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jueves, 13 de noviembre de 2014

CAPÍTULO XXXIX - EL ÚLTIMO ROCKERO



GRAN JOHN



Lugar nuevo de Átomo, Casas de la Cerda, Losa de Sapos, Torre Viciosa, La Cueva Negra, Granjas Largas, eran algunos de los poblados donde Gran John había buscado a Monique. El resto no los recordaba y tampoco intentaba hacerlo.
Días y días buscando aquella preciosa mujer del búnker Ghenova, aquella extraña mujer que la misma noche en que escaparon desapareció como por arte de magia sin dejar rastro alguno.
Estaba confundido, ya no sabía dónde buscar, había recorrido todos los poblados de la zona y ni rastro de ella. Era imposible que alguien que jamás había vivido en aquel mundo, pudiera desaparecer de aquella manera a no ser que un depredador la hubiera devorado.
Cada día que pasaba tenía menos esperanza en encontrarla, incluso había llegado a creer que todo era una paranoia fruto de los porros, pero al comprobar que el robot ya no le seguía y que tampoco tenía los collarines alrededor de sus tobillos, aquel pensamiento desapareció de su cabeza.
La tormenta de la tarde había obligado a Gran John a refugiarse en el bar de Chano. Durante su odisea por los pueblos cercanos descubrió que no había aldea sin bar. Un lugar de ocio para unos, negocio para otros y hogar de muchos. Aprendió que no eras nadie si no te conocían en los bares, así que lo tomó al pie de la letra y aunque frecuentaba mucho la mayoría de antros trataba de pasar desapercibido.
-¡Una cerveza!-pidió nada mas acercarse a la barra.
El dueño del local, un hombre con cara de cabreado al cual parecía no importarle lo más mínimo que las mesas estuvieran repletas de basura, negó con la cabeza señalándole los casquillos vacios que había esparcidos por todo el local.
Hacía días que no fumaba y el mono por encenderse un porro estaba irritando cada vez más su carácter. Para colmo en aquel antro parecía no haber ni gota de alcohol.
-¿María?
-Si quieres droga pregúntale al friky de la radio-espetó el camarero-lo encontrarás en el edificio lleno de antenas que hay a las afueras del pueblo.
Sin casi despedirse Gran John salió a toda velocidad de aquel antro, dirigiéndose a las afueras en busca de su dosis de María. El síndrome de abstinencia provocaba que no pudiera pensar con claridad, necesitaba fumar casi como el comer.
El edificio al que se refería el camarero fue fácil de encontrar. Aquella aldea no tendría más que una decena de casas, todas compitiendo por ver cuál era la más destartalada. Solo la pequeña torre con antenas se salvaba. Parecía una construcción anterior a la guerra, aunque las improvisadas antenas que cubrían la mayoría de la fachada habían sido claramente puestas después de la guerra.
En la puerta unos tipos raros vestidos con chaquetas de cuero y de pelo largo, bailaban al ritmo de una canción que le era familiar. En el suelo, un artilugio parecido a una emisora de radiofrecuencia emitía la música. Escuchando la melodía Gran John recordó que era la misma canción que sonaba por el altavoz del robot en aquella maldita gasolinera, aunque no recordaba el nombre.
-¿María?
-¡Tío pregúntale a Hestengberg!-respondió uno de los tipos de la entrada, señalando hacia el interior del edificio-Es el que pone las canciones. Sube, está arriba. Dile que vienes de Mis Partes.
Aquel tipejo parecía ir colocado hasta los huesos, el olor a porro delataba a todos los que estaban allí. Pero el buen ambiente que tenían entre ellos le confianza.
-¡Gracias tío!
En el interior solo había una escalera de hormigón en tal mal estado, que daba la sensación de poder derrumbarse en cualquier momento. Gran John se armó de valor y decidido por conseguir algo para fumar comenzó a ascender por la zona de los peldaños mas pegada a la pared, la cual parecía más segura que el resto.
Cuanto más se acercaba a la última planta, mas notaba el característico olor a María, similar al que desprendían los tipejos de la entrada.
Al final de la escalera, una puerta metálica abierta de par en par daba acceso a una pequeña sala.
-¡Tranquilo vaquero!-dijo quien parecía ser Hestengberg, levantando las manos nada mas percatarse de su presencia. Un hombre de pelo corto canoso y barba de pocos días. Vestía una camiseta blanca bastante sucia que marcaba su delgadez con unos pantalones vaqueros desgarrados.
La sala aparte de oler a porro, estaba repleta de emisoras de radio y ordenadores, si no fuera porque conocía muy bien los cuarteles del Ejército del Pueblo Libre, pensaría que estaba en uno de los puestos de mando.
-¿Que sitio es este?
-Esto chaval, es radio macuto. La radio del canuto. Única en toda la región-respondió alegremente el hombre. Reconocía aquella voz, era la misma que días atrás anunciaba la canción que escuchó en la gasolinera.
-¿Tu eres?
-El mismo que viste y calza-respondió sin dejar terminar la pregunta-Aunque todo el mundo me conoce como Hestengberg. Tú no eres de por la zona por lo que veo. ¿Qué haces por aquí forastero?
-¡La verdad que no lo sé!- Gran John se encogió de hombros-Ahora mismo buscaba alguien que tuviera algo para fumar y me dijeron que tu vendías.
-Compadre has venido al lugar ideal. Tengo la mejor mierda de toda la zona. Una calada de esta marihuana y pasaras todo el día colocado. Precisamente tenia uno por aquí a medio consumir- Hestengberg se giró hacia la mesa que tenia justo detrás suyo y buscando entre montones de discos viejos, encontró el nombrado porro al cual le quedaban unas cuantas caladas-¡Sírvase usted mismo!
Para Gran John la primera calada fue como quitarse a Potito de encima una de tantas veces cuando este sin previo aviso, saltaba encima de él aprovechando un momento de despiste. Aunque Gran John tenía fuerza suficiente para cargar con él, aquella bestia pesaba muchísimo, era como si le aplastaran la espalda con un mazo. Añoraba los tiempos pasados en los que salían los tres a patrullar juntos. ¿Dónde estarán? ¿Pececito habrá dado con ellos?
-Esto esta cojonudo- dijo mirando el porro, haciendo círculos con el humo, el mono casi había desaparecido por completo-¿Hace mucho que te dedicas a esto?
-¿A la radio?-preguntó Hestengberg refiriéndose a la pila de emisoras y ordenadores que tenía detrás de él Prácticamente desde que nací. Mi padre trabajaba en esta radio, el padre de mi padre también y según me conto mi padre, el padre de su padre fue el fundador de la radio.

-¿Y ganas mucho dinero con esto?-tanto padre lo había hecho un lio y ya no sabía quién era el fundador de la radio, pero quiso continuar escuchando su historia.
-Aquí dentro soy feliz y el rock hace felices a la gente que lo escucha. Lamentablemente...-el locutor de radio se encogió de hombros-...el paso de las guerras poco apoco han acabado con la mayoría de antenas y cada vez se escucha la radio en menos lugares.
-¿Y por eso vendes porros para sobrevivir?
-Esos son de mi cosecha propia, para el autoconsumo. Solo que siempre tengo excedentes para vendérselo a mis seguidores. Con esta mierda la música suena diferente.
-¡Pues tendré que hacerme seguidor tuyo!-sonrió. Hestengberg se quedó mirándolo con cara rara, acto que no le inspiró confianza alguna.
-¿Tu eres soldado del Ejercito del Pueblo Libre verdad?-pregunto el locutor señalando con el dedo.
<< ¡Mierda el uniforme me delata!-se dijo a sí mismo-¿Pero qué mierda le importa a este de donde sea yo? ¿Querrá hacerme una ficha de socio o qué?>>
-Pertenecía...-respondió en voz baja-Su política de actuación frente algunos casos, no coincidía con mi política. Así que decidí abandonar el ejército.
-¡Vamos que saliste por patas granuja!-dijo Hestengberg en medio de una amplia sonrisa-¡Ven quiero que veas algo!- el hombre echó mano de un montón de papeles que tenía situado en una de las mesas, donde al parecer había algo escrito. Gran John siempre había tenido dificultades para leer, solo esperaba que aquel tipo le contara lo que había escrito en los documentos.
-¿Qué es esto?- quiso mostrar interés, ya no quedaba porro, tanto hablar había hecho que se lo fumara entero sin darse cuenta, aunque parecía que a Hestengberg no le importaba. <<Igual con suerte se lía otro>>
-Esto son conversaciones que he podido escuchar con los aparatos de radiofrecuencia, transcritas a estos papeles-el semblante del locutor cambio por completo, estaba serio a más no poder. Aquello le pareció extraño- Últimamente la señal que recibimos es bastante débil, creo que el repetidor que utilizamos ha sido dañado por algún motivo. El caso es que antes de que esto ocurriera, recibimos una señal de socorro procedente de los pueblos situados más al sur de la región. Hablaba acerca de un nuevo ejército bien armado que saquea las casas y esclaviza a los supervivientes. Según la comunicación la mayoría de pueblos han sucumbido ante el poder de este grupo y pocos son los que aun resisten el azote de sus batallones. Tengo la sensación de que su próximo objetivo somos nosotros y todos los pueblos vecinos.
-¿Y qué se puede hacer al respecto?- interrumpió, aquello no le daba buena espina. ¿Un ejército peor que lo ya conocido? ¡Imposible!
-Hay que enviar un mensaje para pedir apoyo a tu antiguo ejército y a la Hermandad del Rayo. Quizás sea demasiado tarde para nosotros, pero que al menos el resto pueda salvarse.
-¿Que el ejercito de Pececito nos apoye sin pagar nada a cambio?-espetó Gran John-¡Tu flipas! Con suerte se salvaran ellos el culo, son demasiado arrogantes como para hacer algo por los demás.
-Al menos hay que intentarlo-sugirió Hestengberg.
-¿Y qué sugieres?
-Lo primero ir donde está el repetidor para comprobar que ha pasado y si se puede reparar. Acompáñame para protegerme frente a posibles amenazas y no te volverá a faltar un porro en tu vida. ¿Qué dices a eso?
<<Es una buena oferta-se detuvo unos momentos a pensar-No tengo nada mejor que hacer y este chalado necesita mi ayuda. No creo que los colgados de la entrada sepan disparar un arma. Si es verdad lo que dice este tipo, estamos ante un gran aprieto. La vida es una mierda, pero cualquier acción puede contribuir a mejorarla>>
-¡Esta bien!-fue la respuesta Gran John a la oferta del locutor-¡Acepto la oferta!
-No me esperaba menos de ti-Hestengberg respiró profundamente- Espera que ponga una sesión continua y nos ponemos manos a la obra. ¡No hay tiempo que perder!

sábado, 3 de mayo de 2014

CAPÍTULO XXIII - EXTRAÑOS



GRAN JOHN






Una fuerte sensación a asfixia hizo despertarse de un sobresalto, postrado en una camilla alta y acolchada, inmovilizado por unos aros magnéticos que le retenían a su voluntad. << ¿Dónde estoy? ¿Cuánto tiempo llevo dormido?>>
El robot que le acompañaba había desaparecido, no notaba los collarines que días antes Pececito, le había puesto en los pies para evitar su huida. Una fuerte y blanca luz iluminaba aquella sala, un cubículo de cristal trasparente, más allá de los cristales estaba todo oscuro, en la más absoluta soledad.
<< ¿Como he llegado hasta aquí?>>
Recordaba sus últimos movimientos, caminando por aquel desértico lugar, con el veneno de un escorpión gigante corriendo por sus venas y su regreso a la gasolinera abandonada.
-¿Hola?-gritó-¿Hay alguien ahí?-no obtuvo respuesta alguna.
Alguien le estaba observando desde el exterior del cristal, notaba su presencia. Momentos después un sonido similar al producido por la apertura de una lata de refresco hizo entender que alguien estaba accediendo al interior de la sala.
Observaba a Gran John en silencio, se trataba de una mujer, aunque carecía de pelo, tanto en la cabeza como en pestañas y cejas. Parecía ir vestida con un traje blanco, aunque el color podría ser fácilmente confundible con la influencia de aquella cegadora luz que incidía en sus ojos de izquierda a derecha.
-Ha faltado poco grandullón- su voz era aguda y dulce a la vez.
-¿Donde cojones estoy? ¿Que es este sitio?- preguntó Gran John, desconcertado, aquella mujer no parecía humana y tampoco recordaba haber visto un sitio así, ni siquiera en revistas desechas del antiguo mundo.
-¿Que es cojones?
-¿Me estas vacilando?- si no sabía que eran los cojones no debía ser de este planeta.
-¿Que es vacilando? no estamos familiarizados con el lenguaje vulgar del mundo exterior.
<< ¿De dónde demonios has salido?>> Las palabras de aquella extraña mujer daban a entender que había más gente en aquel lugar.
-¿Puedes liberarme de estos campos de fuerza?- quería salir de allí, los aros magnéticos apenas le dejaban mover las manos y el cuello, pero lo que más le molestaba era no poder rascarse.
-Cuando sea el momento te liberaremos-la mujer desapareció de su vista, notó unas manos frías como el hielo en su torso, Gran John contuvo la respiración-Nunca había visto un hombre con pelos en ninguna parte del cuerpo. Tú por el contrario tienes casi todo el cuerpo cubierto.
-¿Quién eres?- preguntó esta vez sin lenguaje soez con la esperanza de saber más de aquel lugar.
-¡Soy Monique!- respondió la mujer con tono alegre.
-Y dime Monique ¿qué sitio es este?
-Te encuentras en el refugio Ghenova- las manos le apretaron fuertemente la tripa-Al comienzo de la Gran Guerra unos pocos elegidos fueron puestos a salvo debajo de estas paredes de acero. Matemáticos, médicos, científicos, ingenieros... la puerta fue cerrada y nadie ha vuelto a entrar o salir.
-¿Y qué hago yo aquí?- había oído historias de refugios cerrados a cal y canto desde la guerra, pero pensaba que eran todo patrañas de viejos.
-Desde entonces la única vida aquí es el estudio de la civilización más allá de estas paredes. Tu viniste por casualidad- por su tono de voz Monique parecía triste-El Zondabot es el único con autorización para entrar o salir del búnker. Te trajo inconsciente fruto del veneno de escorpión Si no fuera por el ahora mismo serias comida para los depredadores.
-¿Quieres decir que el robot que me acompañaba me trajo aquí?
-Perdimos su señal hace unos meses, alguien desactivó su frecuencia y dejamos de controlarlo, pero anoche alguien activo su radio, suponemos que fuiste tú, eso nos ayudó a controlarlo de nuevo. Para nuestra sorpresa venia con un paquete inesperado.
-¿Y ahora qué?-Gran John agradecía que aquella gente le hubiera salvado la vida, pero no tenía intención de quedarse en aquel sitio hasta el fin de sus días
-Te obligarán a quedarte o cuando acaben de estudiarte te matarán, quien sabe. Una influencia del exterior sin duda alteraría el status quo de esta comunidad, y eso no creo que sea del agrado de los de arriba.
-Me niego en rotundo a quedarme aquí y servir de cobaya ¡Tienes que ayudarme a salir de aquí!- protesto Gran John al oír aquellas palabras.
-Ojalá pudiera. No creas que eres el único que quiere salir de aquí La vida en el refugio es muy tranquila y cómoda, pero es una vida vacía, sin amor, sin sentimientos-notaba la mejilla de aquella mujer apoyada sobre el pecho, suave como el culito de un recién nacido, las tibias lagrimas resbalaban poco a poco hasta acabar mojándole-No te imaginas lo que es no tener amor durante toda tu existencia.
Aunque Gran John había estado con muchas mujeres a lo largo de su vida, la mayoría prostitutas, pero nunca había encontrado el verdadero amor. Comprendía en gran parte lo que Monique quería decirle, no estaba seguro de que ella se refiriera a lo mismo.
-¡Libérame de esta camilla a la que me tienes preso y te ayudare a salir de aquí si eso es lo que quieres!- tenía la esperanza de convencerla, estaba harto de hablarle al techo.
-¿Hablarías con el gran jefe para que nos dejara marchar?- era muy ilusa si pensaba que Gran John podría convencer a quien fuera con sus palabras, el tenia otros métodos más drásticos. Decidió mantenerlo en secreto y mentirle para conseguir su propósito
-Ehh... sí, yo puedo hablar con él-una mentira piadosa que luego la mujer agradecería cuando viera el mundo por primera vez con sus ojos.
-Está bien, te soltaré-parecía desconfiada-Pero si me haces daño activaré la alarma y serás hombre muerto.
Inmediatamente los campos de fuerza dejaron de actuar y Gran John pudo incorporarse sobre la camilla. Estaba totalmente desnudo, se miró los brazos, las piernas, el torso... aun tenía el cerco de lágrimas de Monique sobre su pecho, pero lo que más le sorprendía es que ya no tenía ninguna herida, ninguna cicatriz... la piel parecía más tersa y elástica que cuando era un niño.
-¿Que me habéis hecho?-preguntó asombrado por el cambio en su físico
-Una reconstrucción total. Tenías muchas cicatrices producidas por heridas de bala, incluso restos de plomo en algunas zonas de tu piel. También reconstruimos gran parte de tus órganos internos, como el hígado y los pulmones. Fumabas y bebías en exceso y eso estaba pasando una gran factura a tu salud, aunque tú no te dieras cuenta-la chica era hermosa incluso cuando hablaba. Tenía la piel tan blanca y pálida como el traje que llevaba, ceñido a su cuerpo como si de una segunda piel se tratase dibujaba una silueta llena de curvas que a Gran John le resultaban de lo más excitantes.
-¡Eres la criatura más hermosa que he visto jamás!
-¡Tu pene parece opinar lo mismo o le ha dado un ataque de rigor mortis!-respondió Monique dejando escapar una tímida sonrisa. En efecto la tenia dura como un bate de béisbol, la vergüenza le subió como un fuego ardiendo pero para su mala suerte no tenía nada cerca con que taparse, solo sus manos.
-Yo no me había dado cuenta que...-quiso excusarse avergonzado de la situación
-Soy un humano igual que tu. Del sexo femenino, hemos evolucionado de forma distinta. Nosotros hemos sido modificados genéticamente, creados desde hace generaciones de forma artificial.
-¿Artificial?- cada vez alucinaba más con las historias de aquella mujer.
-No hacemos el amor para procrear como hacéis vosotros, tenemos muestras de ADN almacenadas las cuales son combinadas entre sí para crear nuevos especímenes que sirvan al propósito del búnker. Todos los que vivimos aquí fuimos engendrados con el mismo método- a Gran John le parecía fascinante como había evolucionado la ciencia en aquel lugar, del mismo modo le parecía una técnica horrible con un propósito peor.
-¿Nunca habéis tenido curiosidad?- el hecho de utilizar aquel horroroso método para tener hijos no era motivo para no sentir deseo sexual, al menos Gran John no quería creer en una vida sin sexo.<<¡Esto debe ser el infierno si estoy en lo cierto!>>
-No se nos está permitido tener relaciones sexuales-los miedos eran una realidad-Estamos en constante vigilancia, de hecho hay investigaciones para manipular genéricamente y eliminar el deseo sexual de los nuevos miembros.
Aquello fue la gota que colmó la paciencia de Gran John. La locura se había apoderado de aquel sitio si era verdadero lo que Monique le estaba contando.
-¡Tenemos que salir de aquí ya!-dijo poniéndose bajando de la camilla de un salto-¿Y mis cosas?
-No lo sé, te las quitaron todas al acceder, supongo que estarán guardadas a buen recaudo. Espera aquí, te traeré algo para que te puedas vestir- Monique salió por una puerta imposible de diferenciar a simple vista, ahora Gran John ya sabía la procedencia de aquel característico sonido. Durante la ausencia de la mujer se sintió como un mono de feria, atrapado en aquel cubículo de cristal, desnudo, seguro que alguien le estaba mirando pero él no podía ver nada fuera de los cristales.
La puerta se abrió de nuevo, Monique entró con un traje apoyado en los brazos similar al que llevaba puesto.
-Es el más grande que tenemos, los habitantes de este refugio no son tan grandes como tú, espero que te sirva- dijo ofreciéndole el traje del refugio.
<< ¿Y eso no lo modificáis genéricamente?>>
El traje le estaba pequeño como era de esperar, tuvo que contener la respiración para poder entrar en él, Monique le ayudo a ajustárselo y cuando ya parecía todo en su sitio se desgarró por la zona de la tripa, dejando está parcialmente visible.
-Podría haber sido peor- bromeó- al menos puedo moverme.
Por fin pudo salir de aquella prisión de cristal, seguía a Monique por unos pasillos que le recordaban a otros búnkeres abandonados que había visitado en busca de munición o armas para el ejército. Estos pasillos mostraban un aspecto mucho mejor aunque eran idénticos en aspecto a los otros. No tardaron en toparse con habitantes de Ghenova, todos calvos, sin cejas y con la piel blanca y pálida Gran John se sentía como un gigante al lado de ellos.
-¡La amenaza exterior anda suelta!- todos se quedaban mirándole a su paso, Monique trataba de tranquilizarlos, parecían asustados.
-¿Sabes dónde se encuentra la salida?-susurro a Monique.
-Todos lo sabemos. Pero nadie dispone de los códigos para abrir la puerta- respondió sin dejar de mirar al frente.
-Si tan listos sois podréis hackear un puto código
-La puerta está custodiada por los más tontos de la tierra, darían su vida para evitar que nadie toque el ordenador.
-¡Puedo acabar con ellos!
-No digas tonterías- bufo Monique-Son los únicos que van armados aquí en Ghenova.
No iba a ser tarea fácil salir por la fuerza de aquel lugar, si pudiera recuperar sus cosas o conseguir un arma el camino sería mucho más fácil
-¿Y si no puedo convencer a tus jefes?
-¡Tienes que hacerlo, por los dos!- inconscientemente Monique gritó. A parecer levanto las sospechas entre los habitantes que se encontraban en aquella zona.
-¿Hacer el que?- preguntó uno de ellos, a Gran John le parecían todos iguales, pequeños, pálidos y calvos.
-Nada, estaba pensando en voz alta- respondió Monique con toda tranquilidad, cogió a Gran John de la mano y ambos entraron en una habitación vacía mientras la normalidad volvía a los pasillos del búnker.
-¡Tienes que hablar con el gran jefe! ¡Me lo prometiste!-gritó, esta vez sí parecía alterada y los ojos los tenia empapados en lagrimas.
-Te voy a sacar de este agujero, pero tienes que confiar en mí. No voy a dialogar con tu jefe, porque no conseguiríamos nada- al escuchar las palabras de Gran John, Monique se derrumbó en el suelo en un mar de lágrimas.
-¡Me lo prometiste!-balbuceaba una y otra vez. Gran John se sentía incomodo, no soportaba verla llorar.
-¡Deja de llorar! ¡Juntos saldremos de aquí, ya lo veras!-le dio un beso en la frente, Monique se quedo mirándole perpleja.
-¿Sabes? es la primera vez que alguien me da un beso- no podía creer que hasta ese acto lo tuvieran prohibido, pero su respuesta no tardó en llegar.
-¡Alto en nombre de la autoridad de Ghenova!- un hombre de estatura similar al resto pero vestido con un traje policial de antes de la guerra armado con una porra eléctrica, entró en la habitación dando voces-¡Habéis violado el código dos uno tres...!-el puño de Gran John interrumpió la orden de arresto. Fue un golpe seco y contundente, al retirar el puño los dientes del hombre cayeron al suelo como esquirlas de cristal, acto seguido el hombre siguió el mismo camino, inconsciente después del impacto. El pánico se apodero de todo el búnker en cuestión de segundos, las alarmas empezaron a sonar y los gritos retumbaban en las paredes de los pasillos.
-Ya no hay vuelta atrás, confía en mí- Gran John ofreció su mano a Monique para ayudarla a levantarse. Ambos salieron corriendo de aquella habitación, no sin antes llevarse la porra eléctrica del hombre vestido de policía-¿Estas son las armas que tenéis?- dijo mirando la porra con desprecio.
-Aquí dentro no nos hacen falta las armas- era la primera buena noticia desde que estaba allí dentro.
La gente huía de ellos, excepto el personal de seguridad, estos ofrecían poca resistencia a los puños de Gran John, algunos conseguían alcanzarle con las porras eléctricas, pero acostumbrado a recibir balazos durante toda su vida, las pequeñas descargas eléctricas le causaban más bien cosquillas.
-¿Donde cojones vamos?-le parecía estar dando vueltas por el mismo pasillo una y otra vez.
-No sé que es cojones, pero vamos a la salida. ¡Sígueme!- le hacía gracia que Monique no supiera el significado de aquella palabra. << ¡Cuanto te queda por aprender niña!>>
Su triunfante huida se vio interrumpida por el inconfundible sonido de su cañón Gauss, alguien les había disparado por sus espaldas sin llegar a alcanzarles.
-¡Alto!- Gran John se dio la vuelta lentamente con las manos en alto, por otra parte Monique seguía de espaldas encogida de hombros, con lágrimas en los ojos. Había tres hombres, uno de ellos armado con el cañón Gauss que Gran John llevaba antes de perder el conocimiento en la gasolinera, los otros dos estaban armados con porras eléctricas
<< ¡No puedo fallar ahora!>> con un ágil movimiento de muñeca lanzó la porra eléctrica contra el hombre que le apuntaba con el cañón Gauss, la porra dio de lleno en la frente de este. La descarga eléctrica hizo que el hombre cayera al suelo inconsciente, soltando espumarajos por la boca. Los otros dos intentaron recuperar el arma, pero Gran John fue más rápido que ellos y sus cabezas quedaron aplastadas la una contra la otra.
Había recuperado su fiel arma, ahora nadie les podría parar, aunque no disponía de casi munición.
-Vamos Monique- la mujer al parecer no había visto nada puesto que seguía llorando encogida de hombros, una vez le vio cargado con el arma la cara le cambió por completo.
-¿Como lo has hecho?-preguntó al mismo tiempo que dibujaba una tierna sonrisa en su rostro.
-Manos mágicas nena-bromeó moviendo sus rechonchos dedos grácilmente.
-¡Sígueme la salida esta al subir esas escaleras!- Monique señalaba unas escaleras metálicas al final del pasillo, estaba todo despejado, solo sonaban las alarmas, ni rastro de supervivientes.
La cima de las escaleras daba a una sala con paredes rocosas y suelo de acero similar al de todo el búnker. La puerta de acceso estaba enfrente de él con forma de engranaje perfectamente encajada en la pared, en la mitad un pequeño ordenador incrustado. La sala estaba vacía, las alarmas se oían a lo lejos, se respiraba tranquilidad.
-¿Podrás hacerlo?- preguntó a Monique señalando el ordenador.
-Vigila que no entre nadie- la mujer comenzó a pulsar las teclas del ordenador, era la primera vez que Gran John veía un ordenador en funcionamiento. Los momentos posteriores fueron eternos, solo se escuchaba el sonido de las teclas. De repente la puerta comenzó a moverse lentamente.
-¡Lo conseguimos!-el grito de Monique se escuchaba a lo lejos a causa del fuerte ruido de la puerta al moverse.
Cuando la apertura era lo suficientemente ancha para pasar corrieron a las afueras sin mirar atrás.
La luna redonda inmensa se posaba sobre el cielo estrellado de la noche a las afueras de Ghenova, Monique miraba boquiabierta todo lo que le rodeaba ante la risa alegre de Gran John.
-¡Bienvenida a mi mundo Monique!

miércoles, 5 de marzo de 2014

CAPÍTULO XVI - BICHO MALO



GRAN JOHN






Un fuerte y agudo pitido le despertó de su plácido sueño. La tienda de la gasolinera donde había pasado la noche Gran John olía como un invernadero de cannabis, aun quedaban restos de humo debido al porro que se fumó la noche anterior.

-¿Que pasa?- protestó mientras se desperezaba aun tumbado en el colchón. El robot que había permanecido inmóvil toda la noche, estaba enfrente de la puerta, con intención de salir fuera - Espera y saldremos a pasear, no sabia que los robots también tenían que hacer sus necesidades.

Con dificultad Gran John se levantó de la cama improvisada y se dispuso a abrir la puerta. Los rayos del sol comenzaron a inundar la tienda conforme levantaba la persiana metálica que la cerraba. Aun no había alzado ni dos palmos, cuando una pinza de escorpión gigante se coló por el hueco e intentó pellizcarle la pierna.

-¡Mierda!- dió un paso atrás y dejó caer de nuevo la persiana, esta se quedo atrancada con la pinza del animal que lanzaba violentos golpes.
Gasolinera desertica


-¡A las armas!- escuchó, el sonido procedía del robot. Una cegadora luz azul emergió de este impactando en la pinza del escorpión. La persiana volvió a cerrarse dejando la tienda oscuras<< ¡Hay que salir de aquí!>>.

Se percibían sin cesar golpes contra la persiana. Gran John miró a su alrededor, no había otra puerta, pero si dos ventanas cubiertas también por persianas metálicas. Inmediatamente abrió una de ellas de un fuerte empujón, el chirrido oxidado con la claridad del sol acabaron por despertar definitivamente a Gran John.

El robot salió a toda velocidad al exterior y comenzó a disparar contra la manada de escorpiones gigantes que había tomado la gasolinera. Grises, con pinzas enormes y un aguijón letal, amenazaban con echar abajo aquel lugar si nadie les paraba las patas.

Tenia una buena posición desde la ventana, puesto que los alacranes no sabían trepar muros y este le proporcionaba protección y seguridad para disparar contra la amenaza, pero el robot se alejaba cada vez mas de su posición y los collarines que llevaba en los tobillos comenzaron a emitir un sonido intermitente <<¡Mierda, se a alejado demasiado, corre!>>. Saltó por la ventana, sin vestir y sin sus armas, no tenia tiempo, el robot para su sorpresa estaba armado y al parecer cabreado. Disparaba desde las alturas haciendo explotar pedazos de alacrán a cada impacto sin que estos pudieran alcanzarlo. Gran John corría descalzo hacia el autómata perseguido por dos escorpiones que intentaban darle caza con sus aguijones, una vez cerca los collarines dejaron de sonar.

Estaban rodeados, el robot disparaba sin cesar pero no era suficiente, su rayo era demasiado débil para acabar con la amenaza antes de que llegaran a su posición y Gran John se veía seriamente amenazado por los aguijones de una docena de escorpiones gigantes.

Se acercaban con velocidad, amenazantes, el rostro de los alacranes no era expresivo, pero sabia de sobra que no tenían la intención de hacer amigos.

Si no estuviera atado a aquella maquina podría correr y huir de aquel caos, pero en su situación era imposible, Gran John estaba atrapado. <<Si me quedo aquí muero, si voy a por mi arma me quedo sin piernas y muero también>>, sin pensarlo dos veces saltó por encima de dos escorpiones que ocupaban el camino de regreso a la tienda de la gasolinera, al fin y al cabo con un poco de suerte podría llegar a coger el arma sin que los collarines explotaran.

El aguijón de uno de ellos llego a rozarle la pierna dejándole un pequeño rasguño. Seguido por las bestias llegó con rapidez a la ventana de la tienda, los collarines comenzaron de nuevo a sonar << ¡Esto es una puta agonía!>>. El cañón Gauss estaba en el suelo, debajo de la ventana, de un zarpazo consiguió hacerse con el y notó un pellizco en el pie. Uno de los escorpiones lo tenia cogido con la pinza. Inmediatamente le soltó a causa del impacto del arma del robot. El collarín sonaba cada vez con más intensidad, tenia que acercarse urgentemente al androide o se quedaría sin piernas. Corrió de nuevo disparando como un poseso sin mirar muy bien donde disparaba, tenia la mirada fijada en su destino. Los escorpiones que se cruzaban en su camino morían por los impactos del cañón Gauss. Una vez cerca del robot los collarines dejaron de sonar y inesperadamente todos los escorpiones estaban muertos, algunos por los impactos del arma de Gran John otros por los múltiples disparos de los láseres del robot.

Jadeaba cansado por el esfuerzo realizado. Notó un escozor muy intenso en la zona donde el escorpión le había rozado el aguijón. Era mucho peor de lo que imaginaba, aunque fuera un roce, el veneno penetró en su organismo. No era la primera vez que Gran John había sido atacado y picado por escorpiones gigantes, aunque esta vez no tenía el medicamento necesario para contrarrestar el veneno.

Se vistió con dificultad y salió en busca de algún poblado donde poder recibir asistencia, podría cambiar munición o cualquier pertenencia por una dosis que le permitiera expulsar el veneno, estos medicamentos no eran difíciles de encontrar, mucha gente sabia como fabricarlos.

El camino se hacia cada vez mas pesado, no notaba los pies aunque seguía caminando. El sol estaba en pleno apogeo y eso no ayudaba, hacia que sudara como un cerdo y le dieran ganas de beber, le quedaba poca agua en su fiel petaca metalizada.

No sabía si el robot le seguía, Gran John solo miraba al frente, puesto que no le habían estallado las piernas debía estar detrás.

Ningún poblado a la vista, sentía la sensación de estar en medio de un desierto y en gran parte lo estaba, en aquel lugar no había árboles que dieran sombra. Tomó el último sorbo de agua que le quedaba, la petaca le resbalo de su sudorosa mano al suelo sin poder evitarlo. Estaba demasiado cansado para recogerla <<Ya encontrare otra>>.

Observó como dos personas se acercaban hacia el, la vista cada vez era mas borrosa como si estuviera borracho. Aquellas personas le recordaban a sus amigos Glanius y Potito. Quiso llamarles pero no pudo, no tenia fuerzas ni para articular media palabra. Las personas comenzaron a desaparecer como si de humo se tratara y al rato ya no había nadie.

Tenia la vista cada vez mas nublada, cada vez se sentía mas cansado, los brazos, los músculos, los parpados, todo le pesaba << ¡No puede ser que no halla ningún puto pueblo por aquí!>>.

A lo lejos divisó un edificio, parecía abandonado y había cadáveres de grandes animales muertos por el suelo << ¡Mierda!>> en ese momento se percató, había estado caminando en círculos en todo momento, estaba de nuevo en la gasolinera.

Las pocas fuerzas que le quedaban terminaron por agotarse, aquello fue un mazazo enorme para su moral. Cayó de rodillas, durante un momento se tambaleó apoyado sobre sus rodillas con la vista perdida en el horizonte, notaba como su corazón latía cada vez a mayor velocidad, los sentía como si tuviera la oreja apoyada en el pecho y al poco tiempo se desvaneció en el suelo.