada mano, sus compañeros gritaban para que los soltase antes de que acabaran asfixiados, ella hizo caso omiso y continuó apretando con sus manos los cuellos de aquellos pobres desgraciados, mientras intentaban liberarse pataleando. Poco a poco los movimientos de aquellos hombres fueron mas lentos, mas intermitentes, Acero no cesaba, cada vez oprimía con mas fuerza, finalmente dejaron de moverse. Parecían dos peces colgados poca arriba, morados, con la boca abierta y la mirada perdida en el infinito.

Momentos después robots centinela llegaron al lugar de la pelea dando la orden de arresto a Acero.

-¡Libere a esas personas o abriremos fuego!- las grandes manos de los Robots dejaron paso dos potentes cañones láser que apuntaban directamente a Acero.

Al darse cuenta del espectáculo que estaba armando, lanzó fuertemente los cuerpos inertes de aquellos desconocidos a los pies de los Robots centinela. El sonido de los huesos de aquellos hombres golpeando contra el suelo, fue como el que produce el partir una rama seca de un árbol en varios trozos.

-¡Queda usted detenida!- los robots no dejaban de apuntar.

-Es propiedad de la Hermandad del Rayo- se escuchó una voz a lo lejos. Era el comandante Miguelañez, un hombre adulto, bajito, rechoncho con el pelo negro espeso, que se encargaba las veces de los asuntos de justicia internos. Los compañeros de Acero habían puesto en alerta a la Hermandad de lo que estaba ocurriendo -¡Los crímenes de los soldados de la Hermandad deben ser juzgados por el consejo de justicia de la Hermandad!

-¡Yo no he cometido ningún crimen!-protestó. La sangre aun le emanaba de la frente, tenia el rostro lleno de sangre seca. Los Robots centinela se dispersaban en silencio, guardando los cañones, reemplazándolos por sus grandes y blancas manos-¡Fueron ellos quienes atacaron primero! ¡No pienso entregarme!

-No estas arrestada, solo acompáñanos- las palabras de Miguelañez eran tranquilizadoras. Acero accedió y todo volvió a la normalidad. La gente abandonó el lugar, aunque los cuerpos sin vida de los dos desconocidos quedaron tirados en el suelo allí donde Acero los había soltado, sin que nadie se preocupara por retirarlos.

Lo primero que hizo al volver al cuartel fue visitar la enfermería para que le curaran la herida de la frente. Esta seguía sangrando sin cesar. Allí le esperaba Traisa junto al Robot Doctor, estaba preparando una jeringuilla con lo que se supone era líquido estimulante para cortar la hemorragia.

-¿Que haces tú con esa jeringa?- le extrañaba que Traisa preparara nada, todas las tareas de medicina las realizaba el Robot Doctor.

-El robot tiene el sistema de inyección averiado, tengo que ponerte yo el estimulante para que la herida se cierre cuanto antes- las palabras de Traisa le sonaron a cuento chino, el Doctor Robot siempre realizaba las inyecciones, pero no tenia mas remedio que acceder si quería dejar de ver sangre suya por todos lados, de lo contrario en aquel estado podría liarse a mamporros de nuevo contra cualquier persona o cosa.

Lo único que Acero recordaba después de aquel pinchazo fue el despertar en aquella habitación donde se encontraba presa, con la boca seca y un intenso dolor de cabeza, como si se hubiera bebido todo el Whisky del Luxury Odín la noche anterior.

-¡Solo obedecía órdenes!- gritó Traisa.

-Pensaba que eras mi amiga...- Acero se sentía engañada, nunca pensó que su amiga de la infancia le mintiera para inyectarle un somnífero en vez del medicamento que necesitaba en aquel momento.

-Y lo soy, por eso vengo a devolverte la libertad- Acero seguía sin fiarse de Traisa dijera lo que dijera, pero optó por seguir escuchándola, cualquier cosa sería mejor que quedarse allí encerrada-Escúchame con atención. Tienes que ir en busca de un hombre que va acompañado por un necrófago camino del Notocar, los distinguirás fácilmente porque van equipados con servoarmaduras. El hombre lleva pelo largo y barba, el necrófago tiene un mechón rubio bastante distintivo.

-¿Para que?- gruñó. Conocía de sobra los peligros que encerraba el Notocar y el hecho de tener que ir en dirección a aquella prisión no le causaba tranquilidad alguna.

-Toma ponte esto- Traisa deslizó por una de las aberturas de las rejillas en la parte superior de la puerta, un pequeño reloj- Ya sabes de sobra como funciona esto. Tienes guardadas las coordenadas de un posible búnker que aun no ha sido abierto. Tendrás que llevar a ese hombre hasta allí y juntos buscar la forma de acceder, necesitamos un corazón artificial para su hermana que está aquí recibiendo tratamiento y creemos en la posibilidad de encontrar lo que necesitamos en aquel lugar.

-¿Y que saco yo a cambio?- preguntó extrañada Acero mientras miraba fijamente el reloj.

-Tu libertad. Serás una proscrita de la Hermandad mientras dure la misión, pero si todo sale bien no tendrán mas remedio que readmitirte de nuevo- Las palabras de Traisa estaban cargadas de lógica, si conseguía tecnología para la Hermandad del Rayo estaría cumpliendo una de las condiciones para ser miembro de la misma, aunque no tenia tan claro que aquello fuera así en su caso.

-Esta bien lo haré- estaba obligada a aceptar si no quería pasar en aquel agujero el resto de sus días, siempre podría huir lejos, donde la Hermandad no tuviera representación alguna y empezar una vida nueva.

-Te voy a dejar salir, pero por seguridad no podrás llevarte tus armas. En el arcón de la entrada al cuartel te he dejado un viejo rifle, munición y una coraza metálica. Intenta que no te vean- inmediatamente la puerta se abrió, el rozamiento con el suelo produjo un chirrido bastante molesto.

Traisa esperaba al otro lado, luciendo su típica sonrisa de niña buena.

-¡Gracias por aceptar! veras como todo se...- antes de que Traisa pudiera terminar de decir la frase, Acero la cogió por la cabeza y con un movimiento brusco, dejo esta a la altura de su culo tirándose literalmente un pedo en su cara.
Pasillo oscuro


-¡De nada traidora! ¡Volveré!- soltó una sonora carcajada mientras se alejaba por aquel oscuro pasillo, dejando a Traisa vomitando en la puerta de la habitación a causa del hedor de su ventosidad. Buscaría a aquel hombre únicamente para ayudar a su enferma hermana, luego se marcharía lejos. Si algo le habían enseñado aquellos días encarcelada era que allí no tenia a nadie que le importara. Era hora de cambiar de vida. De empezar de nuevo.

viernes, 14 de marzo de 2014

CAPÍTULO XVIII - CURANDERA



TRAISA






Caminaba en silencio dirección a la enfermería seguida por aquella chica de pelo rojizo. Muchas personas habían acudido a Traisa en busca de ayuda médica, pero nadie con dinero.

La tecnología propiedad de la Hermandad del Rayo se compraba con tecnología o con dinero, no se caracterizaban por ser una orden benéfica. Los beneficios obtenidos por las ventas eran destinados al pago de científicos para el estudio de nuevas tecnologías además del suministro a los integrantes.

Solo se podía pertenecer a la Hermandad siendo familiar de algún integrante de la misma o realizar algún favor que implicase la obtención de tecnología de gran valor para la Hermandad del Rayo. Los padres de Traisa pertenecieron a la orden, sus abuelos que ella recordara también.

Aun era una niña de teta cuando quedó huérfana a causa de una explosión en una fábrica de robots abandonada, donde sus padres habían accedido con el propósito de obtener piezas de recambio. La explosión fue causada por soldados del ejército del Pueblo Libre, pusieron bombas de control remoto en la sala donde se realizaba el montaje de las células de alimentación energética y el núcleo atómico de estas hizo el resto. La explosión fue tan grande que sacudió los cimientos de las aldeas cercanas dejando reducido aquel sitio a cenizas. Soldados de la Hermandad del Rayo visitaron aquel sitio al poco de enterarse de la noticia, aunque cuando eso pasó ya habían pasado varios días y a su llegada, solo encontraron escombros y una foto de familia medio quemada donde a duras penas se veía a Traisa recién nacida a brazos de su madre acompañada de su padre. Desde aquel momento, la pequeña Traisa fue hija adoptiva de la Hermandad del Rayo, declarándose la guerra con el Ejército del Pueblo Libre.

Habían pasado muchos años de aquel incidente, las fuerzas de la Hermandad habían mermado a causa de su restrictiva política para reclutar nuevos miembros. Aunque la guerra seguía en pie.

-Es aquí- señalando con el dedo la puerta de acceso, arriba en el marco ponía el cartel de enfermería en un cartel luminoso. A la izquierda de la puerta había un lector de huellas dactilares, Traisa puso el dedo índice de la mano derecha sobre el lector y al momento la puerta se abrió.

Era una sala pequeña, con una temperatura más baja que el resto del complejo, a ambos lados camas cubiertas de sabanas blancas dejando en medio un estrecho pasillo. Todas las camas estaban equipadas con monitores, sensores y dispositivos para tener controladas las constantes del paciente en todo momento.

Un robot era el encargado de los diagnósticos y cuidados médicos de la sala. De forma cuadrada y color verde claro, tan claro que en espacios de mucha luz como aquella sala parecía ser blanco. Levitaba a escasos centímetros del suelo. Comprobaba el estado de uno de los soldados de la Hermandad del Rayo, tenía una especie de brazo articulado posado sobre el pecho del hombre.

Una vez el robot notó la presencia de Traisa y Poli interrumpió su labor. Un holograma apareció de una pequeña cámara proyectora situada en el frontal del androide, este dibujaba la imagen de un hombre vestido con atuendo de doctor y tamaño similar al de hombre adulto.
Camilla e instalaciones medicas

-¡Buenas Traisa! ¿Que paciente traes hoy?- el holograma se movía a la vez que la voz. Una voz entrecortada con tono enlatado.

-Aquí mi amiga Poli, según dice tiene problemas de corazón- Traisa hablaba con toda naturalidad con el robot-doctor como si este fuera una persona de carne y hueso.

-Señorita desnúdese si es tan amable- aunque parecía simpática la voz del robot era imperativa.

-¿Pero aquí en medio?- preguntó Poli, tenia la cara roja.

-¡Anda no seas vergonzosa, si solo es un robot! Y no te preocupes por el otro-bromeó Traisa refiriéndose al hombre tumbado en una de las camas, el cual estaba siendo atendido anteriormente por el robot-esta tan puesto de drogas que no ve tres en un burro.

Poli con sumo cuidado se quitó la coraza dejándola en el suelo. Una vez desnuda como su madre la trajo al mundo el robot comenzó a escanearla. De una cámara similar a la del holograma salía un potente haz de luz rojo intenso, el robot daba vueltas e inspeccionaba de arriba a abajo el cuerpo de Poli. El holograma dejó de ser la silueta de un medico para mostrar las imágenes del interior del cuerpo de la chica.

No era la primera vez que Traisa asistía a un chequeo médico, también había sido objeto de unos cuantos a lo largo de su corta vida. El cosquilleo que producía en los órganos al entrar en contacto con el escáner del robot, era placentero y desagradable a la vez, como si alguien estuviera metiendo la mano dentro de su cuerpo y tocando cada rincón del mismo.

Después de un breve periodo el robot apagó el escáner y se dispuso a dar el diagnostico; <<Que dios nos pille confesados>>

El androide narraba los resultados al mismo tiempo que aparecían los órganos escaneados uno a uno en el holograma; -Hembra de edad celular entre treinta y cinco y treinta y siete años- el holograma mostraba una foto tomada en ese instante - Órgano cerebral intacto, el cráneo presenta diferentes hematomas leves - el holograma encogía la imagen de la foto y presentaba el cerebro y cráneo perfectamente detallados, una imagen que nunca dejaba de impactar a Traisa por muchas veces que las hubiera visto -pulmones dañados por una exposición prolongada al tabaco.

-¡Si yo no fumo!- fue la reacción de Poli al comentario.

-No te preocupes- respondió Traisa con calma- si frecuentas bares o la polución del ambiente puede dar lugar a esos resultados.

-Daños irreparables en el corazón- siguió el robot con el diagnostico- necesario trasplante urgente, esperanza de vida del paciente veinte días. Esperanza de vida post operación natural de un humano.

El resto de órganos poco importaron, el diagnostico del robot era preocupante. <<No disponemos corazones para el trasplante, ni humanos ni artificiales>>. Traisa se preguntaba como podría salvarle la vida a aquella muchacha, el robot solo estaba diseñado para trasplantar órganos artificiales diseñados con tecnología biológica y no conocía nadie con conocimiento suficiente en la medicina antigua para realizar tal operación. ¿Donde podría encontrar un corazón artificial? Si aun existían en algún sitio estos debían localizarse en los búnkeres cerrados. Búnkeres que desde el estallido de la guerra no se habían aperturado, quedando dentro generaciones de personas que en su vida habían visto la luz del sol. ¿Seguirían con vida estas extrañas personas? Y si era así ¿Como acogerían la intrusión de la gente de fuera?

-Quédate aquí- dijo a Poli - el doctor Robot estará pendiente de ti mientras preparamos todo lo necesario para la operación, aunque te advierto que un corazón nuevo es caro.

-Mi hermano ha ido en ayuda de una mujer, la cual nos ha prometido una sustanciosa recompensa.

<< Esperemos que vuelva >> En ese momento se le encendió la bombilla. Para no poner en peligro a ningún integrante de la Hermandad podría enviar a su gran amiga Acero en busca del hermano de Poli para que este fuera en busca del corazón, aunque el problema era mayor. No tenía la ubicación exacta de ningún Bunker cerrado. Los pocos que habían explorado estaban abandonados y completamente desvalijados y el robot que debía contener las coordenadas exactas de los mismos, había sido robado días atrás en una emboscada del Ejército del Pueblo Libre, cuando unos compañeros regresaban de una misión de exploración, quedando los tres soldados muertos cerca de Penélope.

-¿Donde decías que había ido tu hermano?

-Se dirige a la base de la Banda de los Trajes Grises para liberar unos niños prisioneros ¿Porque?

-Nada, curiosidad. Quédate aquí luego vengo a verte.

Salió a toda velocidad de la enfermería. Toda respuesta podría obtenerla en el centro de investigación, había en juego dinero y posiblemente nuevos soldados para la Hermandad, además de un valioso botín tecnológico que les serviría de gran ayuda en su particular guerra contra el Ejercito del Pueblo Libre.

Rápidamente llegó al centro de investigación, el comandante Alain Truchement estaba al cargo de la sala.

-¡Comandante tengo algo muy serio entre manos!- el comandante se encontraba revisando un detallado mapa dibujado en una gigantesca pantalla de cristal trasparente situada al centro de la sala. Una sala enorme con una veintena de ordenadores aunque solo estaban siendo utilizados la mitad de ellos.

-Esto es más importante, espera- respondió el comandante, un hombre alto, corpulento con peinado militar y vestido de servoarmadura plateada.

-Eso son...

-Efectivamente Traisa- interrumpió Alain - anoche la radio del bot de reconocimiento que perdimos volvió a funcionar y pudimos localizar su posición y rastrearlo. Pasó la noche en esta gasolinera situada a unos kilómetros de aquí- señalo la gasolinera en el mapa con un largo alfiler con punta de goma - Hace unos instantes perdimos de nuevo su señal en este punto - señaló una montaña cercana a la gasolinera -Solo caben dos posibilidades, o bien que el bot haya sido anulado de nuevo o que se trate de uno de los búnkeres. De inmediato vamos a mandar soldados de incógnito para realizar el reconocimiento de la zona. Perdona Traisa ¿Que querías?

- Hay una chica que ha venido con un montón de chapas buscando ayuda médica, necesita un corazón artificial y bien dios sabe que si no lo encontramos en esos búnkeres no lo encontraremos en otro sitio.

-Esos corazones no valen todas las chapas del mundo- interrumpió el comandante.

-Tengo la solución. Su hermano se encuentra realizando unos trabajillos para una mujer en el Notocar. Podemos enviar a Acero en su busca y juntos que hagan el trabajo sucio- sugirió Traisa.

-¿Acero? ¿Esa chiflada que cogió del cuello a dos hombres enormes y los estranguló antes que tocara el suelo? ¿Acaso no recuerdas que esta en el calabozo bajo sedación?

-Estoy dispuesta a correr el riesgo. Sabes que es mi amiga, y por mí hará lo que sea.

-Esta bien hija... hay mucho en juego. Pero si la misión sale mal todo el peso de los mandos superiores caerá sobre ti. Yo negare haber tenido esta reunión contigo.

No le extrañaban las palabras del comandante, este mentiría hasta a su propia madre el día de su muerte. Traisa salió de la sala con una sonrisa de oreja a oreja. <<De esto me ascienden seguro>>, fue en busca de su amiga Acero. Se preguntaba si esta la perdonaría después de haberla engañado para poder sedarla el día que ocurrió la pelea. <<Puedo hacerlo, la convenceré>>