GRAN JOHN
Lugar nuevo de Átomo, Casas
de la Cerda, Losa de Sapos, Torre Viciosa, La Cueva Negra, Granjas Largas, eran
algunos de los poblados donde Gran John había buscado a Monique. El resto no
los recordaba y tampoco intentaba hacerlo.
Días y días buscando aquella
preciosa mujer del búnker Ghenova, aquella extraña mujer que la misma noche en
que escaparon desapareció como por arte de magia sin dejar rastro alguno.
Estaba confundido, ya no
sabía dónde buscar, había recorrido todos los poblados de la zona y ni rastro
de ella. Era imposible que alguien que jamás había vivido en aquel mundo,
pudiera desaparecer de aquella manera a no ser que un depredador la hubiera
devorado.
Cada día que pasaba tenía
menos esperanza en encontrarla, incluso había llegado a creer que todo era una
paranoia fruto de los porros, pero al comprobar que el robot ya no le seguía y
que tampoco tenía los collarines alrededor de sus tobillos, aquel pensamiento
desapareció de su cabeza.
La tormenta de la tarde
había obligado a Gran John a refugiarse en el bar de Chano. Durante su odisea
por los pueblos cercanos descubrió que no había aldea sin bar. Un lugar de ocio
para unos, negocio para otros y hogar de muchos. Aprendió que no eras nadie si
no te conocían en los bares, así que lo tomó al pie de la letra y aunque
frecuentaba mucho la mayoría de antros trataba de pasar desapercibido.
-¡Una cerveza!-pidió nada
mas acercarse a la barra.
El dueño del local, un
hombre con cara de cabreado al cual parecía no importarle lo más mínimo que las
mesas estuvieran repletas de basura, negó con la cabeza señalándole los
casquillos vacios que había esparcidos por todo el local.
Hacía días que no fumaba y
el mono por encenderse un porro estaba irritando cada vez más su carácter. Para
colmo en aquel antro parecía no haber ni gota de alcohol.
-¿María?
-Si quieres droga pregúntale
al friky de la radio-espetó el camarero-lo encontrarás en el edificio lleno de
antenas que hay a las afueras del pueblo.
Sin casi despedirse Gran
John salió a toda velocidad de aquel antro, dirigiéndose a las afueras en busca
de su dosis de María. El síndrome de abstinencia provocaba que no pudiera
pensar con claridad, necesitaba fumar casi como el comer.
El edificio al que se
refería el camarero fue fácil de encontrar. Aquella aldea no tendría más que
una decena de casas, todas compitiendo por ver cuál era la más destartalada.
Solo la pequeña torre con antenas se salvaba. Parecía una construcción anterior
a la guerra, aunque las improvisadas antenas que cubrían la mayoría de la
fachada habían sido claramente puestas después de la guerra.
En la puerta unos tipos
raros vestidos con chaquetas de cuero y de pelo largo, bailaban al ritmo de una
canción que le era familiar. En el suelo, un artilugio parecido a una emisora
de radiofrecuencia emitía la música. Escuchando la melodía Gran John recordó
que era la misma canción que sonaba por el altavoz del robot en aquella maldita
gasolinera, aunque no recordaba el nombre.
-¿María?
-¡Tío pregúntale a
Hestengberg!-respondió uno de los tipos de la entrada, señalando hacia el
interior del edificio-Es el que pone las canciones. Sube, está arriba. Dile que
vienes de Mis Partes.
Aquel tipejo parecía ir
colocado hasta los huesos, el olor a porro delataba a todos los que estaban
allí. Pero el buen ambiente que tenían entre ellos le confianza.
-¡Gracias tío!
En el interior solo había
una escalera de hormigón en tal mal estado, que daba la sensación de poder
derrumbarse en cualquier momento. Gran John se armó de valor y decidido por
conseguir algo para fumar comenzó a ascender por la zona de los peldaños mas
pegada a la pared, la cual parecía más segura que el resto.
Cuanto más se acercaba a la
última planta, mas notaba el característico olor a María, similar al que desprendían
los tipejos de la entrada.
Al final de la escalera, una
puerta metálica abierta de par en par daba acceso a una pequeña sala.
-¡Tranquilo vaquero!-dijo
quien parecía ser Hestengberg, levantando las manos nada mas percatarse de su
presencia. Un hombre de pelo corto canoso y barba de pocos días. Vestía una
camiseta blanca bastante sucia que marcaba su delgadez con unos pantalones
vaqueros desgarrados.
La sala aparte de oler a
porro, estaba repleta de emisoras de radio y ordenadores, si no fuera porque conocía
muy bien los cuarteles del Ejército del Pueblo Libre, pensaría que estaba en
uno de los puestos de mando.
-¿Que sitio es este?
-Esto chaval, es radio
macuto. La radio del canuto. Única en toda la región-respondió alegremente el
hombre. Reconocía aquella voz, era la misma que días atrás anunciaba la canción
que escuchó en la gasolinera.
-¿Tu eres?
-El mismo que viste y
calza-respondió sin dejar terminar la pregunta-Aunque todo el mundo me conoce
como Hestengberg. Tú no eres de por la zona por lo que veo. ¿Qué haces por aquí
forastero?
-¡La verdad que no lo sé!-
Gran John se encogió de hombros-Ahora mismo buscaba alguien que tuviera algo
para fumar y me dijeron que tu vendías.
-Compadre has venido al
lugar ideal. Tengo la mejor mierda de toda la zona. Una calada de esta marihuana
y pasaras todo el día colocado. Precisamente tenia uno por aquí a medio
consumir- Hestengberg se giró hacia la mesa que tenia justo detrás suyo y
buscando entre montones de discos viejos, encontró el nombrado porro al cual le
quedaban unas cuantas caladas-¡Sírvase usted mismo!
Para Gran John la primera
calada fue como quitarse a Potito de encima una de tantas veces cuando este sin
previo aviso, saltaba encima de él aprovechando un momento de despiste. Aunque
Gran John tenía fuerza suficiente para cargar con él, aquella bestia pesaba muchísimo,
era como si le aplastaran la espalda con un mazo. Añoraba los tiempos pasados
en los que salían los tres a patrullar juntos. ¿Dónde estarán? ¿Pececito habrá
dado con ellos?
-Esto esta cojonudo- dijo
mirando el porro, haciendo círculos con el humo, el mono casi había
desaparecido por completo-¿Hace mucho que te dedicas a esto?
-¿A la radio?-preguntó
Hestengberg refiriéndose a la pila de emisoras y ordenadores que tenía detrás de
él Prácticamente desde que nací. Mi padre trabajaba en esta radio, el padre de
mi padre también y según me conto mi padre, el padre de su padre fue el
fundador de la radio.
-¿Y ganas mucho dinero con
esto?-tanto padre lo había hecho un lio y ya no sabía quién era el fundador de
la radio, pero quiso continuar escuchando su historia.
-Aquí dentro soy feliz y el
rock hace felices a la gente que lo escucha. Lamentablemente...-el locutor de
radio se encogió de hombros-...el paso de las guerras poco apoco han acabado
con la mayoría de antenas y cada vez se escucha la radio en menos lugares.
-¿Y por eso vendes porros
para sobrevivir?
-Esos son de mi cosecha
propia, para el autoconsumo. Solo que siempre tengo excedentes para vendérselo
a mis seguidores. Con esta mierda la música suena diferente.
-¡Pues tendré que hacerme
seguidor tuyo!-sonrió. Hestengberg se quedó mirándolo con cara rara, acto que
no le inspiró confianza alguna.
-¿Tu eres soldado del
Ejercito del Pueblo Libre verdad?-pregunto el locutor señalando con el dedo.
<< ¡Mierda el uniforme
me delata!-se dijo a sí mismo-¿Pero qué mierda le importa a este de donde sea
yo? ¿Querrá hacerme una ficha de socio o qué?>>
-Pertenecía...-respondió en
voz baja-Su política de actuación frente algunos casos, no coincidía con mi política.
Así que decidí abandonar el ejército.
-¡Vamos que saliste por
patas granuja!-dijo Hestengberg en medio de una amplia sonrisa-¡Ven quiero que
veas algo!- el hombre echó mano de un montón de papeles que tenía situado en
una de las mesas, donde al parecer había algo escrito. Gran John siempre había
tenido dificultades para leer, solo esperaba que aquel tipo le contara lo que
había escrito en los documentos.
-¿Qué es esto?- quiso
mostrar interés, ya no quedaba porro, tanto hablar había hecho que se lo fumara
entero sin darse cuenta, aunque parecía que a Hestengberg no le importaba.
<<Igual con suerte se lía otro>>
-Esto son conversaciones que
he podido escuchar con los aparatos de radiofrecuencia, transcritas a estos
papeles-el semblante del locutor cambio por completo, estaba serio a más no
poder. Aquello le pareció extraño- Últimamente la señal que recibimos es
bastante débil, creo que el repetidor que utilizamos ha sido dañado por algún
motivo. El caso es que antes de que esto ocurriera, recibimos una señal de
socorro procedente de los pueblos situados más al sur de la región. Hablaba
acerca de un nuevo ejército bien armado que saquea las casas y esclaviza a los
supervivientes. Según la comunicación la mayoría de pueblos han sucumbido ante
el poder de este grupo y pocos son los que aun resisten el azote de sus
batallones. Tengo la sensación de que su próximo objetivo somos nosotros y
todos los pueblos vecinos.
-¿Y qué se puede hacer al
respecto?- interrumpió, aquello no le daba buena espina. ¿Un ejército peor que
lo ya conocido? ¡Imposible!
-Hay que enviar un mensaje
para pedir apoyo a tu antiguo ejército y a la Hermandad del Rayo. Quizás sea
demasiado tarde para nosotros, pero que al menos el resto pueda salvarse.
-¿Que el ejercito de Pececito
nos apoye sin pagar nada a cambio?-espetó Gran John-¡Tu flipas! Con suerte se
salvaran ellos el culo, son demasiado arrogantes como para hacer algo por los demás.
-Al menos hay que
intentarlo-sugirió Hestengberg.
-¿Y qué sugieres?
-Lo primero ir donde está el
repetidor para comprobar que ha pasado y si se puede reparar. Acompáñame para
protegerme frente a posibles amenazas y no te volverá a faltar un porro en tu
vida. ¿Qué dices a eso?
<<Es una buena
oferta-se detuvo unos momentos a pensar-No tengo nada mejor que hacer y este
chalado necesita mi ayuda. No creo que los colgados de la entrada sepan
disparar un arma. Si es verdad lo que dice este tipo, estamos ante un gran
aprieto. La vida es una mierda, pero cualquier acción puede contribuir a
mejorarla>>
-¡Esta bien!-fue la
respuesta Gran John a la oferta del locutor-¡Acepto la oferta!
-No me esperaba menos de
ti-Hestengberg respiró profundamente- Espera que ponga una sesión continua y
nos ponemos manos a la obra. ¡No hay tiempo que perder!