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viernes, 13 de junio de 2014

CAPÍTULO XXVIII - ADICCIÓN





CRISTINE



Soplaba una ligera y fresca ventisca que mecía los cabellos que tapaban levemente su cara. Notaba el peso de un objeto inmóvil sobre su cuerpo.
Paulatinamente Cristine abrió los ojos. Estaba tumbada boca arriba en el suelo. Al frente, el cielo azul estrellado daba paso al amanecer de un nuevo día.
Intentó incorporarse pero no lo consiguió. El hombre del pelo largo llamado Jacq estaba tendido encima de ella dejándola con escasas posibilidades de moverse.
Parecía inconsciente, el extraño traje que le servía de protección estaba roto por la parte de la espalda que Cristine alcanzaba a ver levantando levemente la cabeza.
Hizo un nuevo intento para liberarse del peso muerto de aquel cuerpo, pero sus esfuerzos fueron en vano.
-¡Jacq!-gritó en repetidas ocasiones-¡Jacq, Jacq, Jacq!-golpeaba las costillas de este con el puño.
-¿Poli?-respondió Jacq con voz tenue. La boca estaba tan apretujada al su pecho que Cristine notaba las vibraciones de su voz.
-¡Soy Cristine! ¡Levanta! ¡No puedo moverme y me haces daño con el peso de tu cuerpo!
Muy lentamente Jacq rodo sobre si mismo dejándose caer al suelo.
Viéndose liberada de aquel peso muerto Cristine aprovechó para ponerse en pié. Al levantarse un leve mareo le hizo tambalearse pero finalmente pudo mantener el equilibrio.
No recordaba haber estado en aquel sitio. Una montaña de escombros se levantaba delante de sus narices. Miró a su alrededor y no vio más que escombros, restos de extremidades humanas y algún cadáver. Parecía estar en medio de un agujero gigante, aquel panorama era poco esperanzador. Observaba como las improvisadas paredes de aquel agujero precipitaban tierra seca, que al caer al fondo creaban una pequeña nube de polvo.
-¿Que ha pasado aquí?- el fuerte golpe de aquella enorme criatura en los túneles era lo último que recordaba. ¿Los cadáveres pertenecerían a los otros dos hombres que la acompañaban?
-No estoy seguro, igual esto es el infierno y nos ha tocado compartirlo-respondió Jacq incorporándose lentamente. Estaba cubierto de arena, con el pelo enmarañado y la cara llena de rasguños.
-¿Donde está el monstruo que nos atacó?
-¡Reventado!-dijo Jacq, por el tono de su voz parecía haber sido el causante de la muerte de aquel ser.
-¡Me dejas más tranquila!-suspiró-Pero sigo sin saber que ha pasado aquí. ¿Utilizaste una bomba para matar al bicho y reventamos todos?
-Algo así pero no fui yo. De eso se encargo Hueter. Aunque el bicho fue lo único que reventó. Quedaste inconsciente después del golpe, así que te cargue a lomos. Después de caminar por aquel túnel llegamos a la zona de los refugiados. Al llegar fuimos sorprendidos por soldados de la Banda de los Trajes Grises. Supongo que esto es lo que queda de aquel lugar.
-¿Y los refugiados?-preguntó Cristine al no ver rastro alguno de supervivientes.
-Ni idea. Al lanzarnos aquel cohete solo tuve tiempo de tirarme al suelo para cubrirnos. Del resto no recuerdo nada mas-se encogió de hombros.
-Me salvaste la vida. Estoy en deuda contigo-en poco más de dos días había estado a punto de morir en varias veces. Sentía la sensación de tener un ángel de la guarda.
-No me debes nada. Podríamos haber muerto igual, solo fue un golpe de suerte. Parece ser que mis acompañantes no tuvieron tanta suerte como nosotros-lamentó Jacq mirando fijamente al suelo removiendo arena con su pie derecho-¡Hay que salir de aquí!
-¿No quieres que busquemos a tus compañeros?-pregunto Cristine al ver la pasividad de Jacq al respecto.
-¡Da igual!-aquella respuesta le extrañó-Si están vivos sabrán arreglárselas. Solo quiero volver donde está mi hermana.
-¿Y donde es eso?-estaba dispuesta a marcharse a cualquier lugar lejos del Notocar. Si Jacq no mentía y estaban en la zona de los refugiados la base debía estar cerca.
-En el Odín junto a la Hermandad del Rayo-había oído hablar de la Hermandad, pero no conocía a nadie que perteneciera a ella. Quizás eso explicaba el traje que llevaba Jacq y su compañero el tabernero borracho llamado Hueter. Aunque le parecía extraño que el necrófago fuera integrante de aquella organización.
-Está bien salgamos de aquí.
No iba a ser tarea fácil escapar de aquel agujero. La explosión había dejado la tierra suelta y trepar se hacía complicado a causa de los desprendimientos.
Finalmente encontraron una zona por donde parecía que alguien había trepado dejando tras de sí un rastro de gotas de sangre. Una pared donde una viga de metal había quedado apoyada, dejando así una improvisada escalera que ascendía hasta un poco más de la mitad de la pared.
Cristine trepaba cuidadosamente para no caer, seguida de cerca por Jacq que no dejaba de quejarse por haber perdido el arma y tener el traje roto.
-¡Sin armas, sin chapas, solo con un machete!- repetía una y otra vez.
El ascenso por la viga fue sencillo, el problema vino después. Desde donde acababa la viga había una pared de tierra de poco más de dos metros. Sabía que si intentaban escalar por ahí la tierra cedería y el peligro de caer y darse un buen golpe era una posibilidad más que certera.
-¿Y ahora qué?-pregunto disgustada al ver el obstáculo.
-Ven y te aúpo- Jacq se agacho levemente y puso sus manos con los dedos entrecruzados. Cristine subió su pie derecho y se apoyó con la mano en el hombro-¡Arriba!-el fuerte empujón la hizo perder el equilibrio, Jacq consiguió mantenerla para que no cayera.
-¡Me estas tocando el culo!-protesto. Jacq la tenía suspendida en el aire como si fueran dos acróbatas, una de sus manos la sujetaba apoyándose en sus partes traseras.
-No me jodas ¿Quieres salir de aquí o caer al agujero?
La tierra suelta dificultaba el ascenso, pero con otro pequeño empujón logró subir a la superficie. El rastro de gotas de sangre que había visto abajo había desaparecido por completo.
-¡Ayúdame!-grito Jacq desde los adentros de aquel agujero. Visto desde fuera parecía un cráter.
De un ágil salto Jacq consiguió agarrarse al borde, Cristine lo cogió de los brazos y tiró con todas sus fuerzas hacia atrás.
Pesaba demasiado y le dolían los brazos al hacer fuerza, pero finalmente Jacq con su ayuda consiguió salir a rastras del agujero.
-¡Ha costado pero al fin libres!-dijo orgulloso de sí mismo como si nadie le hubiera ayudado a salir.
-¿Y ahora hacia donde nos dirigimos?
-¿Dirigimos? ¿Quieres venir conmigo o qué?-parecía extrañarle la pregunta.
-No tengo a donde ir-Cristine solo quería escapar del Notocar le daba igual el destino-Puedo servirte de ayuda.
-Está bien niña-dijo Jacq con un tono más alegre, parecía gustarle la idea de ir acompañado en su regreso al Odín-Lo primero que haremos será cazar nuestro desayuno.
-¿Con que lo vamos a cazar?-no tenían armas, y cazar solo con un machete era arriesgado.
-¡Con esto!-respondió sacando el machete de la funda-Las presas cazadas con esto saben mucho mejor.
La idea no le fascinaba pero era lo único que podían hacer si no querían morir de hambre. Solo esperaba no cruzarse con ningún escorpión gigante o alguna abominación similar, con suerte un mutajabalí para desayunar no sería mal plato, aunque echaba de menos la carne de los moradores de las cloacas. <<Al final será verdad y esa carne es adictiva>>
Parecía que los depredadores no tenían hambre aquella mañana, pasaron horas caminando sin saber muy bien hacia donde se dirigían sin que ningún animal se cruzara en su camino.
El sol cada vez tomaba más fuerza sobre sus cabezas, Cristine notaba como se le calentaba la frente y comenzaba a sentir cierto escozor en la piel de sus brazos.
Finalmente llegaron a un lugar donde las plantas comenzaban a tomar un color verdoso. Era difícil ver un paisaje así por aquella región. Un poco más adentro había un lago, al parecer de agua estancada formado por las lluvias del invierno pasado.
-¡Agua!-gritó Cristine alegre por el descubrimiento. Corrió hacia la orilla para echar un trago y calmarse su sed. El agua tenía un sabor nada agradable pero no le importaba, tenía demasiada sed como para permitirse el lujo de esperar encontrar un sitio con un agua más limpia.
-¡Cabrón tú no te me escapas!-un grito desgarrador hizo que se estremeciera y dejara de beber. Jacq volvía con un mutajabalí pequeño cargado sobre su hombro. Llevaba una sonrisa de oreja a oreja-Ya tenemos desayuno. Ahora te toca a ti preparar una hoguera para asar el trofeo. Nos vamos a poner las botas.
La carne del mutajabalí no se caracterizaba por ser un manjar, pero la tripa de dolía horrores por el hambre y agradecía que Jacq hubiera cazado aquella pieza, no había comido nada desde la mañana anterior cuando Mosarreta preparó los restos del morador de las cloacas.
Buscó ramas secas entre la maleza, tenía bastante donde elegir, aquella espesura verde que rodeaba el lago no era más que una pequeña alfombra de algas secándose al sol.
-¡Ahí te dejo el Zippo! ¡Cuando esté encendido el fuego avísame!- gritó Jacq a lo lejos caminando hacia el lago.
El mutajabalí yacía muerto al lado del traje y el machete de Jacq. Cristine levantó la vista y observó como su compañero se bañaba en el lago. El agua solo le cubría hasta la cintura. << ¡No mires!>>, pensó, pero no podía dejar de mirar de reojo hacia el lago mientras cuidadosamente amontonaba la leña para encender la hoguera.
Las ramas resecas hacían que el fuego chisporroteara. Sin más trabajo que hacer se sentó a unos metros de la hoguera, el calor apretaba y no le apetecía acabar asada como el mutajabalí.
Jacq continuaba lavándose, Cristine no pudo evitar mirar. El agua corría por el torso desnudo de aquel hombre, tenía el pelo mojado echado hacia atrás. No se caracterizaba por tener un cuerpo extremadamente musculoso, pero tenía bien definidos todos sus músculos, lo que más le gustaba a Cristine no eran sus marcados abdominales ni sus redondos bíceps, no, hasta el momento era el único hombre que la había respetado hasta el punto de salvarle la vida aunque él quisiera negarlo.
-¡Yo no me bañaría tan alegremente en este lago!-una voz femenina interrumpió aquel momento de fantasía. Cristine asustada giró la cabeza rápidamente. Una mujer esbelta de pelo largo y liso, alta, con un rostro tan hermoso que sería la envidia de cualquier mujer y con una armadura metálica que Cristine había reconocido fácilmente, miraba fijamente a Jacq sin hacerle mucho caso. Parecía confiada y no era para menos puesto que iba armada con dos pistolas Magnum del cuarenta y cuatro.
-¿Perdona?-pregunto Cristine extrañada por la aparición de aquella mujer.
-Disculpa, no me he presentado mi nombre es Pervert-dijo aquella mujer con tono alegre.
-Vaya eres la primera persona que no me apunta con un arma antes de conocerme-agregó extrañada.
-Viendo el panorama que tenéis no suponéis ningún peligro. Tú estas sentada a varios metros de la única arma que tenéis y del otro... en fin mejor no hablamos. Además la servoarmadura rota que hay ahí-dijo señalando el armadura de Jacq-me hace pensar que no perteneceis a ninguna banda de bandidos, dicho lo cual sois bienvenidos-al escuchar las palabras de Pervert, Cristine se sintió aliviada.
-Mi nombre es Cristine y aquel hombre se llama Jacq-levantó una mano para hacer sabedor a Jacq que tenían visita. Al salir del lago Jacq perdió todo su encanto. Llevaba puestos unos calzoncillos horrorosos, no por la forma sino por la suciedad de estos. Parecía como si no se los hubiera quitado en la vida.
-¡Dios casi hubiera sido mejor que se hubiera quitado esos calzoncillos mugrientos! ¡Igual nos alegraba la vista!-Pervert bromeó, aunque su broma iba cargada de razón. Por otra parte no era tarea fácil encontrar ropa interior limpia o al menos que estuviera un poco decente. Cristine hizo ademan de comprobar la suya y observó que no estaba mucho mejor después de todo lo pasado. <<Mejor me callo un poco>>, pensó al ver su ropa interior, aunque no pudo evitar dejar escapar una pequeña sonrisa ante la broma de Pervert.
Jacq se acercaba con paso firme y el ceño fruncido hacia ellas. Parecía extrañado por la presencia de la otra chica.
Una vez delante de ellas Cristine no pudo evitar ruborizarse al tener aquel torso desnudo tan cerca de ella.
-¿Quién eres tú?- preguntó Jacq, su voz sonaba seria.
-¡Tranquilo vengo en son de paz!-quiso quitar tensión a la situación-Soy una vecina de un pueblecito cercano a este lago. Me llamo Pervert.
-¡Esta bien Pervert!-se rascó la entrepierna-¡Putos calzoncillos!- Pervert no pudo contener la risa y Cristine se unió a ella-Pican un huevo, nunca mejor dicho. Pero tengo que llevarlos puestos si quiero ponerme la servoarmadura.
-Parece rota, ¿Que paso?-se notaba que Pervert sentía curiosidad por saber cómo habían acabado en aquel sitio. Cristine quiso responder pero en última instancia prefirió mantenerse callada.
-Es una larga historia. Si quieres acompáñanos en nuestro desayuno. Llevo un día sin comer y aquí mi amiga supongo que más de lo mismo-dijo refiriéndose a ella. Cristine asintió con la cabeza. Tenía tanta hambre que se mareaba con solo pensarlo.
Jacq tardó poco en preparar el mutajabalí. El primer bocado supo a gloria y el segundo y el tercero... Quizás fuera por el hambre pero nunca había probado uno que tuviera tan buen sabor.
Jacq comía y hablaba a la misma vez, contaba la historia de lo sucedido mientras Pervert prestaba atención en silencio.
Del mutajabalí solo quedaron los huesos.
-¿Fumáis?-preguntó la mujer ofreciendo un paquete de tabaco abierto.
-¡Por dios si!-se notaba que Jacq tenía mono de fumar tabaco o lo que fuera que estuviera ofreciendo la muchacha-¿Dónde está ese famoso pueblo?
-Está cerca, en aquella dirección-dijo mientras fumaba el cigarro, a cada palabra le salía una bocanada de humo-Hay un mecánico de armas que puede repararte esa destartalada armadura cuando esta sobrio, aunque te advierto que es difícil encontrarlo sobrio-dejó escapar una pequeña carcajada.
-No llevo ni una chapa encima-lamentó Jacq-Lo perdimos todo en la explosión.
-La caza es abundante por esta zona. Trabajad conmigo os prometo que podréis sacar un buen sueldo con la carne de los bichos que encontremos por aquí-la idea de Pervert no parecía convencer a Jacq que dudaba moviendo la cabeza a uno y otro lado. Cristine por el contrario estaba dispuesta a ir donde fuera, nadie le estaba esperando en ningún sitio y nadie la echaría de menos-Vámonos al pueblo y terminamos de hablar allí, conozco una taberna donde ponen muy buenos licores, yo invito.
Llevaban todo el día caminando y lo que menos le apetecía a Cristine era ponerse de nuevo a andar, por otra parte el sol estaba en todo su apogeo y no parecía haber ninguna sombra cercana;
-Si no hay que caminar mucho...-se encogió de hombros.
-¡Anda no me seas perra! ¡Vámonos!- bromeó Jacq. Apagaron el fuego y dejaron los restos del mutajabalí allí donde los habían tirado después de comérselos. Emprendieron de nuevo la marcha bordeando el lago, Pervert iba delante, le seguía Jacq que parecía que miraba mas el culo de la muchacha que a su alrededor y al lado de Jacq, Cristine.
-¡Esperad!-Pervert paró en seco-¡Tenemos caza, ahí!-desenfundó rápidamente sus dos Magnum. << ¿Qué es eso? >>, Pensó Cristine atemorizada. A escasos metros una criatura de pelo blanco parecía estar comiendo los restos de otra. Las garras de tres dedos agarraban con fuerza el abstracto trozo de carne en que se había transformado el otro animal o lo que fuera antes de caer en las fauces del depredador. Sus dientes eran afilados, a cada bocado arrancaba un trozo como si de papel se tratase. Los ojos pequeños y negros se clavaban con furia en la presa. De la espalda le salían dos alas del mismo tamaño que el cuerpo, aunque estas en su mayor parte estaban agujereadas.
Al darse cuenta de la presencia de Cristine y sus compañeros el animal se giró en un gesto violento mostrando sus fauces, emitiendo un agudo rugido. La larga cola del animal parecía un látigo moviéndose de un lado a otro.
Sin pestañear Pervert disparó una vez con el magnum de su mano derecha y otra con el que sujetaba con la izquierda. Con un movimiento torpe el monstruo intentó alzar el vuelo con tanta suerte para él que ninguna bala le alcanzó.
Avanzaba hacia ellos dando pequeños y continuados saltos.
-¡Dispara cojones!-gritaba Jacq una y otra vez. Pervert seguía apuntando sin hacer mucho caso a los gritos.
-No puedo desperdiciar el tiro. No me queda mucha munición- el siguiente tiro impactó directamente en la boca de la abominación. La bala atravesó por completo el rostro. No pareció afectarle lo mas mínimo, la criatura seguía avanzando a paso torpe.
Un nuevo disparo procedente del Magnum de Pervert alcanzó el torso del ser, este cayó de espaldas al suelo.
Pervert se acercó al monstruo que intentaba levantarse, pero la constitución de su cuerpo hacia que esa tarea fuera complicada. La mujer de los Magnum puso un pié sobre el torso del animal;
-Amiguito, vas a ser un buen abrigo- disparó por última vez y el ser dejó de moverse.
-¿Qué era eso?-preguntó Cristine, el miedo que aun tenia pegado al cuerpo hacia que su voz sonara temblorosa.
-Aquí lo llaman Nasaba, no sé en otros sitios como lo llamarán-Pervert daba pequeños puntapiés al monstruo-Hemos tenido suerte, tenía las alas rotas y no podía volar.
-¿Suerte?-el sarcasmo rebosaba en la boca de Jacq-¡Casi me cago en los pantalones!
-Según dicen son prototipos de armas biológicas del antiguo mundo-explicó Pervert-¿Quien me ayuda a transportar este bicho al pueblo?
-¿Pero esto se come?-preguntó Cristine inocentemente.
-¿Estas de broma?-sonrió la muchacha-Un pedacito de carne como la punta del dedo pequeño es suficiente para que estés una semana cagando sin parar. Con esto se hacen abrigos para resguardarse del frio en invierno.
Con algo de esfuerzo Jacq arrancó las alas del Nasaba, así era mucho más fácil poderlo transportar.
Cristine no se atrevía a tocarlo, solo con pensarlo el mutajabalí cobraba vida en su estomago dispuesto a salir corriendo por su boca.
Jacq fue el encargado de ayudar a la mujer a transportar el Nasaba. Él lo cogió por las piernas y ella por los brazos.
La peste a perro mojado se le metía a Cristine en la nariz hasta tal punto de notar su sabor en la garganta. Era muy desagradable.
La sangre que emanaba del cuerpo de la criatura dibujaba un fino trazado a cada paso de sus compañeros.
Haciendo esfuerzos por no vomitar llegaron al pueblo sin darse cuenta. Una alta muralla hecha a base de lo que parecían fuselajes de un avión caído en combate, rodeaba aquel pueblo. A lo alto de las puertas de acceso un hombre de barba blanca y piel morena vigilaba el tráfico entrante y saliente.
-¡Buena caza!-carraspeó el hombre al verles llegar con el Nasaba. Pervert saludó al vigilante levantando el pulgar en señal de agradecimiento y dedicándole una tierna sonrisa.
La ciudad estaba edificada en el interior de un enorme hoyo, al parecer producido por la explosión de una cabeza nuclear durante la guerra. Allí se levantaban decenas de chabolas construidas con cualquier material, plásticos, metal, madera, piedra... separadas por estrechos pasillos.
-¡Bienvenidos a Salatiga!-gritó Pervert una vez dentro del pueblo. Se respiraba tranquilidad aunque el tráfico de personas por las pequeñas calles fuera constante.
Carteles pintados a mano señalaban la dirección de varios negocios en la zona, entre ellos el bar. <<Bar Budo>>, señalaba uno de ellos, <<Bar Racón>> señalaba otro.
-Desde luego los dueños no se calientan mucho la cabeza poniendo nombres a sus negocios- bromeó Cristine señalando los carteles.
-Aquí nadie se calienta la cabeza con nada-aportó Pervert. Fueron en la dirección que señalaba el cartel <<Pieles Ciudadela>>. Cristine no sabía de la existencia de talleres que se dedicaran a la elaboración de prendas de vestir. Pensaba que toda la ropa era herencia del antiguo mundo.
-¡Buenas Tito!-dijo Pervert con voz alegre al entrar en el taller.
Tito estaba sentado detrás de una mesa de metal que había justo al entrar al local. Aquel sitio olía incluso peor que el Nasaba, era casi imposible respirar sin que una arcada golpeara su garganta, aunque parecía que a Tito no le afectara lo más mínimo.
-¡Dios como apesta aquí!-Jacq le quitó las palabras de la boca, <<Tienes toda la razón chico>>.
-Si pasaras aquí día y noche como yo, lo encontrarías hasta agradable-bromeó Tito-Dejármelo ahí, mi sobrino esta al llegar. Él se encargará de tratar la piel. Ya sabes cuál es el trato niña, pásate mañana y te doy tu parte. 
Pervert asintió con la cabeza y sin más palabras salieron del taller.
Después de pasar por aquel apestoso local parecía que fuera oliera a rosas, era un gran alivio poder respirar sin sentir arcadas, << ¡Que alivio!>>.
-¿Unos tragos?-preguntó Pervert encendiéndose un cigarro.
-¡Por favor!-suplicó Jacq.
-Después del mal trago que habéis pasado os lo merecéis-sonrió. Hasta su sonrisa era bonita, poca gente conservaba los dientes en tan buenas condiciones como aquella mujer.
Bajaron por una empinada escalera de tablones de madera clavados en el suelo hasta el centro del pueblo. Había una diminuta plaza donde los niños jugaban dándole patadas a un balón de trapo. La entrada del bar Budo daba a la plaza principal. El dueño gritaba a los niños intentando que estos dejaran de darle balonazos a las paredes del bar.
-¡Malditos críos!-maldijo a la vez que abría la puerta-¡Pasad jóvenes pasad!
Para Cristine todos los bares eran iguales. Malolientes, con una atmósfera contaminada por el humo del tabaco, hombres borrachos jugando a las cartas. Aquel sitio no era una excepción, carecía de ventanas y aunque fuera el sol quemara las piedras, dentro parecía ser de noche, pero el tener un poco de sombra en aquel día tan caluroso se agradecía.
-¿Que va a ser?-preguntó el dueño acercándose a la mesa donde se sentaron.
-¡Whisky!
-¡Otro para mí!-pidieron lo mismo tanto Jacq como Pervert. Cristine por su parte nunca había probado el alcohol, estaba indecisa, en aquel antro no parecía que tuvieran ninguna bebida que no alcohólica.
-¿Y tu niña?-pregunto el dueño dándose cuenta de su indecisión. << ¡Solo uno para acompañarles!>>
-Ponme otro a mí también-suspiró.
El dueño volvió al momento con una botella de Whisky entera y tres vasos. Mirando el vaso que aquel hombre le había dejado delante, vio un insecto trepando con sus diminutas patitas por las paredes de cristal del vaso intentando colarse dentro. Sigilosamente Cristine lo cambió por el de Pervert que hablaba con Jacq sin prestarle atención.
El camarero llenó hasta los bordes cada vaso, cuando este se disponía a llevarse de nuevo la botella al mostrador Pervert lo interrumpió;
-¡Deja la botella hombre!-el hombre la miro con el ceño fruncido, sonrió dejando ver la carencia de dientes que tenía en su boca y puso la botella en medio de la mesa.
Cristine acercó la nariz al vaso que desbordaba Whisky. Tenía un olor fuerte parecido a madera húmeda.
-¡Un brindis!-grito Pervert. Levantó el vaso sin poder evitar mojarse los dedos con el licor-¡Por una nueva amistad!
El trago le supo como un puñetazo en la garganta. << ¿Cómo puede gustarles tanto esta porquería? >>, Pensó. Sus compañeros se habían bebido el vaso de un solo trago como si se tratase de agua, en cambio ella lo tomaba a pequeños sorbos.
-¡No está mal!-dijo Jacq.
-Discrepo- protesto Cristine haciendo esfuerzos por recuperar el aliento después de cada trago. Conforme iba bebiendo el Whisky tomaba un sabor más suave.
-¿Están jugando a lo que yo creo?-preguntó Jacq mirando hacia una mesa donde unos tipos con claros síntomas de embriaguez voceaban a la vez que bebían sin control.
-Juegan al más fuerte. Apuestan a ver quien bebe mas-por la manera en que respondió Pervert parecía sentirse molesta por la actitud de aquellos hombres.
-¿Cuantas chapas llevas encima?-Jacq parecía emocionado.
-Unas cien-Pervert puso encima de la mesa un saquito de tela-esto es todo lo que llevo. No iras a...
-¡Trae eso! ¡Hoy bebemos gratis!-interrumpió cogiendo el saquito con las chapas. Jacq se levantó y fue directamente a la mesa donde los tipos se debatían en duelo por ver quién era el más borracho.
<<Todos los hombres son iguales>>
-¡Vamos guapa, esto promete!-dijo Pervert levantándose a toda velocidad de su asiento. Sin saber porque Cristine lleno de nuevo su vaso antes de levantarse.
-¿Tu quien eres?-preguntó el mas mayor de los dos hombres sentados en la mesa. El resto estaba de pie, algunos simplemente miraban, otros gritaban a cada trago de los contrincantes.
-¿Ya has acabado con este?-el tono desafiante de Jacq pareció incomodar al borracho.
-¡Soy el campeón! ¡Nadie me vence!- el hedor que desprendía el aliento de aquel hombre llegaba hasta las fosas nasales de Cristine, << ¡Qué asco por dios!>>. El hombre miró fijamente a Jacq-¿Eres un necrófago? ¡No, no lo eres! ¡Siéntate hijo voy a enseñarte como hay que beber!
-¿Apuesta?-preguntó Jacq sentándose en la silla que el oponente del viejo había dejado libre.
-¡Apuesta lo que estés dispuesto a perder hijo!-Cristine observo que el viejo tenía en el suelo al lado de su silla un cubo lleno de un líquido amarillento que parecía vómito.
-¿Eso es normal?-preguntó dándole un pequeño golpe en el brazo a Pervert. Sin darse cuenta se había terminado de nuevo el vaso.
-Es el pasatiempo del pueblo-bufó- veremos qué tal se las apaña nuestro amigo.
Jacq apostó todas las chapas y el viejo respondió con las mismas. Una pequeña montaña de chapas había crecido en una de las esquinas de la mesa. A juzgar por la cara de Pervert no estaba muy convencida de que aquello hubiera sido buena idea. Se arriesgaba a perder sus chapas.
Antes de que comenzara el duelo Cristine fue a por la botella de Whisky que yacía solitaria en la mesa donde se habían sentado al entrar en el bar. Comenzaba a sentir cierto mareo pero todo le parecía más divertido.
A cada trago de Jacq ella respondía con un traguito de la botella.
-¡Mujer que te la vas a beber tu sola!-protestó Pervert quitándole la botella de las manos para servirse otro vaso.
Parecía que Jacq había ganado la apuesta aunque Cristine en lo único que estaba pensando era en no caerse al suelo. Le costaba articular palabras y el mareo era cada vez más notable, así que decidió sentarse en la silla y apoyar la cabeza en la mesa. Aquello fue un error, el suelo se movía a sus pies, la mesa parecía estar poseída, las manos le sudaban como nunca antes lo habían hecho. No pudo evitar vomitar en el suelo pero no le importó, volvió a apoyar la cabeza en la mesa e intentó dormirse.
Carcajadas, música, el humo del tabaco, todo había vuelto a ser molesto. << ¿Quien me mandaría a mi probar esto? >>
Tenía la sensación de estar volando. Inmediatamente abrió los ojos, Jacq la llevaba en brazos. Ya no estaban en el bar, parecía que iban de camino a casa de Pervert.
Salir de aquel tugurio sentó bien a Cristine, aun notaba un ligero mareo pero la tormenta parecía haber pasado. No sabía si era por los efectos de la bebida, pero visto desde aquel ángulo el aspecto de Jacq era mucho más atractivo que de costumbre;
-¡Qué guapo eres!-dijo Cristine acariciándole los pelos de la barba. No sabía si lo había dicho en voz alta o simplemente estaba pensándolo, Jacq sonrió lo que le hizo suponer que la había escuchado. Nunca había estado tan segura y a gusto en brazos de ningún hombre. Se incorporó levemente y dio un beso a Jacq en la comisura de sus labios. << ¿Por qué he hecho eso?>>, pensó, pero no se arrepentía en absoluto, volvería a repetirlo pero sentía miedo por la reacción que pudiera tener Jacq. No quería estropear aquel embriagador momento.
-¡Borracha!-bromeó Jacq que no podía dejar de reír, aquello la tranquilizó. Una vez pudo dejar de mirar el rostro de Jacq, Cristine vio como Pervert echaba mano de su bolsillo para posteriormente sacar una llave con la que abrió la puerta de una de las chabolas.
-¡Dormir donde podáis tortolitos!- bromeo Pervert a la entrada-¡Yo me voy a la cama que voy borracha!-después de aquellas palabras desapareció por unas escaleras de metal que al parecer daban acceso a otra planta donde debía tener su habitación o el sitio donde dormía.
-Yo duermo en el suelo tu quédate aquí en este sofá-dijo Jacq dejándole caer sobre un viejo sofá que había en medio de la casa.
Aquel sofá era todo menos cómodo. Estaba destartalado y los muelles se le clavaban por todo el cuerpo, tenía un fuerte olor a sudor y el apoyabrazos donde reposaba la cabeza de Cristine tenía unas manchas un tanto extrañas que le producían repulsión.
No podía pegar ojo aunque ganas de dormir no le faltaban. Levantó la cabeza y observó como Jacq dormía casi desnudo, tirado en el suelo con los brazos en forma de cruz.
Cristine se echó al lado de Jacq, el suelo estaba frio pero no le importaba, la noche era calurosa y parecía estar mucho más limpio que el mugriento sofá. Apoyó su cabeza en el pecho descubierto del hombre que la había llevado a aquel sitio en brazos, le rodeó el torso con su brazo izquierdo y cerró los ojos.

jueves, 22 de mayo de 2014

CAPÍTULO XXVI - UN NUEVO AMANECER



ACERO






Caminó durante todo el día sin descansar un momento en dirección a la ubicación que le había marcado Traisa en aquel particular reloj. Tenía el tamaño de la palma de su mano, con una pantalla táctil que Acero no llegaba a entender. Dibujaba un mapa sencillo en dos colores, emulando la superficie de la zona donde se encontraba. Su posición se encontraba en el centro exacto del mapa, a un lado la ubicación donde se dirigía. La dirección cambiaba como una brújula señala el norte dependiendo del camino que Acero siguiera.

Gracias a ese artilugio le fue fácil encontrar el Notocar. No había rastro del chico de pelo largo llamado Jacq ni de su acompañante el necrófago.

Para ser una noche de verano soplaba una tímida brisa fresca de aire que mecía los matojos desde donde Acero vigilaba aquel edificio.

Estaba muy poco iluminado y se hacía difícil distinguir el personal, a lo lejos en el horizonte se posaban los grandes edificios del Odín resplandecientes como estrellas.

<<No puedo entrar yo sola ahí, seré carne de cañón en un suspiro-nunca había estado en aquel lugar, pero el sargento Terrilla, ultimo sargento que dirigió su escuadrón, hablaba muchas veces de las barbaridades que se hacían en aquel lugar. El recuerdo de Terrilla muriendo a manos de aquella manada de escorpiones gigantes le produjo tristeza-pobre hombre no se merecía morir así>>

Al atardecer se cruzó en su camino con un grupo de tres personas dos hombres y una mujer que maldecían a otros dos hombres por haberles dejado sin su arma, en ese momento Acero no le dio la menor importancia pero ahora sabia que se trataba de sus objetivos.

Dos hombres bien armados, uno de ellos con una cara rara decían. Sin duda eran ellos.

<< ¿Donde se han metido?- se preguntaba una y otra vez-¿Habrán entrado en el Notocar?-no lo parecía pues aquel edificio parecía demasiado tranquilo, no se escuchaban disparos ni nada similar-¿Los habrán apresado?>>

-¿Que tenemos aquí?-Acero notó que alguien le estaba encañonando el pescuezo con un arma. Rápidamente se giró y con un golpe mandó el arma de su agresor a varios metros de distancia, sin darle tiempo a reaccionar lo cogió del cuello. El rostro de aquel hombre no se correspondía con ninguno de sus objetivos. Inmediatamente Acero se vio rodeada de rifles de alta tecnología apuntándole fijamente. La oscuridad de la noche le hacía difícil distinguir cuantos eran, pero a simple vista contaba una decena de hombres equipados con unas servoarmaduras similares a las de la Hermandad pero más ligeras.


-¡Suéltalo o te freímos a balazos!- gritó uno de ellos. << ¡Mierda!, son demasiados-maldijo en su interior-puedo acabar con unos cuantos de ellos, pero no servirá de nada si el resto me cose a balazos>>. Con resignación soltó el cuello de su presa, este tosió repetidas veces antes de recuperar el aliento.

-¿Quienes sois?-preguntó.

-¡aquí las preguntas las hacemos nosotros!- aquel hombre que parecía el cabecilla del grupo bajó el arma y dio unos pasos adelante para ponerse cerca de Acero. Tenía un rostro imberbe marcado por cicatrices, señal de que había participado en muchas batallas. Era alto y esbelto, llevaba un casco de motocicleta que en la parte superior tenia pegado el esqueleto de la cabeza de una vaca. La armadura que vestía era de un color claro, la noche no dejaba distinguir bien el color de la misma, Acero nunca había visto una armadura de ese tipo- ¿Quién eres tú?

-¡La que te va arrancar esa lengua como no me dejéis en paz!- bufó. Su amenaza no tuvo el efecto deseado y una gran risotada se dibujó en el rostro de todos los presentes.

-¡Nos ha salido guerrera la vieja!-dijo el hombre en tono burlesco. << ¡Vieja será tu madre!-quiso haberle dicho, pero no se mordió la lengua. >> Era una voz grave y joven como la de los cantantes que actuaban en los casinos del Odín, pero esta no la había escuchado en ninguna actuación- Ya me he cansado de tanta tontería. Armando espósala y ponle un collar de esclavo se viene con nosotros.

Armando un hombre corpulento con la cabeza rapada y un solo ojo enfundó el arma mientras el cabecilla daba la espalda al resto para obtener una buena vista del Notocar. Mientras Armando acataba las órdenes y le ponía las esposas Acero no opuso resistencia alguna. En otra situación le habría arrancado los ojos, pero estaba rodeada de armas que no paraban de apuntarle.

-¿Es necesario ponerme eso?- dijo al tiempo que observaba como se acercaba el collar de esclavo hacia su cuello. No obtuvo respuesta a su pregunta, había sido presa de aquellos extraños.

<<Cuando escape eres hombre muerto-pensó mientras Armando acababa de ajustar el collarín a su cuello>>

-Ahora eres propiedad de la Pena del Alba. Rendirás pleitesía y mostraras tu lealtad a nuestro rey Penalba cuando te presentemos ante el- dijo el hombre sin dejar de mirar hacia el Notocar.

<< ¿Un rey?-no daba crédito a las palabras que había escuchado-¿De dónde han salido estos chiflados?>>

-¡Es la hora, liberemos a los esclavos del Notocar, por nuestro rey! 

-¡Por nuestro rey!- gritó el resto del grupo.

Inmediatamente cada integrante de la Pena del Alba tomó una posición estratégica, escondiéndose entre los matorrales de la zona, lo suficientemente cerca para tener buen ángulo de tiro y lo suficientemente lejos para no ser vistos a la luz de la noche. Todos a excepción del cabecilla que aguardaba junto a Acero unos metros atrás, expectante a lo que hacia el resto, sin dejar de apuntarla con una pistola láser.

Los cañones de los rifles francotiradores asomaban entre los matorrales, Acero divisaba unos once, todos con las mismas armas. El primer disparo fue certero, después de la explosión del percutor del rifle a lo lejos el cuerpo abatido de uno de los vigilantes del Notocar se desmoronaba en el suelo.

-¡Al que mas hombres mate le dejare pasar una noche romántica con esta zorra!- gritó el cabecilla; << ¡Zorra será tu madre!-volvió a morderse la lengua. Quería arrancarles la cabeza con sus propias manos>>

Pequeñas carcajadas se escucharon por la zona.

Tenían una puntería asombrosa, para cualquier persona que no hubiera recibido entrenamiento militar sería casi imposible acertar a un objetivo en movimiento a esa distancia y en esas condiciones, pocos eran los disparos que se perdían en el vacío.

La mayoría de guardias yacían muertos, unos en el tejado, otros habían quedado enganchados a las fachadas antes de precipitarse al suelo. Los pocos supervivientes parecían haberse escondido.

-Botella, Armando, quedaos aquí y vigilad que no salga nadie más al exterior del edificio. El resto venid conmigo-los integrantes de aquel grupo parecían títeres a manos del cabecilla. Este dio un empujón a Acero para que caminara, al parecer iba a acompañarles dentro del Notocar.

Caminaron sigilosamente sin mediar palabra por las zonas más oscuras, hasta llegar a la puerta de entrada a través del muro que servía de protección al recinto. Allí esperaban dos guardias del Notocar que fueron acribillados a balazos sin tener tiempo a reaccionar.

-Volar las puertas venga, venga, venga...

A excepción de Armando y el cabecilla el resto de hombres de la Pena del Alba parecían clones, con el mismo traje, similar altura y mismo corte de pelo. La única diferencia eran sus rostros, que dibujaban la misma expresión de seriedad y concentración.

Uno de los soldados sacó de una pequeña mochila del mismo color que el traje, un pequeño artilugio redondo con un botón en el medio. Colocó un par de ellos en cada puerta mientras el resto esperaba a una distancia prudencial, pulsó el botón echando a correr inmediatamente hacia uno de los laterales de la muralla. La explosión de los artilugios causó un gran boquete en el lugar de las puertas de acceso, lanzando estas a varios metros de distancia al interior del complejo.

En la lejanía parecía un edificio más grande, pero visto de cerca no debía tener más de tres pisos de altura. Había dos edificios mas aunque estaban en peor estado, uno de ellos casi derrumbado, del otro solo quedaba un montón de escombros.

En los alrededores del edificio solo había soldados muertos del Notocar, ni rastro de supervivientes.

La puerta al interior del edificio estaba abierta. Esta daba acceso a una sala enorme llena de basura. Por lo que Acero había oído en más de una ocasión, el Notocar era una prisión antes de la guerra. Imaginaba que aquella sala sería la recepción, donde los familiares de los reclusos esperaban su turno de visita. Ahora era un montón de escombros lúgubre, sillas y mesas amontonadas en las esquinas, los focos fundidos dejaban una iluminación más que deficiente, latas, botellas de vidrio vacías, restos de comida podrida... todo tipo de basura habitaba en aquella estancia. El techo estaba caído casi en su totalidad. El polvo se acumulaba en los muebles que aun quedaban y también se respiraba en el ambiente.

Una rata del tamaño de un perro salió corriendo de entre el montón de sillas, pasó ante la atenta mirada de los soldados dando pequeños saltos sobre sus patas. Uno de ellos acabó con su vida clavándole un puñal en la espalda cuando esta se disponía a esconderse de nuevo. El animal emitió un sonido estridente a su muerte.

-Menuda porquería-masculló otro de los soldados, un hombre con el rostro plagado de arrugas, debía tener bastantes años a sus espaldas.

-¡Cállate Ender!-dijo en voz baja el cabecilla. Ender, ahora ya sabía el nombre de otro de los individuos, su cara tenía una cicatriz en forma de cruz en la mejilla derecha. Parecía como si hubiera sido el mismo quien se la hubiera hecho con un cuchillo. Las arrugas de su cara distorsionaban un poco la forma, pero era fácilmente diferenciable.

Cruzaron por el medio de la sala sin hacer el más mínimo ruido, vigilaban en todo momento los muebles amontonados por si algún soldado del Notocar estuviera escondido. Acero sentía como las esposas le estaban comenzando a incomodar, tenía las manos completamente pegadas a la espalda y le estaban haciendo heridas por el roce en sus muñecas, casi no sentía el tacto de sus dedos.

Al fondo de la recepción había una puerta doble, de madera gruesa carcomida por el paso del tiempo, esta daba acceso a un pasillo largo, igual de mal iluminado que la sala anterior. Acero fue la última en pasar. Los soldados de la Pena del Alba accedían de uno en uno inspeccionando habitaciones cercanas, todos hacían el mismo movimiento con la mano dando la señal de que todo estaba en orden, a excepción de uno de ellos que tuvo que utilizar su arma en repetidas ocasiones para acabar con la vida de un soldado del Notocar, que se encontraba en una de las habitaciones colindantes dispuesto a irse a dormir.

Al pasar por delante de aquella habitación Acero vio como aquel desgraciado yacía muerto apoyado contra la pared dejando tras de sí una huella enorme de sangre por toda la pared, las balas estaban incrustadas en el tabique señal de la potencia que tenían las armas que usaban los soldados de la Pena del Alba o quizás de la mala puntería del asaltante.

Daba la sensación de que tenían estudiado al completo aquel edificio, sabían dónde estaban los soldados del Notocar, aunque había un número muy reducido de estos, las diferentes estancias, donde llevaba cada pasillo...

Finalmente después de subir varias plantas por unas escaleras en las cuales la única iluminación que había era el reflejo de las luces del Odín, llegaron a lo que debía ser la sala de operaciones del Notocar, pero al abrir la puerta solo encontraron a uno de los soldados acuclillado en una de las esquinas, en el centro de la sala estaba el cuerpo sin vida de un hombre. En el centro una pila de papeles viejos se amontonaba sobre una mesa alargada, pero no eran los únicos, el suelo estaba repleto de los mismos, unos manchados de sangre, otros desgarrados, significado de que allí había tenido lugar una pelea. El cadáver debía llevar varios días en descomposición, en el cuello, tenía un corte bastante profundo, a su alrededor un gran charco de sangre seca. El hedor desprendía casi hizo vomitar a Acero, pero en última instancia pudo aguantar las arcadas.

-¡Dios que peste!-dijo uno de los soldados de la Pena del Alba.

-¡No me hagáis daño por favor!-lloraba una y otra vez el soldado del Notocar.

-¿Que ha pasado aquí?-pregunto el cabecilla.

-¡No me hagáis daño por favor!-eran las únicas palabras del tembloroso soldado.

-Está bien ya me he cansado de ti-protesto el cabecilla <<Que poca paciencia hijo-pensó Acero al ver de nuevo la misma reacción que antes el cabecilla había tenido con ella>> -Héctor busca alcohol y una cuerda este va a cantar si o si.

Héctor era otro de los soldados de la Pena del Alba, tenía un rostro serio y pocos hombres iban tan bien afeitados como él. Salió de la sala en busca de los materiales que el cabecilla le ordeno traer, al poco regresó con una botella entera de Whisky y una brida negra.

-¿Esto servirá jefe?-pregunto mostrando lo que había encontrado.

-Con bridas como a mí me gusta. Ender ya sabes lo que tienes que hacer.

<< ¡Por dios que van a hacerle a este pobre desgraciado!>>

Entre dos soldados sujetaron por los brazos a aquel hombre que no oponía resistencia alguna, lloraba atemorizado. Ender le bajó los pantalones dejando al soldado del Notocar desnudo de cintura hacia abajo y le ató fuertemente la brida alrededor del pene.

-¡Bebe!-ordeno el cabecilla mientras le empinaba la botella de Whisky en su boca sin casi dejarlo respirar. Al quitarle la botella el soldado del Notocar comenzó a toser, dejando correr el liquido por su torso-¿Donde está el que manda en este tugurio?-el soldado no respondió a causa de la tos-¡Bebe!-ordeno de nuevo. Esta vez el soldado respondió;

-¡El jefe es ese que está ahí muerto por dios!

-¡No te creo! ¡Bebe!-gritaba el cabecilla empinándole la botella en la boca, con tres tragos casi terminó la botella, aunque la mayoría acabó desparramada por el torso del soldado y el suelo. El cabecilla ordenó a Héctor que buscara mas bebida mientras seguía torturando a aquel desgraciado que no paraba de repetir una y otra vez lo mismo.

-¡Por dios basta ya! ¿No ves que siempre repite lo mismo?- grito Acero que no daba crédito a lo que estaban viendo sus ojos.

-¡Tu cállate si no quieres correr la misma suerte que él!- bufó el cabecilla.

Los minutos posteriores fueron eternos, el cabecilla no paraba de repetir la misma acción una y otra vez. El soldado del Notocar tenía cada vez la tripa mas hinchada a causa de las ingentes cantidades de alcohol que le estaban haciendo tragar. El miembro lo tenía morado y debía tener unas ganas incontrolables por orinar, pero la brida hacia que esto no fuera posible. <<Nunca había visto una tortura similar>>

-¡Una zorra!- dijo el soldado del Notocar con el poco aliento que aún le quedaba -Una zorra mató al jefe hace dos noches. Le rajó la garganta y escapó. ¡Lo juro! cof...cof...-no paraba de toser mientras contaba lo sucedido con el cadáver de la sala.

-Abra que encargarse también de esa zorra-el cabecilla hablaba con tono burlesco-¡Descríbela!

-¡Por favor dejadme mear! ¡Me duele mucho la tripa!- suplicó el soldado.

-¡Y mas que te va a doler como no respondas!-la amenaza del cabecilla se transformo en un golpe seco con la culata de la pistola en la tripa del soldado. Este soltó un grito desgarrador que bien podría haberse escuchado en todo el edificio-¡Habla!

El soldado estaba más blanco que la servoarmadura del cabecilla, cogió un sorbo de aire y articuló las palabras con dificultad;

-Se llama Cristine- paró un momento para volver a coger aire-Morena, de estatura media, delgada y con gafas-volvió a coger aire, su voz cada vez sonaba más débil y apagada-escapó por las alcantarillas.

-¡La muerte se paga con la muerte!-dijo el cabecilla-¡Cristine donde quiera que estés pagaras por tus pecados!-el resto de los soldados de la Pena del Alba repitieron las mismas palabras al unísono.

<<Lo llevas claro-pensó al escuchar las palabras del cabecilla>>Con esa descripción sería casi imposible encontrarla, aunque visto de que pasta estaban hechos seguramente matarían o algo peor a cualquier mujer que se le pareciera. No conocía a la tal Cristine, pero la sola idea de que alguien pagara por su asesinato le producía un sentimiento de odio, no solo hacia la chica llamada Cristine también hacia aquellos bárbaros que la tenían presa.

 -¡Este ya ha aprendido la lección!-bromeó el cabecilla, inmediatamente sacó un machete de una funda que llevaba colgando de su cintura, de un corte limpio le amputó de cuajo sus partes. El alto grado de alcoholemia del soldado no fue suficiente para no sentir dolor, soltó un espantoso grito que incluso le dolió a Acero. La orina comenzó a brotar de la herida producida como si de una fuente se tratara, el hedor del cadáver en descomposición se vio superado por el olor a orín del soldado del Notocar.

Esta vez Acero no pudo soportar el olor nauseabundo que había en la sala y vomitó la poca comida que aún le quedaba en el estomago.

-Liberad a los prisioneros y destruid este nido de ratas- ordenó el cabecilla.

Acero salió del Notocar acompañando al cabecilla de la Pena del Alba, aun con el mal trago pasado por el horroroso espectáculo al cual había asistido sin querer. El resto del grupo se quedó dentro del edificio, al parecer iban a liberar a los esclavos, aunque aquello le confundía.

-¿Por qué hiciste eso con aquel pobre desgraciado?- quiso saber, aunque no estaba muy segura si debía abrir la boca o si se la cerrarían de un guantazo.

-Para que aprendas la verdadera justicia de la Pena del Alba-respondió el cabecilla con un tono firme, parecía sentirse orgulloso de lo que acababa de hacer-Los criminales como esta gentuza deben ser y serán castigados.

<<Tú también eres un criminal, acabas de matar y torturar a un hombre con tus propias manos, responderás a tu verdadera justicia no lo dudes-Acero se juró a si misma que no moriría sin antes ver la cabeza arrancada de aquel cabrón chorreando sangre en sus manos. Nadie se merecía un castigo como el que le había propinado al soldado del Notocar por muchos crímenes que hubiera cometido, y hacerle presenciar aquella escena encendió una ira incontrolable hacia aquel torturador, para más inri le había hecho fracasar en la misión que Traisa le encomendó. >>

Los primeros rayos de sol hicieron su aparición en el horizonte, las luces que se veían a lo lejos procedentes del Odín se apagaban paulatinamente conforme el sol adquiría más presencia en el cielo.

Personas que al parecer estaban recluidas en el Notocar comenzaron a salir por la puerta principal del edificio. Hombre con largas barbas, escuálidos por una alimentación deficiente y ropas harapientas. Mujeres con el pelo enmarañado que parecían esqueletos con patas, los niños sin embargo eran los únicos que parecían estar bien cuidados, aunque de estos había pocos. En total contó unas cincuenta personas más o menos contando mujeres y niños. Todos los esclavos liberados iban escoltados por los soldados de la Pena del Alba. A Acero aquella imagen le pareció la de un rebaño de ovejas custodiado por el pastor y sus perros, aunque nunca había visto un rebaño de ovejas en vida y menos a un pastor, solo imágenes en revistas rotas.

<<Pobres desgraciados>>

La euforia se había apoderado de ellos que llegaban a cuenta gotas a lo alto de una colina donde esperaban Armando, Botella, Acero y el cabecilla. Gritaban una y otra vez << ¡Viva la Pena del Alba! >> Al mismo tiempo que levantaban el puño en señal de victoria.

Cuando parecía que ya no quedaba nadie más dentro de la antigua prisión del Notocar, una serie de fuertes explosiones derrumbaron por completo la antigua prisión reduciéndola a cenizas. El bonito amanecer que habían brindado los primeros rayos de sol se vio ensuciado por la cortina de polvo que dejó tras de sí el Notocar al explotar.